Cargando, por favor espere...
Primaria e inmediatamente, la realidad no se presenta al hombre “en forma de objeto de intuición, de análisis y comprensión teórica”. Esto significa que, originariamente, el hombre no adopta hacia la realidad la actitud especulativa de una “mente pensante”, cual si fuera un sujeto abstracto cognoscente aislado del mundo sino que, en cuanto “ser que actúa objetiva y prácticamente”, en cuanto “individuo histórico”, la realidad se le presenta precisamente como el campo en que despliega o ejerce su “actividad práctico-sensible”. Así pues, originaria, primaria e inmediatamente, el individuo “en situación” establece una relación práctico-utilitaria con las cosas, base material de su intuición (también práctica e inmediata) de la realidad; esto es, de sus propias representaciones de las cosas y del sistema correlativo de conceptos, con los que aprehende, capta y fija el “aspecto fenoménico” de la misma realidad.
“No puede haber conocimiento al margen de la práctica”, advertía Mao Zedong. De acuerdo con esto, en el orden que sigue el proceso de desarrollo del conocimiento, el primer paso necesario e inevitable es el contacto y comercio directo e inmediato con las cosas del mundo exterior, pues “si uno no entra a la guarida del tigre, ¿cómo podrá apoderarse de sus cachorros”.
En este sentido, cabe decir que, en última instancia, todo conocimiento auténtico nace o comienza con la experiencia directa, con la práctica utilitaria inmediata que, a su vez, es la base del conocimiento sensorial de la realidad, de la filosofía espontánea o el sentido común. El conocimiento sensorial significa un paso de aproximación a la realidad, la etapa inferior del proceso cognoscitivo: a grandes rasgos, concierne a los aspectos aislados, las apariencias y las conexiones externas de las cosas. Por esto, Mao decía que la sensación, lo sensorial, “solo resuelve el problema de las apariencias”.
Desde esta perspectiva, el discurso anticorrupción corresponde a la etapa sensorial del proceso cognoscitivo. En otras palabras, constituye un reflejo incompleto, superficial y unilateral, de la realidad social, una intuición práctica e inmediata que no traduce la esencia del mundo exterior objetivo. Por otra parte, el discurso anticorrupción considera el “lado fenoménico” de las cosas como su esencia misma; en suma, desconoce la diferencia entre fenómeno y esencia. Tampoco distingue entre representación y concepto de las cosas, ni reconoce la necesidad de que el conocimiento avance de la etapa sensorial a la racional o lógica, de las sensaciones al pensamiento, es decir, de lo inferior a lo superior, de lo superficial a lo profundo, de lo unilateral a lo multilateral.
El conocimiento lógico de la realidad social, “comprender lo que la cosa es”, significa conocer su estructura, su núcleo interno esencial (la “cosa misma”, si se quiere). Para esto es preciso, en primer lugar, “la separación del fenómeno respecto de la esencia”, “de lo secundario respecto de lo esencial”, “descartar lo falso para conservar lo verdadero”. En síntesis, “dar un salto del conocimiento sensorial al racional”. Desdoblar el todo unitario, descomponer o escindir la realidad única “en lo esencial y lo secundario”, no significa negar la experiencia directa, negar la sensación, negar la realidad de la experiencia sensorial; el conocimiento lógico aísla algunos aspectos del todo, “mata” la realidad única, “desecha la cáscara para quedarse con el grano”, no para negar la realidad del mundo de las formas fenoménicas, sino más bien para revelar su carácter secundario “mediante la demostración de su verdad en la esencia de la cosa”.
El conocimiento lógico, en suma, no descarta la corrupción como algo irreal o menos real que la esencia, coherencia o estructura interna de la realidad social; revela, en cambio, su carácter fenoménico o secundario. De este modo alcanza, incluso, una comprensión mucho más profunda de la legalidad, la estructura y el orden de ese fenómeno específico, puesto que si “la realidad es la unidad del fenómeno y la esencia”, el conocimiento sensorial y el conocimiento lógico son etapas cualitativamente diferentes; pero no desligadas entre sí, de un proceso cognoscitivo único, por donde resulta que, así como “no podemos comprender inmediatamente lo que percibimos”, “podemos percibir con mayor profundidad solo aquello que ya comprendemos”.
Cumplen 28 horas los bloqueos en Ecatepec
¡Otra vez! Sistema Cutzamala pierde millones de metros cúbicos de agua
Con plantón, Policías de Hidalgo exigen pago de aguinaldo
Motín en penal de Villahermosa desata caos y moviliza fuerzas de seguridad
Política fiscal, ¿estabilidad macroeconómica o desarrollo social?
Ropa y textiles importados enfrentarán aranceles de hasta 35%
Escrito por Miguel Alejandro Pérez
Maestro en Historia por la UNAM.