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Los pueblos originarios y la 4T
La postura gubernamental de “ayudar”, de “socorrer” a los pueblos indígenas encierra, en el fondo, la visión actualizada de “civilizarlos y darles progreso”, como quien asiste con lástima a alguien que no puede valerse por sí mismo.
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¿Cuál es realmente el significado de lo indígena en la cultura mexicana? Acompañado por el presidente de Bolivia, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) visitó una zona arqueológica maya en Campeche, donde una vez más destacó en su discurso el valor del elemento indígena en la cultura mexicana.

El discurso de la Cuarta Transformación (4T) parece radical. El Presidente basa su retórica en hechos incontestables como el racismo contra la población indígena –practicado por todos los sectores de la sociedad mexicana–, el complejo cultural de inferioridad del mexicano ante lo extranjero, principalmente ante los países dominantes del mundo o la política que implica aniquilar las culturas originarias en aras de “la civilización y el progreso”.

Pero examinemos esta concepción, basados no solo en su discurso sino en los hechos y los resultados de su gobierno. Y primero hay que expresar que también aquí, como en otras esferas de la política de la 4T, se encuentra desde la concepción, digamos teórica, una mezcla de elementos contradictorios que, a la hora de probarlos en práctica, tiene resultados también contradictorios.

Es cierto: el racismo contra lo indígena es practicado por todos los sectores de la población, desde los círculos intelectuales hasta las propias comunidades indígenas. Pero esta verdad, que se ha vuelto un lugar común, viene acompañada por una buena dosis de paternalismo gubernamental que es, en esencia, una más sutil forma de sometimiento y menosprecio. Esta visión, heredada sobre todo de los gobiernos posrevolucionarios, considera a lo indígena como un producto propagandístico, como una pieza de museo que adorna los discursos y los eventos públicos. Y nada más. La postura gubernamental de “ayudar”, de “socorrer” a los pueblos indígenas encierra, en el fondo, la visión actualizada de “civilizarlos y darles progreso”, como quien asiste con lástima a alguien que no puede valerse por sí mismo.

De la postura anterior se desprende también una inevitable romantización sobre las formas de vida de los pueblos originarios, en cuya caracterización se omiten por completo lo precario de su hábitat. Se enfatiza que las comunidades indígenas son solidarias y organizadas, mientras se omite que, en muchos casos, no tienen acceso a servicios de salud, a servicios básicos como la electricidad y la Internet, es decir, que viven en condiciones de extremas de pobreza y de marginación social.

Esta visión contradictoria deriva en, por ejemplo, que a las comunidades indígenas se les tiende la mano con “el dinero que les manda el Presidente”, a la manera del viejísimo priismo, mientras se inhibe y se combate la organización independiente de los pueblos originarios. Recordemos el asesinato del activista nahua Samir Flores en 2019, en el contexto de una disputa con el Gobierno Federal.

Los llamados megaproyectos, particularmente el Tren Maya, han ignorado por completo las necesidades y los reclamos de estas comunidades y reproducen, a su modo, el discurso del Siglo XVI de “barrer a la barbarie con el progreso”.

Por último, la alianza de AMLO con los capitales mexicanos más poderosos, por ejemplo, los de la televisión y la Internet, no aportan nada a la modificación del llamado colonialismo cultural de la población mexicana. Se trata de varios aspectos masivos que, a través de comerciales, telenovelas, canciones, noticias, películas, etc. nos dicta diariamente que es mejor ser blanco y que lo europeo y lo estadounidense es, por definición, superior. Un complejo de entretenimiento que ha desterrado absolutamente la presencia indígena y que presenta una realidad completamente ficticia, donde los mexicanos somos blancos y altos.

El discurso de la 4T sobre lo indígena no presenta ningún aspecto nuevo ni original y su forma de hacer política tampoco. Lo nuevo sí es una serie de acciones desorganizadas y caóticas que, en los hechos, están haciendo retroceder el camino de las comunidades indígenas hacia la igualdad plena de sus derechos sociales y políticos.


Escrito por Aquiles Lázaro

Columnista de cultura


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