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El año 2000 fue un parteaguas en la historia de México, tanto en política como en economía; aquel dos de julio había ganado las elecciones un candidato de otro partido distinto al oficial y que prometía el cambio que México tanto había necesitado desde la Revolución Mexicana; y muchos mexicanos votaron por eso a su favor.
Por vez primera, en esas elecciones, con un 42.72 por ciento de los votos, Vicente Fox Quesada dejaba atrás una etapa de 71 años de gobiernos priistas, que aunque muchos no lo acepten y no lo quieran ver así, fueron gobiernos que desarrollaron y crearon muchas obras de infraestructura que hoy gozan los mexicanos, por ejemplo, el Sistema de Transporte Colectivo Metro y el desarrollo urbano en autopistas en el país; sin embargo, al Partido Revolucionario Institucional (PRI) le faltó trabajar de la mano del pueblo para que él mismo viera lo que se hacía, fuera partícipe de más y mejores avances y le diera su respaldo en las urnas.
Las elecciones federales realizadas en México aquel domingo dos de julio fueron las últimas del Siglo XX y del segundo milenio; el PRI, surgido en 1929, decía adiós a lo que fue la residencia oficial de Los Pinos.
Sin embargo, tras dos sexenios de panismo, los mexicanos, aplicando la sabiduría del refrán que dice “más vale malo por conocido que bueno por conocer”, devolvieron el poder al PRI, que en 2018 volvería a perderlo.
En este sexenio, la maquinaria informativa no se detiene a disimular su esencia manipuladora y no ceja en sus intentos por posicionar favorablemente la imagen del Presidente ante la opinión pública.
En este cambio de estafeta se ha presentado un fenómeno que impacta en el surgimiento de nuevas percepciones, además de afectar la toma de decisiones; nos referimos al aumento descomunal de información; investigadores de la Universidad de California han señalado que en 2001 ésta se duplicó en relación con la generada hasta entonces; y la tendencia ha continuado. Cada segundo se difunden millones de mensajes y en esto han jugado un papel muy importante la Internet y las redes sociales.
En el México y en el mundo, la información está al alcance de todos, incluso se puede hablar de que se ha “socializado” mediante las redes; basta notar como en nuestro país existen 85 millones de usuarios de Facebook, cifra que lo ubica en el quinto lugar mundial de esta red, apenas por debajo de La India, Estados Unidos, Brasil e Indonesia; en Twitter hay 37 millones de usuarios, en Instagram, 20 y en WhatsApp, 40. Estudios especializados señalan que los mexicanos pasan, en promedio, ocho horas con 20 minutos navegando en Internet.
Por las redes sociales nos enteramos de acciones de los movimientos estudiantiles, obreros y campesinos que protestan por injusticias o que desean cambiar la situación política en su nación, en donde el gobierno controlaba (aún lo hace, pero en menor medida) a los medios de comunicación. Donde antes era algo común el control mediático y de la información, ahora se dejan oír voces airadas y desesperadas; donde antes había silencio, ahora se escuchan opiniones que disienten del poder; la información en manos de la población puede resultar un peligro político para la autoridad; la exclusividad de la información parece haber desaparecido, la confianza que se tenía en las instituciones está en entredicho y las instituciones comienzan a entrar en crisis.
Algunos estudiosos aseguran que la confianza en los gobiernos y los medios de comunicación ha dismunuido. Hoy, la población se entera con mayor rapidez cuando los gobiernos, políticos e instituciones hacen mal su trabajo y pueden criticar, por ejemplo, la falta de planes y estrategias acertadas para atacar a fondo la desigualdad social y la pobreza.
Detrás de ese torbellino informativo hay un público enfadado e inconforme, la mayoría con un motivo muy concreto, la preocupación generalizada por conseguir justicia social y mejorar su condición humana.
Quienes detentan el poder económico y político quieren, necesitan, seguir manipulando ese mar de información. Pero este mayor acceso a la información ha contribuido a crear una falsa idea de que se pueden destruir virtualmente instituciones o gobiernos, cuando en realidad lo que se requiere es crear verdaderas alternativas de bienestar social y humanidad para quienes habitamos este mundo.
Un gran líder social, que sin duda pasará a la historia de México y del mundo, Aquiles Córdova Morán ha dicho que la humanidad solo tiene un planeta y que lo estamos destruyendo, lo que debemos de evitar para no causar una catástrofe que lleve a la desaparición de toda forma de vida en la Tierra. Hoy ese planteamiento es más vigente que nunca, la humanidad debe cuidar a la humanidad y debe entender que en ese torbellino de información se ocultan verdades que el pueblo debe saber, verdades que lo harán más valiente y lo decidiran a organizarse, educarse y salvarse a sí mismo. Por el momento, querido lector, es todo.
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Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).