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La guerra de las salamandras pertenece al género de la ciencia ficción; en ella, el escritor checo Karel Čapek narra el descubrimiento de una variedad de salamandras identificada con un anfibio que se creía extinto. Los sucesos fantasiosos del relato se entrelazan con los elementos críticos de la realidad social.
El capitán J. van Torch, quien descubre a las salamandras gigantes, después de reflexionar mucho, decide estudiarlas más a fondo, encuentra la forma de domesticarlas y las utiliza para su beneficio. Las obliga a que le traigan perlas de las aguas donde nadan a cambio de modestas recompensas y sin que tomen la mínima protección contra los tiburones, sus enemigos naturales.
Desde que las salamandras trabajan para el capitán Van Torch, la relación comercial se ve envuelta en cierto halo de romanticismo, que se apoya en los sentimientos paternalistas del navegante, que no dejan ver la crueldad existente detrás esa explotación laboral.
Conforme avanza la historia y se incrementa la población de las salamandras, se hace necesario expandir el hábitat natural de éstas y el capitán resuelve el problema creando barcos cisterna para transportarlas a otras costas donde podrá seguir extrayendo perlas.
Los anfibios, que ya habían dado muestras de inteligencia y bondad, desarrollan sus capacidades innatas tanto por su trabajo como por su contacto con el humano, y de esa manera aprenden a hablar y a utilizar algunas herramientas para trabajar bajo el agua.
Es de este modo como surge la intención de que cada país aproveche sus salamandras que, con el paso del tiempo, se venden como mano de obra. Entonces, el romanticismo que se percibía en un primer momento, desaparece poco a poco, para dar paso a la más descarada explotación del trabajo con las peores condiciones posibles y con clara ventaja para los que se creían con el derecho de esclavizar a las salamandras por ser superiores a ellas.
Las salamandras, utilizando todo lo aprendido en materia de ciencia y tecnología, se organizan y reaccionan contra los humanos para dominarlos y hacerse del control total del planeta. Su reacción resulta tan descarnada y autoritaria como la que caracterizó a los nazis, y algunos de los protagonistas humanos del relato llegan a lamentar que haya crecido algo que desde el principio se mostraba peligroso.
En esta obra de ficción puede verse cómo, en la evolución de las salamandras, se gestiona su modo de pensar fascista y cómo el escritor nos hace recordar que la existencia de este modo de pensar no es natural en el ser humano, sino que está generado por las condiciones materiales donde individuos y comunidades se desenvuelven. Los sentimientos de rencor y venganza que posibilita el fascismo se producen por las humillaciones sufridas a lo largo de la historia. Por ello, la aparición de esta ideología no es buen síntoma en ninguna nación, y lo mejor que los Estados nacionales pueden hacer para inhibir su expansión es realizar cambios profundos que acondicionen la elevación cultural de la sociedad.
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Escrito por Alan Luna
Maestro en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).