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Resulta sobrecogedor escribirlo, pero esta semana se podrá llegar a la escalofriante cifra de 100 mil mexicanos muertos por Covid-19. Y a la cabeza de este escrito añado la aclaración de que se trata de un dato oficial, porque existen varios cálculos muy serios que, para no exagerar, señalan que tal cifra está muy rebasada, por lo menos al doble de decesos reales. Entre estas opiniones, vale la pena considerar las de quienes han contado las actas de defunción en la capital del país y en varios estados y concluyen que existe un salto, un pico, inexplicable sin la pandemia, de aumento de actas de defunción registradas; así que siguiendo este sencillo método de investigación, cada vez irá quedando más claro que la cifra de cien mil a mediados de noviembre de 2020, simplemente no se sostenía. No tendrá que vivir mucho quien lo vea.
Tomo en cuenta en esta ocasión, lo dicho por el Presidente de la República en su conferencia mañanera del pasado 11 de noviembre, en cuanto al cuidado que debe tener quien manifiesta sus opiniones o señala problemas. Advirtió el Presidente: “Al que insulta, al que manifiesta o expresa cosas sin fundamentos, al que no se autolimita, al que no argumenta, sino se lanza sin pruebas, ¿saben qué hace? El ridículo”. Creo que es cierto, en esta ocasión, el Presidente dice la verdad. Por eso habrá que citar evidencias contundentes para fundamentar que la 4T, por voz de sus más altas autoridades, no comprendió o no quiso comprender la gravedad de la pandemia cuando ya buena parte del mundo la consideraba un ataque devastador para la humanidad. Veamos.
El 29 de febrero pasado, dijo el Presidente: “No hay que exagerar (con el Covid-19), hay que prevenir y estamos preparados para eso... No es algo terrible, fatal, ni siquiera equivale a una influenza”. El cuatro de marzo siguiente pronunció una de sus frases más famosas: “Hay que abrazarse, no pasa nada”. El tres de abril, en conferencia desde Palacio Nacional, externó otra afirmación que seguramente hará historia, refiriéndose a la pandemia y la crisis de salud que ya caían sobre México, dijo “nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la cuarta transformación”. Y, para no alargar indefinidamente la aportación de pruebas que demuestran cómo enfrentó la pandemia asesina el régimen de la “Cuarta Transformaciónˮ (4T), solo añado que el 26 de abril el Presidente dijo que se había logrado domar la pandemia. “Domar la pandemia” y hoy lamentamos 100 mil fallecimientos.
¿Era inevitable? ¿Era la naturaleza descontrolada la que atacaba al género humano y a los mexicanos? ¿Solo había que resignarse a que muriera el que no resistiera? No, no es como la viruela, el teozáhuatl, otro virus que trajeron los españoles y que el próximo jueves 26 de noviembre hará 500 años que mató al Gran Tlatoani, a Cuitláhuac, uno de los primeros nacionalistas consecuentes que hubo en el continente americano. Nada de eso. No era y no es inatacable. Dicen que las comparaciones son odiosas y sí, pueden ser odiosas, sobre todo al que resulta inferior en la comparación, pero son un método científico válido en todo el mundo para conocer la realidad, para identificar válidamente los efectos de una medida o remedio; las ciencias agronómicas del mundo no podrían haber existido nunca si no se hubiera diseñado la instalación de parcelas “testigo” a las que no se aplica fertilizante o insecticida o herbicida o se aplican en otras cantidades, parcelas que se cultivan al mismo tiempo que otras a las que sí se aplican los elementos necesarios y cuyos “odiosos” resultados se comparan con aquellas a las que no se han aplicado los mismos tratamientos.
Si eso es absolutamente cierto y está demostrado por millones de investigaciones a lo largo de los años, no veo por qué no podría aplicarse a las experiencias sociales. ¿Hay países que han logrado contener la pandemia o todos sufren la misma devastación a su población y daños a su economía como México? ¿Qué han hecho esos países que han logrado contener la pandemia? Pienso, por ejemplo, en China, y estoy consciente de que a muchos en el régimen de la 4T y fuera de él, les salen ronchas con solo escuchar el nombre y hasta incluyen a ese país entre las peores dictaduras del mundo del que debiéramos horrorizarnos; no deja de ser un mal chiste ahora que en la catedral de la democracia, el propio presidente dice que el partido ganador se robó la elección.
China comenzó atacando la pandemia multiplicando asombrosamente sus servicios médicos; en solo diez días, hizo realidad lo que muchos medios del mundo catalogaron como un milagro, construyó el hospital Huoshenshan, de mil camas de cuidados intensivos en la ciudad de Wuhan, cuna de la pandemia, para combatir el brote de Covid-19. Invirtió mucho dinero en la mejoría de los servicios médicos para defender a su población. México se tardó meses en conseguir algunos equipos extras y sus servicios de salud son altamente ineficientes, somos ahora uno de los países que más muertos tienen por cada 100 mil habitantes.
¿Qué más? Países como China (otra vez), procedieron a hacer millones de pruebas para detectar a las personas contagiadas. Solo unos días suspendieron las actividades y decretaron el confinamiento generalizado para después pasar al confinamiento solo de los enfermos. Aquí, en nuestro país, siempre ha sido muy difícil y caro practicarse una prueba y, como resultado, somos de los países del mundo que menos pruebas practican. Y ahí están las consecuencias. Ahora, solo se recomiendan paliativos, creo que útiles pero totalmente insuficientes, tales como guardar la sana distancia y usar cubrebocas. No obstante, existe muy poca información de qué es lo que está sucediendo en miles de fábricas y centros de trabajo a los que no acude el público. ¿Existe ahí la sana distancia y los cubrebocas?
Ya estamos, pues, en 100 mil muertos y la cifra seguirá creciendo. Con el ritmo que llevan las defunciones, y partiendo de la cifra oficial de 100 mil, México terminará el año con 122 mil muertos por Covid-19, es decir, un promedio de 510 fallecidos diarios. Es más, nadie puede predecir cuándo terminará la tragedia, ya que las vacunas que se fabrican en otras partes del mundo no están todavía al alcance del público ni se sabe cuándo van a estar y, México, otra vez nuestro país, no apartó un solo centavo del Presupuesto de Egresos de la Federación para el año que entra. Que se cuide el que tenga vivienda adecuada y recursos para permanecer en casa; que se vacune (cuando haya vacunas) el que tenga dinero; que se cure, si se contagia, el que pueda pagar; en síntesis, que se muera el que se tenga que morir. La pobreza es la que mata. Escandaliza, por tanto, que la Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, recoja la frase de Andrés Manuel López Obrador y la actualice cuando se completan 100 mil mexicanos muertos. “La crisis por el Covid-19 vino como anillo al dedo a la Cuarta Transformación”, dijo. Ésa es la verdadera, la auténtica política social de la 4T; y por ella será evaluada y recordada.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".