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ENRÍQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.
Nació en Guadalajara, Jalisco, el 13 de abril de 1871 y murió en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1952. Hizo estudios de médico cirujano y desempeñó su profesión.
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Nació en Guadalajara, Jalisco, el 13 de abril de 1871 y murió en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1952. Hizo estudios de médico cirujano y desempeñó su profesión. Colaboró en El Imparcial, fundó la revista Argos y, junto con Ramón López Velarde y Efrén  Rebolledo, dirigió la revista Pegaso. Fue diplomático y representó a México en Chile, España y Portugal. Fue miembro fundador de El Colegio Nacional. Además de su vasta obra poética, dejó su autobiografía en dos volúmenes. En su obra lírica destacan los siguientes títulos: Preludios (1903), Lirismos (1907), Silenter (1909), Los senderos ocultos (1911), La muerte del cisne (1915), Las señales furtivas (1925), Bajo el signo mortal (1942), Segundo despertar y otros poemas (1945), Vilano al viento (1948), Babel (1949) y El nuevo Narciso y otros poemas (1952). Una edición de sus Poesías completas apareció  en 1944. En 1955, el Colegio Nacional reeditó sus obras.

PARÁBOLA DEL HUÉSPED SIN NOMBRE

Han llamado a mi puerta, 
que siempre está de par en par abierta 
y que esta vez la ráfaga nocturna 
cerró de un golpe...
Sola y taciturna, 
en el umbral detiénese la extraña 
silueta del viador. Lívida baña 
su faz la luna; tiene el peregrino 
sangre en los pies cansados del camino; 
ojos en que retrátase y fulgura 
una vasta visión que ha tiempo dura 
en incesante asombro, 
y con la gruesa alforja, la insegura 
mano sustenta un báculo en el hombro.

–¿Quién eres, tú? ¿De dónde 
vienes, y a dónde vas?...
Y me responde: 
–Nunca supe quién soy, y no sé nada 
del principio y el fin de mi jornada. 
Yo solo sé que en la llanura incierta 
de mi peregrinar, llegué a tu puerta; 
que mi cansancio pide tu hospedaje, 
y que a la aurora seguiré mi viaje. 
Destino, patria, nombre... 
¿No te basta saber que soy un hombre?

A sus palabras pienso que mi vida 
es como una pregunta suspendida 
en el arcano mudo, y digo:
–Pasa,
sea la paz contigo en esta casa.
Y entra el viador, y nos quedamos luego
al amparo del fuego.
Nuestro mutismo sobrecoge y pasma,
y cual doble fantasma
que evocara un conjuro,
se alargan nuestras sombras en el muro...

Y PIENSO QUE LA VIDA…

Y pienso que la vida se me va con huida

inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso

en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso

afán de ser el de antes y desandar la vida.

¡Oh los pasos sin rumbo por la senda perdida,

los anhelos inútiles, el batallar intenso!

¿Cómo flotáis ahora, blancas nubes de incienso

quemado en los altares de una deidad mentida?

Páginas tersas, páginas de los libros, lecturas

de espejismos enfermos, de cuestiones oscuras…

¡Ay, lo que yo he leído! ¡Ay, lo que yo he soñado!...

Tristes noches de estéril meditación, quimera

que ofuscaste mi espíritu sin dejarme siquiera

mirar que iba la vida sonriendo a mi lado…

¡Ay, lo que yo he leído! ¡Ay, lo que yo he soñado!

A LA QUE VA CONMIGO

Iremos por la vida como dos pajarillos

que van en pos de rubias espigas, y hablaremos

de sutiles encantos y de goces supremos

con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta

que atisba tras la verde y oscura celosía,

y aplaudiremos ambos la célica armonía

del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos

de las altas montañas nuestro saludo atento,

y veremos cuál corren al impulso del viento

como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,

de misteriosos cantos y de voces extrañas;

y veremos cuál tejen las pacientes arañas

sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,

sin nada que conturbe la silenciosa calma,

y el alma de las cosas será nuestra propia alma,

y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto

sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído

sepa escuchar las voces de los desconocido,

se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.

YO VOY ALEGREMENTE

Yo voy alegremente por donde va la vida,

entre vernales hálitos o ventiscas de otoño,

mirando cómo cuaja en la yema el retoño

o cómo voltejea una rosa caída.

Yo voy con el pie ligero y labio sonriente

a veces solo, a veces con el turbión humano,

y llevo mis ensueños cogido de la mano

y mi enjambre de rimas en torno de la frente.

Tengo una flama oculta que siempre va conmigo,

flama de amor que nunca se extingue ni consume;

si hay una flor al paso, aspiro su perfume;

si hay una fresca boca, corro a besarla... y sigo...

Yo soy como un viajero que cruza la floresta

sin que jamás le importe ni rumbo ni distancia,

a quien el bosque entona un himno de fragancia,

una canción de risas y un madrigal de fiesta.

Yo sé que viento y lluvias con ímpetu salvaje

suelen barrer las frondas; mas tengo yo un asilo

callado y misterioso en que esperar tranquilo

a que el sosiego torne y a que el torrente baje.

¡Oh mi divina gruta de goces interiores

en que la vida adquiere intensidad extraña,

que solo yo conozco, que eternamente baña

un sol que prende luces y que revienta flores!

Allí callada y sola va a meditar el alma

como la linfa corre, como la alondra vuela;

allí el ensueño pasa cual fugitiva estela

que va regando espumas sobre la mar en calma.

Tristezas... sí las tengo; mas cuando el alma llora,

un inefable goce con mi dolor se aduna;

romántico trovero de las noches de luna,

soy lujurioso amante del sol y de la aurora.

Yo voy alegremente... De eróticas empresas

no la ocasión propicia esquivo, a fuer de sabio,

y en más de alguna boca bebió el sediento labio

la sangre de las moras y el jugo de las fresas...

EL SEMBRADOR DE ESTRELLAS

Y pasarás, y al verte se dirán: “¿Qué camino

va siguiendo el sonámbulo?...” Desatento al murmullo

irás, al aire suelta la túnica de lino,

la túnica albeante de desdén y de orgullo.

Irán acompañándote apenas unas pocas

almas hechas de ensueño… Mas al fin de la selva,

al ver ante sus ojos el murallón de rocas,

dirán amedrentadas: “Esperemos que vuelva.”

Y treparás tú solo los agrietados senderos;

vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,

y llegarás tú solo a descorrer celajes

allá donde las cumbres besan a los luceros.

Bajarás lentamente una noche de luna

enferma, de dolientes penumbras misteriosas,

sosteniendo tus manos y regando una a una,

con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.

Y mirarán absortos el claror de tus huellas,

y clamará la jerga de aquel montón humano:

“Es un ladrón de estrellas...” Y tu pródiga mano

seguirá por la vida desparramando estrellas...

TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE...

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje

que da su nota blanca al azul de la fuente;

él pasea su gracia no más, pero no siente

el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje

que no vayan acordes con el ritmo latente

de la vida profunda... y adora intensamente

la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas

desde el Olimpo, deja el regazo de Palas

y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...

Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta

pupila, que se clava en la sombra, interpreta

el misterioso libro del silencio nocturno.

 

 

 


Escrito por Redacción


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