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La respuesta es afirmativa, siempre y cuando se cumpla la siguiente condición: que el pueblo esté educado, politizado y organizado. De lo contrario, decir que el pueblo es sabio, sin antes haber hecho la aclaración de que el pueblo está desinformado, manipulado, desorientado y, finalmente, mal educado por un sistema que no le ha enseñado a pensar filosófica y políticamente, no solo es un grave error, sino una grave irresponsabilidad y una mentira manipulada.
Efectivamente, fácilmente se puede confundir la idea de la sabiduría del pueblo con la idea de la educación y la politización del pueblo. El pueblo, con su experiencia de años de vida, es decir, con su educación empírica basada en su experiencia práctica, llega a conclusiones que muchas veces tienen visos de ser obra de una creación científica, pues lo espontáneo es el embrión de lo consciente; sin embargo, es el resultado de la experiencia de muchos años lo que hace que el pueblo tenga la fama de ser sabio. Pondré algunos ejemplos. En mi profesión de Ingeniero Agrónomo egresado de la Universidad Autónoma Chapingo, me he encontrado con muchos casos en los que los campesinos que producen la tierra con base en su experiencia, saben más y superan en muchos conocimientos a los propios ingenieros recién egresados de la Universidad y a otros versados en la materia. Por otro lado, he podido constatar cómo algunas señoras que sin tener el conocimiento del español, pues no saben leer y escribir, tienen una impresionante capacidad de desarrollar el sentido del gusto y del sabor, de tal manera que sus guisos son más sabrosos que los de chefs profesionales que se han dedicado a estudiar una carrera y la han concluido exitosamente. Un ejemplo más: hemos podido encontrar cómo se destacan en los pueblos líderes naturales que sin haber estudiado Ciencia Política hablan mucho mejor que quienes se han dedicado a los estudios profesionales de esa ciencia. En apariencia, entonces, dados los ejemplos antes mencionados, se podría llegar a la conclusión de que el pueblo es sabio. De hecho, muchos de los famosos dichos y refranes populares tienen una gran enseñanza y sabiduría para todos nosotros, debido a que son hijos de la experiencia, del sufrimiento, de la lucha y de los tropiezos del pueblo por muchos años.
No obstante, el principal problema que se atisba al señalar categóricamente que el pueblo es sabio, es el que ya planteara Lenin en su famoso libro “El qué hacer”, en el cual destacaba los peligros de un pueblo sin conocimiento, sin educación política y sin organización, pues estaba inclinado a operar sobre la base de la espontaneidad y no de la conciencia de clase, razón porque el pueblo no es capaz de lograr su propia liberación, aunque tenga la fuerza necesaria, pero dispersa, para hacerlo. Efectivamente, actuar de forma espontánea tiene, como si dijéramos, la navaja adentro del pan, puesto que el pueblo obra sobre la base de la ideología dominante y cuando actúa de forma espontánea, sin saberlo ni proponérselo replica en la ideología dominante. La acción espontánea, dice Lenin, no es más que una extensión de la ideología dominante de las clases poderosas, de tal suerte que, la sabiduría del pueblo que actúa de forma espontánea está condicionada a los intereses de las clases poderosas, y por lo mismo limitada por la visión, acción e intereses de las clases poseedoras y dominantes.
Por lo mismo, se hace indispensable, señala Lenin, la formación de la conciencia de clase basada en el principio de la clase en sí y la clase para sí. Efectivamente, la clase en sí es la clase a la que el pueblo pertenece aún sin tener conciencia de ello, es decir, representa la clase en la que se nace independientemente de la voluntad, o sea, la cuna social en la que a uno le toca nacer. Ahora bien, para salir de la clase en sí para tomar conciencia de clase y pasar a representar una clase para sí, el pueblo, por sí solo, no puede salir de su atraso ni tomar conciencia de clase, que expresaba Lenin: “Un hombre no puede levantarse de sus propios cabellos; así el pueblo, no puede volverse clase para sí, es decir, no puede tomar conciencia de clase por sí misma. Se vuelve, entonces, necesario que una fuerza externa, aunque consciente y clara de los intereses y las reivindicaciones de las clases trabajadoras, sea quien eduque y organice al pueblo. La conciencia de clase provendrá del partido revolucionario¨. De esta manera, mediante un proceso de explicación paciente y mediante un periódico para todo el pueblo, decía Lenin, deberá politizarse al pueblo y educarlo, lo mismo que organizarlo para la lucha por la reivindicación de sus intereses. El resultado de ese trabajo arduo y tenaz fue el triunfo de la revolución socialista en Rusia que transformó radicalmente la vida de los pobres y convirtió a Rusia en la potencia que hoy es.
Por lo tanto, el pueblo mexicano es un pueblo inteligente, trabajador, noble; sin embargo, es un pueblo que ha sido castigado por las clases poderosas negándoles su educación académica y política; es un pueblo que ha sido manipulado durante muchos años para tenerlo controlado y subyugado a los intereses de los grandes capitales; un pueblo indefenso ante los discursos manipuladores y engañosos de quienes a lo largo de la historia se han aprovechado de él y que a la fecha lo siguen haciendo en México. Por eso, para decir que el pueblo es un pueblo sabio se hace necesario educarlo políticamente y organizarlo en torno a la defensa de sus intereses, y solamente así estaremos en condiciones de afirmar, sin lugar a dudas, que el pueblo mexicano es un pueblo sabio.
El pueblo mexicano será un pueblo sabio el día en que, educado y organizado, tome el poder político de este país y logre un cambio profundo en la vida de todos, sin ocurrencias ni amenazas, sino con firmeza, claridad de rumbo, intenciones profundas de cambio y sin manipulación. ¿Es posible que el pueblo se eduque y se organice y logre alcanzar su conciencia de clase para su liberación y sea, así, sabio? Sí que lo es y el Movimiento Antorchista lleva 45 años trabajando en esa tarea y lo seguirá haciendo hasta lograr que México sea una nación más justa, más soberana, más libre, más equitativa con sus hijos y la nación poderosa que está llamada a ser.
La respuesta es afirmativa, siempre y cuando se cumpla la siguiente condición: que el pueblo esté educado, politizado y organizado. De lo contrario, decir que el pueblo es sabio, sin antes haber hecho la aclaración de que el pueblo está desinformado, manipulado, desorientado y, finalmente, mal educado por un sistema que no le ha enseñado a pensar filosófica y políticamente, no solo es un grave error, sino una grave irresponsabilidad y una mentira manipulada.
Efectivamente, fácilmente se puede confundir la idea de la sabiduría del pueblo con la idea de la educación y la politización del pueblo. El pueblo, con su experiencia de años de vida, es decir, con su educación empírica basada en su experiencia práctica, llega a conclusiones que muchas veces tienen visos de ser obra de una creación científica, pues lo espontáneo es el embrión de lo consciente; sin embargo, es el resultado de la experiencia de muchos años lo que hace que el pueblo tenga la fama de ser sabio. Pondré algunos ejemplos. En mi profesión de Ingeniero Agrónomo egresado de la Universidad Autónoma Chapingo, me he encontrado con muchos casos en los que los campesinos que producen la tierra con base en su experiencia, saben más y superan en muchos conocimientos a los propios ingenieros recién egresados de la Universidad y a otros versados en la materia. Por otro lado, he podido constatar cómo algunas señoras que sin tener el conocimiento del español, pues no saben leer y escribir, tienen una impresionante capacidad de desarrollar el sentido del gusto y del sabor, de tal manera que sus guisos son más sabrosos que los de chefs profesionales que se han dedicado a estudiar una carrera y la han concluido exitosamente. Un ejemplo más: hemos podido encontrar cómo se destacan en los pueblos líderes naturales que sin haber estudiado Ciencia Política hablan mucho mejor que quienes se han dedicado a los estudios profesionales de esa ciencia. En apariencia, entonces, dados los ejemplos antes mencionados, se podría llegar a la conclusión de que el pueblo es sabio. De hecho, muchos de los famosos dichos y refranes populares tienen una gran enseñanza y sabiduría para todos nosotros, debido a que son hijos de la experiencia, del sufrimiento, de la lucha y de los tropiezos del pueblo por muchos años.
No obstante, el principal problema que se atisba al señalar categóricamente que el pueblo es sabio, es el que ya planteara Lenin en su famoso libro “El qué hacer”, en el cual destacaba los peligros de un pueblo sin conocimiento, sin educación política y sin organización, pues estaba inclinado a operar sobre la base de la espontaneidad y no de la conciencia de clase, razón porque el pueblo no es capaz de lograr su propia liberación, aunque tenga la fuerza necesaria, pero dispersa, para hacerlo. Efectivamente, actuar de forma espontánea tiene, como si dijéramos, la navaja adentro del pan, puesto que el pueblo obra sobre la base de la ideología dominante y cuando actúa de forma espontánea, sin saberlo ni proponérselo replica en la ideología dominante. La acción espontánea, dice Lenin, no es más que una extensión de la ideología dominante de las clases poderosas, de tal suerte que, la sabiduría del pueblo que actúa de forma espontánea está condicionada a los intereses de las clases poderosas, y por lo mismo limitada por la visión, acción e intereses de las clases poseedoras y dominantes.
Por lo mismo, se hace indispensable, señala Lenin, la formación de la conciencia de clase basada en el principio de la clase en sí y la clase para sí. Efectivamente, la clase en sí es la clase a la que el pueblo pertenece aún sin tener conciencia de ello, es decir, representa la clase en la que se nace independientemente de la voluntad, o sea, la cuna social en la que a uno le toca nacer. Ahora bien, para salir de la clase en sí para tomar conciencia de clase y pasar a representar una clase para sí, el pueblo, por sí solo, no puede salir de su atraso ni tomar conciencia de clase, que expresaba Lenin: “Un hombre no puede levantarse de sus propios cabellos; así el pueblo, no puede volverse clase para sí, es decir, no puede tomar conciencia de clase por sí misma. Se vuelve, entonces, necesario que una fuerza externa, aunque consciente y clara de los intereses y las reivindicaciones de las clases trabajadoras, sea quien eduque y organice al pueblo. La conciencia de clase provendrá del partido revolucionario¨. De esta manera, mediante un proceso de explicación paciente y mediante un periódico para todo el pueblo, decía Lenin, deberá politizarse al pueblo y educarlo, lo mismo que organizarlo para la lucha por la reivindicación de sus intereses. El resultado de ese trabajo arduo y tenaz fue el triunfo de la revolución socialista en Rusia que transformó radicalmente la vida de los pobres y convirtió a Rusia en la potencia que hoy es.
Por lo tanto, el pueblo mexicano es un pueblo inteligente, trabajador, noble; sin embargo, es un pueblo que ha sido castigado por las clases poderosas negándoles su educación académica y política; es un pueblo que ha sido manipulado durante muchos años para tenerlo controlado y subyugado a los intereses de los grandes capitales; un pueblo indefenso ante los discursos manipuladores y engañosos de quienes a lo largo de la historia se han aprovechado de él y que a la fecha lo siguen haciendo en México. Por eso, para decir que el pueblo es un pueblo sabio se hace necesario educarlo políticamente y organizarlo en torno a la defensa de sus intereses, y solamente así estaremos en condiciones de afirmar, sin lugar a dudas, que el pueblo mexicano es un pueblo sabio.
El pueblo mexicano será un pueblo sabio el día en que, educado y organizado, tome el poder político de este país y logre un cambio profundo en la vida de todos, sin ocurrencias ni amenazas, sino con firmeza, claridad de rumbo, intenciones profundas de cambio y sin manipulación. ¿Es posible que el pueblo se eduque y se organice y logre alcanzar su conciencia de clase para su liberación y sea, así, sabio? Sí que lo es y el Movimiento Antorchista lleva 45 años trabajando en esa tarea y lo seguirá haciendo hasta lograr que México sea una nación más justa, más soberana, más libre, más equitativa con sus hijos y la nación poderosa que está llamada a ser.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.