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Las guerras se libran, en lo fundamental, en el campo de batalla, y aunque es obvio decirlo, todas, por definición, causan horrores, dolor y excesos. Pero también hay otro frente, el mediático e ideológico, la lucha por las conciencias, a veces decisivo, pues cuando la opinión pública despierta, puede cambiar la correlación de fuerzas, como ocurrió en Estados Unidos (EE. UU.) cuando movilizaciones multitudinarias obligaron al gobierno a retirarse de Vietnam, o más recientemente, frenaron masacres en Medio Oriente.
Hoy estamos ante una nueva, enésima, aventura guerrera de EE. UU. y la OTAN, aunque ahora no directamente (al menos en lo oficial) con sus soldados, sino con armamento, apoyo técnico, económico y de inteligencia, y empleando al ejército ucraniano y mercenarios. Y para desactivar toda posible reacción social contra la aventura guerrera norteamericana, se recurre descaradamente a ocultar información y se propalan rumores o fake news, versiones fabricadas, imposibles de refutar, o verificar, por el ciudadano común. Nada nos dicen, por ejemplo, del origen real del conflicto, cuando desde la primavera del Maidan (el golpe de Estado) en 2014, los nazis ucranianos bombardearon sistemáticamente durante ocho años las repúblicas del Donbás, dejando un saldo de 14 mil civiles rusos muertos. Taimadamente, la prensa occidental hace aparecer como si todo hubiera empezado el pasado 24 de febrero, cuando Rusia lanzó su ofensiva, por lo demás, en legítima defensa. Todo habría surgido de la nada, nos hacen creer, o bien, del “afán expansionista de Vladimir Putin”. Nada se dice tampoco de la expansión de la OTAN hacia Oriente buscando poner en jaque a Rusia.
Con manidos clichés se adormece al público. Dicen, por ejemplo, los gobiernos europeos que ellos apoyan a Ucrania “para salvaguardar los valores de Europa”, aunque sin decir a punto fijo de qué valores se trata. No dicen que en el fondo esos “valores” son: el dominio y saqueo de los países pobres por los grandes corporativos; la “democracia” de los ricos; el mercado como mecanismo de distribución, que excluye a quienes no tienen dinero para comprar lo necesario; el cercar con misiles a Rusia, y armar a Taiwán contra China; el mandar tropas a donde deseen, sobre todo estadounidenses, para aplastar toda resistencia de países independientes; el masacrar afganos, iraquíes o pueblos de África… ésos son sus “valores”. Además, recurren al slogan de llamarse “Occidente”, para enmascarar con esa palabra el interés de los monopolios de EE. UU. y Europa; también hablan de que a Rusia y a China las rechaza “la comunidad internacional”, autodenominación que han adoptado los imperialistas para proclamarse representantes del mundo entero.
Las agencias noticiosas occidentales surten de material informativo a medios de prensa y noticieros mexicanos, les dictan sus contenidos y manipulan así a la opinión pública a favor de EE. UU. Un ejemplo. Recientemente un conductor de noticias, de horarios “estelares”, comentaba eufórico la retirada rusa de la ciudad de Kherson, y concluía refiriéndose al “triunfo” ucraniano como ¡“un punto”! Pero ocultaba tramposamente información bien sabida, y de fuentes libres de toda sospecha, que aconsejan cautela ante la maniobra militar rusa, como ha hecho el exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de EE. UU., y hoy analista militar, Scott Ritter en declaraciones a Sputnik. Contra la algarabía triunfalista del gobierno de Zelenski y de la prensa occidental, dice Ritter: “… la decisión de trasladar las tropas rusas a la orilla izquierda del río Dnepr no debe verse como una ‘derrota rusa’, sino más bien como una victoria pírrica de Ucrania”. Otros analistas prudentes opinan igual.
En la andanada de rumores, con frecuencia nos “informan” que el presidente de Rusia está muy enfermo; por ejemplo, El Financiero publicó, el 16 de junio: “Los rumores sobre un supuesto mal estado de salud del presidente ruso Vladimir Putin nuevamente han dominado la conversación en redes sociales (…) En múltiples ocasiones, se ha captado al presidente ruso con temblores inusuales de pies y manos, lo que ha reforzado teorías (cursivas mías, APZ) que señalan que sufre del mal de Parkinson, incluso se ha asegurado que sufre o ha padecido de cáncer (…) un exespía del KGB aseguró durante una entrevista con el diario británico The Sun que Vladimir Putin padece demencia en ‘etapa temprana’ y Parkinson”. ¡Cuántas ganas tienen las agencias de prensa y sus padrinos de ver muerto al presidente ruso! En el mismo tenor nos “comunican” que hay una “fuerte oposición” social en Rusia a la movilización de reservistas (total, averígüelo quien pueda); que Rusia ya no tiene misiles y necesita pedir drones a Irán; que su ejército tortura presos “por diversión”. Y así, hasta la náusea, todo esto mientras se pinta a los soldados ucranianos y sus mercenarios como blancas palomas.
Noticieros televisivos y prensa escrita en México, y en general en Occidente, están saturados de notas donde se reportan ataques rusos que destruyen edificios residenciales y causan pérdidas de vidas civiles, donde destacan ancianas, o niños, lo que más impacte en la sensibilidad del público. Pero casualmente esos daños a civiles ocurren solo cuando ataca el ejército ruso, jamás cuando la ofensiva provino del ejército ucraniano. Solo se dice que Ucrania “tomó” tal o cual ciudad y fue recibida con alborozo. Una perla de esto la encontramos en un comunicado de prensa de Amnistía Internacional del cuatro de agosto, donde decía: “Ucrania: las tácticas de combate ucranianas ponen en peligro a la población civil. Bases militares establecidas en zonas residenciales e incluso en escuelas y hospitales. Ataques lanzados desde áreas habitadas por civiles (…) Las fuerzas ucranianas ponen a la población civil en situaciones de riesgo al establecer bases y operar sistemas de armas en zonas habitadas por civiles, incluso en escuelas y hospitales, para repeler la invasión rusa (…) Hemos documentado un panorama en el que las fuerzas ucranianas ponen a la población civil en peligro y violan las leyes de la guerra cuando operan en zonas pobladas, ha afirmado Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional”. Obviamente, el gobierno de Zelenski, apoyado por EE. UU., elevó su furibunda protesta contra el reporte, y logró acallarlo.
El ocho de agosto, cuatro días después, Amnistía Internacional retrocedió, y publicó: “Amnistía Internacional lamenta profundamente el dolor y el enojo que ha causado nuestro comunicado de prensa sobre las tácticas de combate de las fuerzas armadas ucranianas” (¡Sic!). Pero otros medios, que no se retractan, han documentado casos de hospitales vacíos, pero con la fachada de hospital, habilitados como cuarteles, almacenes militares, o utilizados para lanzar proyectiles. Y cuando viene la contraofensiva rusa, las agencias de prensa denuncian indignadas: ¡“Rusia atacó una escuela! ¡Rusia atacó un hospital! La verdad es que ¡eran cuarteles! Asimismo, el ejército ucraniano traslada material bélico en vehículos civiles o en convoyes militares camuflados, y las agencias informativas denuncian las “atrocidades” de Rusia cuando su ejército actúa.
Un último ejemplo, el más reciente, de esta orgía de mentiras. Este martes cayó en territorio de Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, un misil pretendidamente “de fabricación rusa” (aun en el supuesto de que fuera de fabricación rusa, ello no probaría en forma alguna que Rusia lo hubiera lanzado); con tal motivo se arengaba ya al mundo entero acusando a Rusia de haberlo disparado: ¡la primera vez que un país de la OTAN ha sido atacado directamente! (CNN dixit), y se anunciaban ipso facto “consultas de alto nivel en la OTAN” para definir una respuesta ante tan artero ataque; Joe Biden convocaba “a una reunión de emergencia”. Sin embargo, con el paso de las horas fue quedando claro, y admitido finalmente por la propia OTAN, que el proyectil había sido lanzado, supuestamente “por error”, por el propio ejército ucraniano; en realidad se pretendía atizar el encono de Rusia con Polonia, y azuzar a la OTAN a intervenir más directamente. Una maniobra demasiado burda y deleznable.
Podrían, en fin, llenarse volúmenes enteros con toda la basura informativa con que se intoxica a la opinión pública. En el frente de batalla la sociedad está inerme frente al bombardeo de noticias sesgadas desde EE. UU. Conviene estar alertas.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.