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Fue un verdadero éxito, tanto desde el punto de vista de la crítica cinematográfica, como desde el número de premios ganados en la edición del año 2000 de la entrega de los famosos Oscar (cinco premios: mejor película, mejor director, mejor actor, mejor guion original y mejor fotografía), y muchos otros premios (Globo de oro, Bafta y los premios del Sindicato de actores). Pero también fue un éxito comercial, pues de una inversión de poco más de 15 millones de dólares, la cinta hoy comentada logró recaudar en un año 356 millones de dólares. Esta cinta es Belleza americana (1999) del realizador británico Sam Méndez. Sin embargo, el valor de una obra cinematográfica no se debe medir solo en términos monetarios, o en sus galardones, pues sabemos que, como todo producto comercial, una cinta hecha en un país como Estados Unidos, está sujeta a las leyes del mercado y las mismas premiaciones obedecen a los poderosos intereses comerciales. Se puede tener –como cualquier producto hecho en la sociedad capitalista–, además del “valor de cambio”, también un “valor de uso”, es decir aquel valor que las hace “útiles”.
Creo, amigo lector, que la utilidad de Belleza americana es que siendo un drama con ribetes de comedia llena de un humor ácido (corrosivo, incluso), nos brinda un retrato de la decadencia de la familia americana y de los “valores morales” que la sustentan.
Fue la ópera prima de Sam Méndez, quien hasta ese año se había dedicado a hacer comedias musicales para la televisión. Belleza americana narra la vida de Lester Burnham (Kevin Spacey), un empleado de una agencia de publicidad que es despedido de la compañía para la que trabaja, pues el nuevo gerente hace una limpia para que la compañía optimice sus ganancias (cuando es despedido Lester, chantajea al gerente, pues dice que él puede denunciar al principal ejecutivo de la empresa, quien ha gastado dinero de la misma en pagar a prostitutas).
Lester tiene una vida familiar gris, dado que su esposa Carolyn Burnham (Anette Bening) y su hija, Jane (Thora Birch), una adolescente de 16 años, lo consideran un fracasado. Lester acude a un partido de basquetbol en el que su hija participa como “porrista”. Al término del encuentro deportivo, Lester conoce a Ángela (Mena Suvari), una amiga de su hija, de quien queda enamorado. Jane se da cuenta de que un joven la filma constantemente cuando llega a su casa, incluso cuando está en su cuarto. El joven es Ricky Fitss (Wes Bentley), a quien Ángela considera un psicópata. Jane lleva a su amiga Ángela un día a quedarse en su casa. Ángela, ya en el cuarto de Jane, le dice a ésta que su papá es sexy y que “si hiciera ejercicio me lo tiraría”. Lester escucha, al pegar el oído a la puerta, esa conversación, lo que provoca en él la obsesión por hacer ejercicio y lograr un cuerpo atlético.
Carolyn es una vendedora de inmuebles fracasada que atribuye su fracaso a Lester. Ella admira a su competidor en la venta de casas, “El rey inmobiliario” (Buddy Kane), de quien termina siendo amante. El padre de Ricky es el coronel Frank Fitts (Chris Cooper), un exmilitar homofóbico, que se considera a sí mismo como un hombre de moral intachable y constantemente golpea a su hijo por su comportamiento (Ricky es vendedor de marihuana). Frank llega creer que su hijo tiene relaciones homosexuales con Lester, cuando en realidad solo le vende la droga a su vecino.
Al final de esta historia, resulta que, a invitación de Jane, Ángela se queda en casa de Lester, quien está a punto de tener relaciones íntimas con la adolescente cuando ella le confiesa que es virgen. Lester asume una actitud paternal hacia ella.
Cuando Lester reflexiona sobre cada momento de su vida, el coronel Fitts le dispara en la cabeza. Frank Fitss es homosexual y decide asesinar a Lester, dado que éste conoció su verdadera personalidad (Fitss quiso tener una relación sexual con su vecino). Sam Méndez logra una cinta llena de un humor cáustico, pero ese humor encierra la tragedia de millones de norteamericanos que viven en una sociedad donde el valor supremo es “lograr el éxito a toda costa”, lograr riqueza y posición social; “estar por encima de la mediocridad”, todo esto a costa de lo que sea. Una sociedad llena de hipocresía y de falsos “valores éticos”. Ése es el valor útil de Belleza americana.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA