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Hace más de un siglo que se demostró que el gobierno de un país imperialista está al servicio de los grupos monopólicos que lo llevaron al poder y que, por lo tanto, no puede representar los intereses de su pueblo y menos los de toda la humanidad. En la fase superior del capitalismo, los principales gobernantes suelen ser grandes empresarios, magnates; y nadie debe esperar que velen por el bienestar de la sociedad; por el contrario, hay que estar seguros de que velarán por el interés privado, las ganancias de sus jefes y trabajarán para que la supremacía del capital se conserve eternamente. Ésa es la misión principal de los gobiernos imperialistas. La política económica, la investigación científica, el ejercicio militar, la defensa del país y todas las actividades del Estado están imbuidas de esta característica.
Ejemplo de lo anterior es la carrera espacial, que exhibe a Estados Unidos (EE. UU.) y sus aliados como gobiernos dispuestos a sacrificar la existencia misma de la humanidad para garantizar las ganancias de unos cuantos corporativos.
El Reporte Especial de esta semana habla de una oculta red de comandos espaciales creada por el imperialismo norteamericano y sus aliados para desarrollar la guerra en el espacio exterior que hace décadas sostiene contra Rusia y China, sus principales adversarios no solo en la carrera por el conocimiento científico del espacio extraterrestre, sino en su afán hegemónico y unipolar.
China y Rusia, países a quienes el gobierno de EE. UU. considera enemigos mortales, siempre se mostraron dispuestos a la cooperación conjunta; pero el imperialismo ha violado artículos fundamentales del derecho espacial, aprobados por más de 100 naciones en 1967, que prohíben que el espacio extraterrestre sea objeto de apropiación de carácter nacional ni de otro tipo; promoviendo, en cambio, una legislación que permita a particulares apropiarse de estos recursos, mientras acusa a China y Rusia de intentar lo mismo que ya realiza: militarizar el espacio exterior.
Hace más de cuatro décadas que el imperialismo decidió que la guerra por el espacio extraterrestre había comenzado y desechó toda posibilidad de colaboración conjunta en el terreno científico. El carácter guerrerista, el espíritu de conquista y la naturaleza de explotadores de los gobernantes de Occidente han quedado al descubierto. La carrera para conquistar el espacio ya no es científica, sino una guerra cuyo objetivo principal es el dominio del mundo.
La OTAN, brazo armado del imperialismo, ha declarado como campo de batalla el espacio extraterrestre; y los jefes de los comandos espaciales presumen de “estar listos para derrotar a sus enemigos”, aunque esto signifique comenzar la última guerra que vería la raza humana.
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Escrito por Redacción