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En 1926, cuando el partido nazi de Adolfo Hitler iba conformándose y tomando la fuerza que posteriormente le permitiría llegar al poder en Alemania, el futuro jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels, después de haber tenido una reunión para limar diferencias en el seno de la incipiente organización fascista, escribió en su diario refiriéndose a Hitler: “Una mente brillante como ésa debe ser mi líder. Me inclino ante el más grande, el genio político”. En otra ocasión escribió: “Adolfo Hitler, te amo porque eres grande y sencillo al mismo tiempo. Lo que alguien llamaría genio”. Estas palabras, por sí mismas, revelan hasta donde sus seguidores admiraban al líder del partido que encabezó la mayor de las matanzas de toda la historia de la humanidad, el fascismo alemán, que se propuso dominar al globo terráqueo instaurando un imperio que durara cientos o miles de años; imperio en el que la raza germánica –la raza aria, superior, según sus ideólogos y propagandistas–, sería la que tendría el dominio total sobre la economía y los recursos naturales planetarios; la raza que tendría la facultad de decidir que pueblo podría existir o desaparecer de la faz de la Tierra. Los jerarcas partidistas del nazismo fueron imponiendo su dominio utilizando hábilmente las técnicas de propaganda que iban orientadas a crear fanatismo en la población alemana. Antes de ser ministro de propaganda y cultura, Goebbels llegó a afirmar: “millones de seres humanos nunca estarán dispuestos a dar su vida por un libro, millones de seres humanos no estarán dispuestos dar la vida por un programa económico, pero millones de hombres sí estarán dispuestos a dar la vida por el evangelio”.
El régimen nazi de Hitler se basó en la idea central de que el Estado debe ejercer el poder de forma totalitaria. Para Hitler era necesario un control absoluto del poder por parte de una camarilla todopoderosa y la población debía estar controlada corporativamente por el Estado. Ninguna organización social podría dejar de ser parte orgánica del control estatal.
En 2016 se filmó la cinta Lída Baarová (The Devil’s Mistress, –La amante del diablo–, su título en inglés), del realizador checo Filip Renc; la cinta es una coproducción de la República Checa y Eslovaquia y narra la vida de la actriz checoeslovaca Lída Baarová (Tatiana Pauhofova), famosa en los años 30 y parte de los 40 del siglo pasado. Su fama no se debió en lo fundamental a que haya destacado como actriz, sino porque se convirtió en la amante de Joseph Goebbels (Karl Marcovics). La cinta nos narra su trayectoria desde su juventud, cuando decidió trasladarse a Berlín en busca de trascender en el cine alemán. Al inicio de su carrera tuvo tropiezos debido a su acento checoeslovaco, pero se sobrepuso a esa limitante al aprender a pronunciar el idioma alemán de forma correcta. Llegó a relacionarse sentimentalmente con el actor aleman Gustav Fröehlich (Gedeon Burkhard), un galán que destacaba en el cine alemán de esa época. La situación de Baarová cambió radicalmente cuando Hitler visitó los estudios cinematográficos en donde ella filmaba; incluso el Führer la invitó a visitarlo en la sede el gobierno.
Sin embargo, aunque Hitler sentía cierta atracción por la bella actriz, reprimió su ánimo de acariciarla. Quien, aun estando casado, cortejó a la actriz fue Goebbels. Baarová se convirtió en la amante de Goebbels, pero la relación se rompió cuando, ante las quejas de la esposa de éste, Hitler le ordenó a su jefe de propaganda cortar inmediata y fulminantemente la relación amorosa con la actriz. El cine europeo, al igual que el estadounidense, se han vuelto muy complacientes con su visión del nazismo. Un ejemplo claro de esto es la cinta hoy comentada. La versión que nos ofrece de la relación de la actriz con el jerarca nazi, se presenta como una relación de genuino “amor”. Pero algunas crónicas de la época y algunos críticos de cine con un sentido más objetivo de esa historia, señalan que Baarová se relacionó con Goebbels por el poder inmenso que tenía sobre todos los medios de comunicación y sobre la industria fílmica de aquella Alemania fascista. Es también importante señalar que para la industria del cine europeo y norteamericano sigue siendo una forma de distraer al público el presentarnos a los monstruos nazis que han sido los criminales más brutales y genocidas de la humanidad como “seres humanos” con “buenos sentimientos”. Hoy el nazismo sigue siendo promovido por las oligarquías europeas y yanqui.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA