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¿Primero los pobres? ¿Sí? Pues por sus resultados los conoceréis. No hay confusión. En el año terrible de la pandemia, mientras más de 210 mil mexicanos morían, millones perdían sus empleos y otros tantos se empobrecían hasta perder su casa y tener que comer solo una vez al día, mientras eso sucedía en millones de hogares, trece grandes empresarios mexicanos, con Carlos Slim Helú y su familia a la cabeza, aumentaban su fortuna hasta llegar a 136 mil 300 millones de dólares, cantidad que superó en 35 por ciento a la que tuvieron un año antes. En pocas palabras, en el año de la pandemia, se hicieron inmensamente más ricos. ¿Para quién trabaja pues el régimen de la “Cuarta Transformación” (4T)?
El disparo en la riqueza de estos magnates ocurrió en el periodo en que la economía mexicana resintió la mayor contracción en noventa años, con una caída de 8.5 por ciento y en un periodo en el que, como queda dicho, se elevaron los niveles de desempleo y pobreza a causa de la crisis por la pandemia de Covid-19. Para las clases dominantes no hay crisis sin salida; ellos compran fuerza de trabajo y la fuerza de trabajo se abarató y producen mercancías, muchas de las cuales se siguieron vendiendo. Precisamente por eso, las clases dominantes del mundo enfrentaron la pandemia exponiendo a la población para que su ciclo productivo no se paralizara. Recordemos hoy y siempre el reporte de la Secretaría de Salud de la 4T del 15 de marzo de 2020: “Coronavirus Covid-19. No es una situación de emergencia. No hay necesidad de cancelar eventos masivos, actividades laborales ni escolares. Tampoco hay que hacer compras de pánico. Sigue con tus actividades normales, pero refuerza las medidas de prevención. Recuerda. La enfermedad causada por el coronavirus Covid-19 no es grave”. ¡Increíble!
Ello explica sobradamente que el gobierno no se apresurara a tomar medidas de protección de la población tales como el confinamiento masivo con apoyos suficientes para que la gente se mantuviera en casa, la práctica generalizada de pruebas para localizar a los contagiados y aislarlos y la atención oportuna a todos los enfermos en los centros hospitalarios (ya que solo se atendía a los enfermos graves). Explica también que no se hayan emprendido acciones inmediatas para apartar y adquirir vacunas y éstas se hayan tratado de comprar ya muy tarde y muy mal. Al día de hoy, el gobierno mexicano anda a la pepena de vacunas en el mundo, no hay un calendario de aplicación e, incluso, hay comunidades a las que ya se les aplicó la primera dosis y no se les asegura ni se les da fecha de cuando se les aplicará la segunda.
Y hacia adelante, la situación no pinta nada bien, tiende a empeorar. Toda la propaganda y las declaraciones del Presidente de la República se estrellan contra la realidad. Ya subió la luz, su costo a los hogares de menor consumo tuvo un incremento de diciembre a abril de 8.6 por ciento; en lo que va del año, la gasolina Magna ha aumentado 11.90 por ciento, mucho más que la inflación y pronto los transportistas empezarán a subir sus tarifas; la gasolina Premium ya subió hasta 15.61 por ciento y el gas doméstico LP, solo en marzo, subió 5.21 por ciento. El poco dinero que se tenía, alcanza para menos ¿Primero los pobres?
Esa política de protección a la salud es la que están promoviendo varios gobiernos que en los hechos aplican la inmunidad de rebaño, que significa que se muera el que se tenga que morir y, por tanto, ya son –con México– campeones en defunciones en el mundo. Esto es lo que hacen muchos países capitalistas. Pero no solamente han resultado más enriquecidos algunos personajes, no solamente en eso se nota la diferencia radical entre los seres humanos, también se nota, como queda dicho para el caso de México, en la disposición de vacunas y, poco se ha dicho, pero hay que considerar también, la disposición de medicamentos para curar el Covid-19. En este respecto, queda claro que todavía no están a la disposición los medicamentos para curar, pero hay países que se están dedicando a desarrollarlos, tal como se llegó a descubrir la cura de la hepatitis C, que es causada también por un virus muy peligroso. México no está en la lista de los que pronto pueden desarrollar este tipo de medicamentos y, por la actitud del gobierno de la 4T, ni siquiera de los que podrán compralos oportunamente.
Al respecto de las vacunas, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreysus, criticó el que llamó “impactante desequilibrio” en la inoculación global contra el Covid-19. Precisó que mientras uno de cada cuatro habitantes en los países ricos estaba ya inmunizado, solo uno de cada 500 había recibido una dosis protectora en las naciones más pobres. Según datos compilados a diario por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), durante los últimos 15 días, se autorizó el envío de menos de dos millones de dosis a través del programa Covax a 92 naciones en desarrollo, la misma cantidad administrada solo en Gran Bretaña.
La pandemia ha dejado ya 135 millones 30 mil 71 casos confirmados, dos millones 920 mil 537 muertes y 76 millones 746 mil 58 personas recuperadas en el mundo, de acuerdo con la Universidad Johns Hopkins. Hasta ahora. Porque la pandemia está lejos de terminarse. Las principales noticias disponibles hacen énfasis en la situación de los países desarrollados que ya se están vacunando masivamente, pero poco se dice de los riesgos que corren y de las muertes que todavía sufrirán los países pobres del mundo, que son la mayoría. Los que no tienen vivienda digna, ni agua potable, ni electricidad, ni médicos ni servicios médicos. Serán las consecuencias de la escandalosamente injusta distribución de la riqueza.
Finalmente, hablando de este impactante desequilibrio, aprovecho la oportunidad para sumar aquí mi voz a la de muchos mexicanos que exigen que se vacune a los trabajadores de la salud de los centros privados. “Espérense”, les ordenó hace unos días el Presidente de la República. Solo que darles un trato diferenciado a los trabajadores de los centros privados y a los trabajadores de los centros gubernamentales, es una arbitrariedad y es una injusticia. Solo falta que cuando les llegue su turno a los maestros –porque les tiene que llegar para que se puedan reanudar las clases presenciales– se vuelva a hacer una diferencia entre los que prestan sus servicios para el gobierno y los que los prestan para instituciones privadas; peor aún, que esa misma diferencia pretenda inventarse entre los obreros del gobierno y los obreros de las empresas privadas. Todos son trabajadores, todos venden su fuerza de trabajo, todos pagan puntualmente sus impuestos, todos son mexicanos. No a la discriminación.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".