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Acaba de cumplirse el aniversario número 111 de la Revolución Mexicana y el gran pendiente del país está en la justicia social para beneficio de las mayorías; cada día que pasa aumenta la pobreza y se hace más aguda. Por esta razón, el sonido de los tambores llama a luchar por mejores condiciones de vida para todos los mexicanos, ya que sus demandas son más urgentes que las de hace más de un siglo.
Desde el periodo presidencial de Miguel de la Madrid (1982-1988) nadie habla de los ideales revolucionarios de Francisco Villa y Emiliano Zapata; tampoco de la deuda con el pueblo trabajador: distribuir equitativamente la renta nacional y acabar con los males sociales que sufren los mexicanos en pleno Siglo XXI.
La historia de México y la mundial recuerdan que en la Revolución de 1910 –la primera de contenido social en el Siglo XX y en la que derramaron su sangre campesinos y trabajadores urbanos– no se peleó por el interés y el proyecto de país de éstos.
Desde la perspectiva materialista, revolución popular genuina debe tener dos rasgos esenciales: la participación activa y directa de las masas trabajadoras en la lucha a muerte por el poder político y que ese mismo pueblo defienda sus intereses de clase y los de otros sectores sociales para mejorar la vida de toda la nación. Esto significa defender un proyecto propio de país.
¿Y qué pasó en México durante ese periodo? Que la Revolución de 1910 solo cumplió la primera de las condiciones: los campesinos dieron su vida en múltiples batallas, pero su lucha no fue para defender un proyecto con el que expresaran sus intereses, pues murieron por una causa ajena pensando que era la suya. Para que sucediera lo contrario, faltaba desarrollar las condiciones materiales de la sociedad y mayor capacidad productiva, algo que no se determina con caprichos individuales.
Toda revolución profunda debe proponerse la toma del poder del Estado para desplazar a la clase que domina éste y colocar en su lugar a una clase nueva que, al madurar, se mantenga en pie de lucha para modificar la realidad. La clase social que asumió el poder con la Revolución de 1910 nunca incluyó realmente, en su proyecto histórico, los intereses de las mayorías, porque estuvo constituido por un pequeño grupo con el poder económico que necesitó, usó y engañó a la clase trabajadora con ofrecimientos de beneficio y felicidad que hasta ahora no se han cumplido.
¿Qué tenemos en pleno 2021? Un gobierno con transformación “de cuarta” que no es ninguna revolución y que en 2018 se empoderó con engaños y manipulación, prometiendo que primero estarían los pobres, que la pobreza sería desterrada y que atacaría y acabaría con la corrupción.
El antipopular gobierno de Andrés Manuel López Obrador miente en un grado delincuencial. Con el gobierno del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), todo ha empeorado, aunque sigue ofreciendo felicidad y beneficios que nunca llegarán. En México hay desempleo “a granel” y, como consecuencia de este grave problema, millones de familias pobres no tienen comida; además, la inseguridad pública y la violencia delictiva son el pan diario, con al menos 105 mil homicidios dolosos en lo que va del sexenio, cifra muy superior a la de los cinco gobiernos presidenciales anteriores. En el de Carlos Salinas hubo 27 mil 95 asesinatos de este tipo; con Ernesto Zedillo 42 mil 553; Vicente Fox, 40 mil 563; Felipe Calderón, 39 mil 672 y Enrique Peña, 62 mil 245.
No hay despensas para las familias en pobreza extrema; no hay desayunos escolares ni escuelas de tiempo completo; en el Sector Salud no hay vacunas para los niños, ni medicinas para los enfermos de cáncer; el número de muertos por Covid-19 es oficialmente de 350 mil, pero su conteo extraoficial habla de un millón; y los apoyos para damnificados por desastres naturales desaparecieron, dejando en la indefensión absoluta a millones de personas sin casa, sin trabajo y con muchas enfermedades.
A 111 años de la Revolución, México se desmorona. Hoy, los mexicanos debemos luchar por nuestra propia causa y beneficio. Una tarea pendiente que el pueblo debe enarbolar mediante la educación, cobrando conciencia de su situación y creando una gran fuerza social para conquistar el poder político y cambiar de raíz la grave situación en que vivimos. Hoy nos toca hacer la verdadera revolución y el primer paso es sacar a Morena del poder político. Por el momento, querido lector, es todo.
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Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).