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Siguiendo la costumbre de la época, Antonio de Saavedra Guzmán viajó a la metrópoli para publicar ahí su obra; a su llegada solicitó la recomendación de privilegiadas plumas y lo consiguió. En su magistral soneto, elogiando a El Peregrino Indiano, Lope de Vega compara las hazañas de un idealizado Hernán Cortés con las de César y pondera al poeta criollo equiparándolo a Lucano, autor de la Farsalia o Bellum Civile, poema en el que se narra la batalla entre César y Pompeyo. Que si es César Cortés, vos sois Lucano, dice Lope y eleva a Saavedra Guzmán al nivel de poeta “oficial” del conquistador.
Vicente Espinel (España, 1550-1624), quien perfeccionara la décima, composición métrica que lleva su nombre, no se quedaría atrás en el elogio de El Peregrino Indiano con el siguiente soneto en el que, si bien pondera las incalculables riquezas que aportó la Conquista a la Corona española, tesoros que la fortalecieron frente al mundo árabe en retirada, no deja de reconocer la fugacidad de tal esplendor, del que nada quedaría al correr de los siglos sin los poetas que cantaron su grandeza y la “heroicidad” de personajes como Hernán Cortés.
Ofrece el mundo en obediencia a España
el nuevo y rico occidental Tesoro;
dones les da a pesar del Turco y Moro
la región del Oriente más extraña.
Cuanto Neptuno en sus ondas baña
rinde sus popas tachonadas de oro;
y al fin parece y pierde su decoro,
que el tiempo y su valor nos desengaña.
Vos nos traéis un don incorruptible
que el tiempo ni la edad jamás consuma,
de claro ingenio, eterno en la memoria.
Un Peregrino tal, que no es visible
cuál debe al otro de los dos más gloria
vos por la espada, o él por vuestra pluma.
Espinel accede a la solicitud y se convierte en panegirista de El Peregrino Indiano, presentando ante Felipe III (a quien compara con el padre de Alejandro Magno) esta crónica en verso. En su encomio al poema, reviste a Hernán Cortés con los atributos del dios Marte, de Juan el Bautista, le atribuye la derrota del demonio Belfegor y del Faraón y la conquista de todo un mundo para la corona española.
DEL LICENCIADO VICENTE ESPINEL, AL REY NUESTRO SEÑOR
Ésta es, Filipo, la inmortal conquista
del gran Cortés, que en honra de tu imperio,
pasó hasta el antártico hemisferio
rompiendo mares y región no vista
Si con la majestad templas la vista,
verás un alto celestial misterio,
un sacro Marte de tu suelo Hesperio
y de la Iglesia un precursor Bautista.
Pura, cendrada y verdadera historia
Don Antonio te ofrece, y asimismo,
de aquel varón que con ardor profundo
derribó a Belfegor, sembró el Bautismo,
sumergió a Faraón, dio paso al mundo,
reinos a España y a su nombre gloria.
La figura de Cortés, gracias a Antonio Saavedra Guzmán y a tan altas recomendaciones literarias, no podía menos que engrandecerse. Pero los siglos transcurrieron y los lectores fueron cambiando; ya no prevalece el poderío de los españoles peninsulares y distan varios siglos de las inconformidades criollas. Ya en 1879, en su prólogo a la edición de El Peregrino Indiano, el historiador, filólogo y editor mexicano Joaquín García Icazbalceta se deslinda del contenido ideológico de la obra y dice de esta extensa epopeya para ensalzar al conquistador: “Pero si el libro tiene tan poco mérito literario ¿a qué reimprimirle? Ya en otra parte lo hemos dicho: debemos conservar piadosamente los pocos restos escapados del naufragio de nuestra literatura antigua, y más cuando se hallan tan próximos a desaparecer. Balbuena anda en manos de todos; González de Eslava está ya reimpreso; salga, pues, de nuevo y sálvese Saavedra, que no es indigno de prensas mexicanas reproducir un libro mexicano rarísimo, donde a vueltas de mucho malo no falta algo bueno, y será muy útil a los que quieran estudiar nuestra historia”.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.