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DOLORES BOLIO CANTARELL. Nació en Mérida, Yucatán, el 22 de agosto de 1880. Provenía de una familia con recursos, por lo que en su juventud viajó a Europa, Cuba y Estados Unidos. Formó parte del Ateneo Mexicano de Mujeres, donde practicó el periodismo feminista y desarrolló un estilo lírico, sin embargo en sus cuentos, novelas y ensayos retrata fielmente las amarguras de la realidad. Su novela Una hoja del pasado (1920) es considerada la primera novela histórica de una mujer mexicana. Su obra poética se publicó en A tu oído, De tu intimidad (1917), Yerbas de olor (1924) y En silencio (1936). Murió en la Ciudad de México en 1950.
CANTARES Y SENTIRES
Si por añeja costumbre
en mis versos me buscáis,
erradamente pensáis
al par que la muchedumbre;
en dorada servidumbre
moré en florido solar,
y estoy velando en mi hogar
los tizones del honor,
que al bien amado señor
se sirve sin vacilar.
Mi morada siempre abierta
está; podéis penetrar
la verdad de par en par
os deja franca la puerta.
No extrañéis verla desierta
de lisonjero clamor,
que «mi castillo interior»
«más alto que el alta sierra»…
ocupa el sitio en la tierra
de un nido de ruiseñor.
Me apasionan los cantares
sin que de ingenio presuma,
que es bienhechora la pluma
para mitigar pesares.
Brotaron, como en los mares…
se va forjando la espuma,
si no son perlas preciosas
perlas serán de amargura,
que en esta jornada dura
tristeza inspiran las cosas.
No canto con plecto de oro;
mi decir es una fuente
que llora secretamente
sobre la tierra que adoro.
Con las mareas a coro,
con los rumores del viento,
mi peregrina afición
exhala su pensamiento,
y desde mi pecho siento
que vuela mi corazón.
A la envidia siempre extraña,
duéleme ajeno dolor;
mas veo, que en cada flor
se posa vil alimaña…
En mi condición extraña
no doy puente a la ilusión,
pero es tal mi condición
que huyo de la vanidad,
execro la liviandad
y me entrego a la ambición.
Es la ambición que me inflama
un sacro licor divino,
me embriaga el glorioso vino
que del arte se derrama.
Es mi vivir una llama
que se alimenta de amor…
y aunque el amor es dolor,
tan fuerte es mi ambición loca
que hallo toda lumbre poca,
sintiendo en mí otra mayor!
Soy fuerte para el sentir
soy frágil para llorar;
recia soy para sufrir,
débil soy para luchar.
Por el camino allanar
trabajo en duro troquel,
gustando sorbos de hiel,
mas es bálsamo mi herida,
que en los campos de la vida
donde hay avispas, hay miel.
He concentrado el fervor
de toda mi juventud
por conquistarme quietud
y libertad interior;
mi esclavo, no mi señor,
es el dinero; sus bienes
nunca endiosé, y si acero
es mi orgullo en los desdenes,
no hace en mi alma el odio rehenes
porque perdonando muero.
Me postro ante la justicia
que no halla en el mundo espejo,
por la gracia y el consejo
de mi conciencia patricia;
entro en la santa milicia
del triste, sin credenciales;
pero fuerte en ideales,
mirra gotea mi mano,
y ofrendo al dolor humano
mis ternuras maternales.
Si amor es admiración
difícil soy de vencer,
pues no me vence el placer,
ni me rinde la pasión:
Ansiando una perfección
sedienta mi alma entregué;
su noble cetro de hinojos,
mas en la senda de abrojos
tendió las alas mi fe,
y tengo abiertos los ojos.
Y ¿por qué el humano amor
si es raudal de sufrimiento,
aguija en mi pensamiento
miedo al engaño traidor?
Un celestial Amador
solo dio la paz del alma:
quisiera hallar en la calma
de mi interior monasterio
que en tan suave refrigerio
besa el céfiro la palma.
Pero es ciencia de vivir
abnegarse por amar,
y darse para llorar
es la dicha del sufrir.
Sé por mi dueño morir
con un gozo enajenado:
toda soy del Dueño Amado,
pues en sus labios respiro
y hasta mi último suspiro
será un beso enamorado.
HACIA EL INFINITO
Él dice: Estoy sediento
de la inmensa dulzura de tus ojos,
del primoroso imán de tu sonrisa,
de tu encanto gracioso
como un amanecer, todo esperanza.
Sediento estoy del púdico sonrojo
con que una vida nueva me saluda
brotando de tu rostro.
Sediento estoy, ¡sediento!
No contemplo tu faz, ni a ti te toco
y te siento tan íntima y tan cerca
que me envuelve tu aura y que tus rojos
y frescos labios llegan a besarme
noches enteras de abrasado insomnio.
Suspiro suave, suave,
tal que resonasen en el oído
de mi corazón esos suspiros
tan tenues... y tan hondos,
y mis manos se alzan y te buscan
y no te hallan, y en sudor se hunde mi rostro
y en la sombra se ciegan doloridos
mi árido espíritu y mis yertos ojos;
y entonces, en mi aliento fugitivo
como candente soplo
no hay beso de amor. Es una llama
de mi ser encendido... ¡Estoy solo!
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Escrito por Redacción