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Nunca faltarán pretextos al imperio para lanzar amenazas –y cumplirlas– contra países a los que se propone ablandar, mantener dóciles a sus designios y obtener de ellos las mayores ventajas económicas, políticas o ambas a la vez. Si se trata vencer comercialmente, por ejemplo, impondrá nuevos aranceles a los productos que se importan del país competidor de que se trate.
En su guerra comercial, la superpotencia norteamericana arremete no solo contra competidores fuertes, como la República Popular China; ataca por igual a sus socios más cercanos y hasta a sus amigos incondicionales. México, uno de sus aliados más antiguos, es objeto de su embestida comercial; el pretexto es que al gobierno mexicano le ha faltado actuar con mano dura para frenar el flujo de migrantes centroamericanos que se dirigen a su territorio. Como Donald Trump no está plenamente satisfecho con la acción del gobierno mexicano frente a los migrantes, amaga con aplicar aranceles que aumentarían gradualmente hasta que se cumplan al pie de la letra sus exigencias.
No es la primera vez que Estados Unidos enfila su guerra comercial contra nuestro país. Hoy presiona con respecto a un problema social; ayer lo hizo para sacar adelante metas económicas como la firma del T-MEC, a finales del sexenio anterior, cuando amenazó con elevar los aranceles al aluminio y al acero. Esta vez amaga con imponer gradualmente gravámenes a todas las importaciones mexicanas, comenzando por el cinco por ciento y escalando mientras no quede satisfecha su demanda de control fronterizo; este emplazamiento es parte de toda una estrategia que parte de un profundo conocimiento de la situación interna de nuestro país, su debilidad social, la problemática económica, el deterioro del prestigio y del apoyo del pueblo mexicano a las políticas del gobierno actual, encabezado por Morena.
Como Donald Trump esperaba, la respuesta del jefe del Ejecutivo mexicano fue débil; esta vez, ninguna voz se atrevió a responder, desde el gobierno, que México también es capaz de imponer aranceles a las importaciones norteamericanas. Efectivamente, la respuesta ante la grave amenaza fue timorata, pretendiendo convencer al principal enemigo de los pueblos del mundo de que se debe respetar la sagrada amistad, la justicia y los derechos humanos. No es ésa la respuesta, en el trato con el imperio, de un gobierno fuerte, nacionalista, combativo y digno, seguro de contar con el respaldo de su pueblo; por el contrario, tal actitud se explica por la dependencia de México y su falta de una estrategia económica frente a los chantajes del vecino del norte, estrategia que sí tienen países económicamente más débiles que México, pero que desafían a la gran potencia comerciando con sus principales competidores.
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Escrito por Redacción