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Escritor alemán nacido el 10 de febrero de1898 en Augsburgo, ciudad de Baviera. Desde muy pequeño sintió afición por las letras y publicó su primera obra cuyo título era Baal cuando tenía 20 años. Joven sumamente rebelde, buscó en el arte la forma de entender la realidad, viendo la literatura como una herramienta para conseguir un cambio en su entorno. Durante la Primera Guerra Mundial y a causa de sus ideas marxistas, Brecht fue obligado a exiliarse y vivió en Rusia, Estados Unidos, Suiza y Finlandia. De esta época datan gran parte de sus obras: Tambores en la noche, Pero en la fría noche y Galileo; la mayoría de ellas con un tono político rebelde y social. Falleció el 14 de agosto de 1956 en Berlín y es recordado como uno de los poetas y dramaturgos más influyentes del Siglo XX, creador del teatro “dialéctico” y autor de una poesía cristalina y viva, gracias a la que ha logrado trascender, convirtiéndose en una lectura indispensable para los amantes del teatro y de la poesía social.
Canción de los poetas líricos
(Cuando, en el primer tercio del Siglo XX,
[no se pagaba ya nada por las poesías).
Esto que vais a leer está en verso.
Lo digo porque acaso no sabéis
[ya lo que es un verso ni un poeta.
En verdad, no os portasteis muy bien con nosotros.
¿No habéis notado nada? ¿Nada tenéis que preguntar?
¿No observasteis que nadie publicaba ya versos?
¿Y sabéis la razón? Os la voy a decir:
Antes, los versos se leían y pagaban.
Nadie paga ya nada por la poesía.
Por eso hoy no se escribe. Los poetas preguntan:
“¿quién la lee?”. Mas también se preguntan:
“¿quién la paga?”.
Si no pagan, no escriben. A tal situación los habéis reducido.
Pero, ¿por qué?, se pregunta el poeta.
[¿Qué falta he cometido?
¿No hice siempre lo que me exigían los que me pagaban?
¿Acaso no he cumplido mis promesas?
Y oigo decir a los que pintan cuadros
que ya no se compra ninguno. Y los cuadros también
fueron siempre aduladores; hoy yacen en el desván...
¿Qué tenéis contra nosotros? ¿Por qué no queréis pagar?
Leemos que os hacéis cada día más ricos…
¿Acaso no os cantamos, cuando teníamos
el estómago lleno, todo lo que disfrutabais en la tierra?
Así lo disfrutabais otra vez: la carne de vuestras mujeres,
la melancolía del otoño, el arroyo, sus aguas bajo la luna…
Y el dulzor de vuestras frutas. El rumor de la hoja al caer.
Y de nuevo la carne de vuestras mujeres. Y lo invisible
sobre vosotros. Y hasta el recuerdo del polvo
en que os habéis de transformar al final.
Pero no es solo esto lo que pagabais gustosos.
Lo que escribíamos
sobre aquellos que no se sientan como vosotros
en sillas de oro, también nos lo pagabais siempre.
¡Cuántas lágrimas enjugamos!
¡Cuántas veces consolamos a quienes vosotros heríais!
Mucho hemos trabajado para vosotros. Jamás nos negamos.
Siempre nos sometimos.
Lo más que decíamos era “¡pagadlo!”
¡Cuántos crímenes hemos cometido así por vosotros!
¡Cuántos crímenes!
¡Y siempre nos conformábamos con
las sobras de vuestra comida!
Ay, ante vuestros carros hundidos en sangre y porquería
nosotros siempre uncimos nuestras grandes palabras.
A vuestro corral de matanzas
le llamamos “campo del honor”,
y “hermanos de labios largos” a vuestros cañones.
En los papeles que pedían impuestos para vosotros
hemos pintado los cuadros más maravillosos.
Y declamando nuestros cantos ardientes
siempre os volvieron a pagar los impuestos.
Hemos estudiado y mezclado las palabras como drogas,
aplicando tan solo las mejores, las más fuertes.
Quienes las tomaron de nosotros, se las tragaron
y se entregaron a vuestras manos como corderos.
A vosotros os hemos comparado
solo con aquello que os placía.
En general, con los que fueron
también celebrados injustamente
por quienes les calificaban de mecenas
sin tener nada caliente en el estómago.
Y furiosamente perseguimos a vuestros enemigos con
poesías como puñales.
¿Por qué, de pronto, dejáis de visitar nuestros mercados?
¡No tardéis tanto en comer! ¡Se nos enfrían las sobras!
¿Por qué no nos hacéis más encargos? ¿Ni un cuadro?
¿Ni una loa siquiera?
¿Es que os creéis agradables tal como sois?
¡Tened cuidado! ¡No podéis prescindir de nosotros!
¡Ojalá supiéramos cómo atraer
vuestra mirada hacia nosotros!
Creednos, señores: hoy seríamos más baratos.
Pero no podemos regalarles nuestros cuadros y versos.
Cuando empecé a escribir esto que leéis
–¿lo estáis leyendo?
me propuse que todos los versos rimaran.
Pero el trabajo me parecía excesivo,
lo confieso a disgusto,
y pensé: ¿quién me lo pagará? Decidí dejarlo.
Canción del autor dramático
(Fragmento)
I
Soy un autor dramático. Muestro
lo que he visto. Y he visto mercados de hombres
donde se comercia con el hombre. Esto
es lo que yo, autor dramático, muestro.
Cómo se reúnen en habitaciones para hacer planes
a base de porras de goma o de dinero,
cómo están en la calle y esperan,
cómo unos a otros se preparan trampas llenos de esperanza,
cómo se citan,
cómo se ahorcan mutuamente, cómo se aman,
cómo defienden su presa,
cómo devoran…
Esto es lo que muestro.
Refiero las palabras que se dicen.
Lo que la madre le dice al hijo,
lo que el empresario le ordena al obrero,
lo que la mujer le responde al marido.
Palabras implorantes, de mando,
de súplica, de confusión,
de mentira, de ignorancia…
Todas las refiero.
Veo precipitarse nevadas,
terremotos que se aproximan.
Veo surgir montañas en medio del camino,
ríos que se desbordan.
Pero las nevadas llevan sombrero en la cabeza,
las montañas se han bajado de automóviles
y los ríos enfurecidos mandan escuadrones de policía.
II
Para poder mostrar lo que veo,
estudié las representaciones
de otros pueblos y otras épocas.
He adaptado un par de obras, examinando
minuciosamente su técnica y asimilando de ellas
lo que a mí me servía.
Estudié las representaciones de los grandes señores feudales
entre los ingleses, con sus ricas figuras
a las que el mundo sirve para desplegar
su grandeza. Estudié a los españoles moralizantes,
a los indios, maestros en las bellas sensaciones,
y a los chinos, que representan a las familias
y los variados destinos en las ciudades.
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Escrito por Redacción