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Este autor (París 1798-1874) fue uno de los historiadores franceses más acreditados del Siglo XIX y el libro arriba citado tiene como principal objetivo explorar las fuentes sociales, geográficas y filosóficas del muy frecuente uso político y demagógico que se da a la palabra pueblo. El propio Michelet se reivindica como parte de éste cuando informa que creció “entre la hierba de los adoquines” de París, que formó parte de una familia pobre –su padre fue tipógrafo, oficio que compartió en su infancia y adolescencia– y que su posterior formación académica se debió a su esfuerzo individual. Fue maestro de enseñanza media y superior en historia y los primeros textos de su autoría estuvieron destinados a la educación escolar. Escribió medio centenar de libros entre los que destacan una Historia de Francia, que pergeñó en 24 tomos a lo largo de 37 años (1830-1867); una Historia de la Revolución Francesa de 1789; Las otras obras de Vico (1835); Las memorias de Lutero por él mismo (1835); El pueblo (1846) y La bruja (1852).
En El pueblo, quizás el texto más cercano a sus afectos e ideología política republicana, democrática y laica, Michelet exalta a los pequeños propietarios campesinos, obreros, burócratas menores, maestros de escuela, artesanos, empleados comerciales y militares como los integrantes específicos de lo que alude como “pueblo”. En contraste, y con obediencia a su posición política, llama bastardos, codiciosos e indolentes a los burgueses. Aunque reconocido como investigador moderno –fue uno de los primeros en hurgar escrupulosamente en archivos de toda índole y usar estadísticas para la reconstrucción histórica– cae con frecuencia en el discurso sentimental y en el chovinismo. Además, carece de la profundidad de algunos de sus contemporáneos más célebres en la Europa de los años 40-70 del Siglo XIX, entre ellos Carlos Marx, Federico Engels, incluso Pierre-Joseph Proudhon, a quienes se refiere sin atreverse a citar sus nombres.
En las páginas de El pueblo, sin embargo, hay reflexiones, analogías, citas y propuestas de análisis reveladoras y sugerentes. Por ejemplo afirma que, en 1840, mientras la tierra cultivable en Francia estaba distribuida entre 15 o 20 millones de campesinos, en Inglaterra se hallaba acaparada por 32 mil personas… Indica también que la “obra histórica capital” de Francia fue la distribución de la tierra, la cual se inició en los Siglos XVI y XVII debido a las hambrunas y a que los feudales remataron sus haciendas para huir de guerras y epidemias… llama a la industria “hermana menor” de la agricultura y asegura que en 1846, en Francia había 400 mil obreros “atendiendo máquinas” con salarios ínfimos… En italiano, la palabra obrero es humilliti, concepto que hace alusión evidente al estatus social de los trabajadores industriales…la unidad de Alemania, buscada desde los Siglos XVII y XVIII, solo fue posible en el XIX gracias a las obras de Goethe, Schelling y Beethoven… las nacionalidades se forman con lenguas, climas, productos naturales, hábitos y costumbres… Michelet propone estas asociaciones de índole histórica: “Inglaterra y sus máquinas”; “Alemania y sus sistemas (filosóficos)”; “Italia y sus obras de arte”; “Francia y el evangelio de la igualdad”…
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural