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¿Fin del neoliberalismo?
El fin de semana pasado, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, aseveró contundente que “se acabó la pesadilla del neoliberalismo”.
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El fin de semana pasado, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, aseveró contundente que “se acabó la pesadilla del neoliberalismo”. “Es el momento de expresar, aprovechando este foro, que para nosotros ya se terminó con esa pesadilla que fue la política neoliberal, declaramos formalmente desde Palacio Nacional el fin de la política neoliberal” (Revista Proceso, 17 de marzo de 2019). Estas afirmaciones son, esencialmente, falsas, pues basan su análisis en una petición de principio que no se cumple: la política neoliberal no consiste en la toma de decisiones desde el gobierno respaldando tales o cuales medidas que fortalezcan determinado modelo económico, pues así se justificó el fin de la política neoliberal; pero, más aún, aunque así fuera, la política neoliberal no puede ser abolida por decreto, pues no es la esencia del fenómeno y veamos por qué.

En primer lugar, no se pueden desaparecer el modelo neoliberal y la política neoliberal si no desaparecen en el mundo entero, pues México está inmerso en un contexto internacional, nos guste o no, cuyo componente principal es neoliberal. Si se pudiera desaparecer este modelo de un plumazo, a partir de ahora deberíamos dejar de usar productos hechos en y por el neoliberalismo, como automóviles, celulares, fertilizantes, medicinas, alimentos elaborados por empresas neoliberales, etc., ¿cree usted, amable y paciente lector, que esto sea posible?

En segundo lugar, si se pretende lograr un cambio estructural antineoliberal y ya se declaró oficialmente su fin, entonces por qué no se ha cancelado de inmediato el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), es decir, la nueva versión y más agresiva del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) que en el gobierno actual no va a desaparecer, por el contrario, la Secretaria de Economía, Graciela Márquez, ya está haciendo cabildeos en Estados Unidos para que el Senado norteamericano le dé luz verde al T-MEC y pueda entrar en vigor cuanto antes y, por lo tanto, lejos de acabar con la política neoliberal, ésta se fortalecerá. Ésta es la contradicción: se declaró el fin de la política liberal, pero dentro de poco será aprobado un factor esencial para el fortalecimiento de la política neoliberal: el T-MEC.

En tercer lugar, lejos de tratarse de una política antineoliberal, todas las políticas anunciadas por el Presidente de la República relacionadas con las transferencias monetarias directas fortalecen el modelo neoliberal de manera directa o indirecta. ¿Por qué? La dieta de los mexicanos es la clave del problema, pues las familias más pobres destinan aproximadamente el 70 por ciento de sus ingresos a la alimentación y al transporte. Dentro de la alimentación, el consumo de maíz es fundamental; “la dieta de cada mexicano incluye poco más de 336  kilos al año de este grano en su dieta”, consigna el diario Milenio en una nota de Roberto López publicada el dos de enero de 2019; sin embargo, “México importó en total seis millones 169 mil toneladas de maíz de enero a mayo de 2018 y exportó 429 mil toneladas del mismo grano en el mismo periodo, lo que representa apenas el siete por ciento de lo adquirido en el extranjero, indicó el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (...) un 98 por ciento de las importaciones del principal grano que consumen los mexicanos proviene de Estados Unidos” (La Jornada, 21 de junio de 2018). En otras palabras, consumimos maíz neoliberal. Y no veo que en los próximos seis años podamos dejar de depender de Estados Unidos, es decir, de la producción neoliberal; y el T-MEC ha de reforzar esta dependencia. Además, “cada mexicano come 34 kilogramos de pan, 70 por ciento de este consumo es pan blanco y el resto pan dulce, galletas, pasteles, entre otros, según datos de la Asociación Nacional de Proveedores Profesionales de la Industria del Pan, Repostería y Similares (Apropan)”, esto significa que las grandes empresas como Bimbo, Marinela, Tía Rosa, Gamesa, entre otras relacionadas con el comercio de pan de caja y pan dulce, se verán beneficiadas con las políticas de darle dinero a la gente, pues la gente irá a consumir con estas empresas de corte neoliberal (Bimbo está en Estados Unidos y en otros países de América Latina). Por si esto fuera poco, “los mexicanos son los primeros consumidores de refresco en el mundo, 163 litros anuales por persona, siete veces más que el promedio de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, pero las principales empresas productoras de refrescos son “neoliberales” Coca-Cola Company y Pepsico, de manera que darle dinero a la gente es una política pro-neoliberal que va a fortalecer a las grandes empresas de este carácter que tienen la capacidad suficiente para afrontar la demanda y que, por lo tanto, no requieren hacer grandes inversiones, por lo que no se generarán nuevos puestos de trabajo y sí se va a favorecer la concentración neoliberal de los ingresos.

En cuarto lugar, según la revista Expansión (núm. 140317), “los mexicanos gastan en promedio 112.7 pesos mensuales para el servicio de prepago de su smartphone, de acuerdo con la reciente encuesta sobre disponibilidad y uso de las tecnologías de la información del INEGI. Los usuarios de un teléfono inteligente con sistema de pospago o plan tienen un gasto promedio de 356.5 pesos mensuales. Datos del instituto, el 79.6 por ciento de la población en México cuenta con el sistema de prepago y tan solo el 20 por ciento con uno de pospago”, esto significa que una gran cantidad de mexicanos va a dedicar parte del presupuesto público recibido por las transferencias monetarias directas a las empresas neoliberales de telecomunicaciones, así que lejos de que se acaben las políticas neoliberales, se estarán fortaleciendo, aunque de otra manera, pues 81 millones de mexicanos tienen acceso al teléfono celular y tres de cada cuatro tiene smartphone.

Finalmente, las leyes del mercado neoliberal no pueden ser abolidas por decreto, pues no obedecen a los mandatos de una persona, sino de un sistema social basado en la propiedad privada de los medios de producción y en el trabajo asalariado, resultado de esta apropiación privada; así que la abolición del neoliberalismo reclama que sea resuelta la contradicción fundamental del sistema, es decir, que la producción que tiene hoy un carácter social, pero una apropiación privada, siga teniendo una producción social, pero con una apropiación igualmente social, es decir, que la propiedad de los medios de producción pase a manos de los obreros. Sin embargo, las medidas propuestas por el nuevo gobierno no tienden a resolver las cosas en esa dirección. Entonces, en definitiva, lo que tenemos no es el fin de las políticas neoliberales, sino un simple cambio de forma, pues la esencia, es decir, la producción social de la riqueza con apropiación privada, no se ha modificado nada o casi nada, que no es lo mismo, pero es igual, como dice Silvio Rodríguez. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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