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Gertrudis Gómez de Avellaneda
En el género narrativo destacan sus novelas Sab (1841) y Dos mujeres (1842). En la primera, introduce la naturaleza exótica cubana en las letras españolas y se adelanta, por su crítica abolicionista.
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Nació el 23 de marzo de 1814 en Puerto Príncipe, Cuba, cuando el país era aún colonia del Imperio Español. Gertrudis fue considerada en su tiempo como una de las mejores expresiones del movimiento romántico. Sus personales circunstancias biográficas, su apasionado carácter, su generosidad y su marcada rebeldía frente a los convencionalismos sociales la llevaron a vivir de acuerdo con sus propias convicciones, la apartaron de la mayoría de las escritoras de su época, convirtiéndola en precursora del movimiento feminista en España. Como escritora tiene un amplio campo literario en el que se alternan poemas, leyendas, novelas, dramas y artículos periodísticos de indiscutible calidad.

En el género narrativo destacan sus novelas Sab (1841) y Dos mujeres (1842). En la primera, introduce la naturaleza exótica cubana en las letras españolas y se adelanta, por su crítica abolicionista; en Dos mujeres insiste en subrayar la infelicidad a que está condenada la mujer de su época, tanto si se adapta a los convencionalismos sociales propios de la época, como si se declara en rebeldía ante los mismos. Además se adentró en géneros calificados como “varoniles” como el teatro y la novela histórica, género en el que narró la tragedia de Cuauhtémoc. Peleó un sillón en la Real Academia de la Lengua Española que le fue negado y censurado por ser mujer. 

 

 

 

Romance

Contestando a otro de una señorita

 

No soy maga ni sirena,

ni querub ni pitonisa,

como en tus versos galanos

me llamas hoy, bella niña.

 

Gertrudis tengo por nombre,

cual recibido en la pila;

me dice Tula mi madre,

y mis amigos la imitan.

 

Prescinde, pues, te lo ruego,

de las Safos y Corinas,

y simplemente me nombra

Gertrudis, Tula o amiga.

 

Amiga, sí; que aunque tanto

contra tu sexo te indignas,

y de maligno lo acusas

y de envidioso lo tildas,

 

En mí pretendo probarte

que hay en almas femeninas,

para lo hermoso entusiasmo,

para lo bueno justicia.

 

Naturaleza madrastra

no fue (lo ves en ti misma)

con la mitad de la especie

que la razón ilumina.

 

No son las fuerzas corpóreas

de las del alma medida,

no se encumbra el pensamiento

por el vigor de las fibras.

 

Perdona, pues, si no acato

aquel fallo que me intimas;

como no acepto el elogio

en que lo envuelves benigna.

 

No, no aliento ambición noble,

como engañada imaginas,

de que en páginas de gloria

mi humilde nombre se escriba.

 

Canto como canta el ave,

como las ramas se agitan,

como las fuentes murmuran,

como las auras suspiran.

Canto porque al cielo plugo

darme el estro que me anima

como dio brillo a los astros,

como dio al orbe armonías.

 

Canto porque hay en mi pecho

secretas cuerdas que vibran

a cada afecto del alma,

a cada azar de la vida.

 

Canto porque hay luz y sombras,

porque hay pesar y alegría,

porque hay temor y esperanza,

porque hay amor y hay perfidia.

 

Canto porque existo y siento

porque lo bello me admira,

porque lo bello me encanta,

porque lo malo me irrita.

 

Canto porque ve mi mente

concordancias infinitas,

y placeres misteriosos,

y verdades escondidas.

 

Canto porque hay en los seres

sus condiciones precisas:

corre el agua, vuela el ave,

silba el viento, y el sol brilla.

 

Canto sin saber yo propia

lo que el canto significa,

y si al mundo, que lo escucha,

asombro o lástima inspira.

 

El ruiseñor no ambiciona

que lo aplaudan cuando trina

latidos son de su seno

sus nocturnas melodías.

 

Modera, pues, tu alabanza,

y de mi frente retira

la inmarchitable corona

que tu amor me pronostica.

 

Premiando nobles esfuerzos,

sienes más heroicas ciña;

que yo al cantar solo cumplo

la condición de mi vida.

Las contradicciones

No encuentro paz, ni me permiten guerra;

de fuego devorado, sufro el frío;

abrazo un mundo, y quédome vacío;

me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

 

Ni libre soy, ni la prisión me encierra;

veo sin luz, sin voz hablar ansío;

temo sin esperar, sin placer río;

nada me da valor, nada me aterra.

 

Busco el peligro cuando auxilio imploro;

al sentirme morir me encuentro fuerte;

valiente pienso ser, y débil lloro.

 

Cúmplese así mi extraordinaria suerte;

siempre a los pies de la beldad que adoro,

y no quiere mi vida ni mi muerte.

Significado de la palabra yo amé

Con yo amé dice cualquiera

esta verdad desolante:

Todo en el mundo es quimera,

no hay ventura verdadera

ni sentimiento constante.

 

Yo amé significa: “Nada

le basta al hombre jamás:

la pasión más delicada,

la promesa más sagrada,

son humo y viento ¡y no más!”.

Al partir

¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!

¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo

la noche cubre con su opaco velo,

como cubre el dolor mi triste frente.

 

¡Voy a partir! La chusma diligente,

para arrancarme del nativo suelo

las velas iza, y pronta a su desvelo

la brisa acude de tu zona ardiente.

 

¡Adiós, patria feliz, edén querido!

¡Doquier que el hado en su furor me impela,

tu dulce nombre halagará mi oído!

 

¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...

El ancla se alza... el buque, estremecido,

las olas corta y silencioso vuela!


Escrito por Redacción


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