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Del siglo XV al XVIII, los marineros sufrieron los estragos de una enfermedad llamada escorbuto, popularmente conocida como peste del mar o muerte negra. Este mal fue el origen de innumerables leyendas de barcos fantasmas e inspiró obras de la literatura universal como el Poema del viejo marinero de Samuel Taylor Coleridge, el cuento Buques suicidantes, de Horacio Quiroga o el Démeter, que transportó a Drácula a Inglaterra en la novela de Bram Stoker. Historias de barcos encontrados completamente abandonados por su tripulación; de marineros que se volvían locos o se arrojaban a las aguas sin explicación alguna; o de espectros que aparecían en las embarcaciones, rodeadas de espesas neblinas, son algunas de las descripciones que estremecen nuestra imaginación hasta hoy.
A la luz de los descubrimientos científicos, se sabe la causa del escorbuto, así como las formas de combatirlo y evitarlo. El escorbuto es causado por la deficiencia de vitamina C o ácido ascórbico. Los seres humanos no somos capaces de sintetizar esta vitamina, que se obtiene al ingerir frutas y verduras frescas, siendo los cítricos las fuentes más ricas en este nutrimento, cuya ausencia en los alimentos desecados o salados provocó que el escorbuto azotara frecuentemente a los poblados en épocas de invierno o a los marineros en sus viajes de larga duración. Sin embargo, este mal sigue afectando a los estratos más empobrecidos de la sociedad que no tienen acceso a una alimentación adecuada.
La enfermedad se caracteriza por la degeneración del tejido conjuntivo, conformado por varios tipos de proteína, entre ellos el colágeno, la proteína afectada por el escorbuto. Dicha proteína se encuentra en la piel, cabello, tendones, cartílagos, matriz orgánica de los huesos y córnea del ojo; requiere, para su síntesis, de pequeñas subunidades llamadas aminoácidos, que son sus “bloques de construcción”. Para el colágeno se requieren aminoácidos de tipo glicina, alanina, lisina y prolina. Las células del cuerpo humano sintetizan esta proteína al unir entre mil 500 y mil unidades de estos aminoácidos, que forman estructuras fibrosas alargadas, cada una de las cuales se denomina procolágeno. Para conformar una proteína de colágeno de manera correcta, tres de estas fibras de procolágeno deben unirse y entrecruzarse entre sí a través de la formación de enlaces entre los aminoácidos de prolina; este proceso requiere la ayuda de una enzima llamada prolina hidroxilasa, cuyo correcto funcionamiento necesita, precisamente, de ácido ascórbico.
Una enzima también es una proteína que acelera la velocidad con la que se forman o rompen enlaces químicos en las moléculas que conforman una célula; para su correcto funcionamiento, muchas enzimas requieren de vitaminas como complemento. Aunque una célula tenga la capacidad de sintetizar las hebras de procolágeno y la prolina hidroxilasa, si no recibe el aporte de ácido ascórbico, los enlaces entre las prolinas no se formarán; en consecuencia, las tres hebras que conforman al colágeno no se unirán correctamente entre sí y comenzarán a romperse; este problema causará el desgarramiento del tejido conectivo.
Ahora estamos en condiciones de comprender los síntomas del escorbuto. La enfermedad aparecía aproximadamente a los 75 días de navegación. Comenzaba con fatiga, dolores musculares, inflamación y sangrado de encías. En ese momento, la enfermedad podía curarse con el consumo de cítricos; pero en medio del mar, los marineros caían en una prolongada y sanguinolenta agonía; aparecían manchas en la piel debido a hemorragias internas, producto del debilitamiento de los vasos sanguíneos; la inflamación y sangrado de las encías continuaba hasta el extremo de que las encías sobrepasaban los dientes en ambas mandíbulas; la caída de cabello y la pérdida de dientes convertían al cuerpo de un hombre en un cadáver viviente; desangrándose por dentro, al marinero le daba lo mismo arrojarse al agua que esperar la llegada de la muerte.
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Escrito por Philias
columna de ciencia