Cargando, por favor espere...
En lugar de tranquilizar a los grupos políticos, la renovación de poderes en 2018 los ha llevado a la confrontación por los privilegios que el poder les otorga; este ambiente se extenderá al año actual. La votación mayoritaria que permitió ganar la Presidencia al nuevo partido gobernante, lejos de impulsarlo a trabajar por un verdadero cambio en México, parece haberlo enloquecido.
Al nuevo gobierno no se le ven pies ni cabeza y lo único que se avizora es una serie de confrontaciones. El amasijo de acciones y fraseologías de diferentes posiciones ideológicas y económicas confunde a los enemigos y también a los amigos. Ni en el discurso ni en los hechos se puede estar al mismo tiempo con el pueblo y con los ricos; cualquier esfuerzo en este sentido solo traerá como resultado enormes contradicciones que en pocos meses atestiguaremos.
Los intelectuales que acompañan al Presidente tienen parte de la responsabilidad en la visión desordenaba o enredada de su jefe, aunque desde mucho tiempo se sabe que éste ha inventado su propio mundo “indígena” e incluso creado rituales por demás ridículos que nada tienen que ver con la cosmovisión de dichos pueblos, a quienes ha convertido en “fetiches”, conservando su estatus de marginación y discriminación en el que viven desde hace varios siglos. Esos intelectuales, que ahora se refieren a la “democracia participativa” como si se tratara de algo nuevo y aplauden la organización de consultas populares que en nada remediarán la pobreza, forman parte de la misma comedia política.
La ciencia económica ha demostrado que lo único que produce riqueza es el trabajo humano; pero en 2019 el discurso oficial seguirá repitiendo la mentira de que la corrupción es la raíz de la pobreza en el país. En el corto plazo, el gobierno de la buena moral (que no es ajeno a la práctica que dice combatir) se dará cuenta que ni la “austeridad” ni los ahorros que va a hacer con su combate a la corrupción, le servirán para resolver el problema estructural de la economía mexicana, que consiste en que los que producen la riqueza no disfrutan de ella, mientras que la mancuerna indisoluble gobierno-empresarios se apropia de la misma. Para que ocurra algo diferente tendría que terminar esta relación y que la clase social que ha soportado por muchos años todas las vejaciones posibles llegue al poder.
Hasta ahora las únicas señales claras del nuevo gobierno no apuestan a la creación de un proyecto de trabajo productivo, ni tampoco a la equitativa distribución de la riqueza; más bien se ha anunciado un asistencialismo exacerbado, supuestamente destinado a mejorar la suerte del pueblo “sabio y bueno”. El asistencialismo, si bien es una prioridad por la existencia de paupérrimas condiciones de vida en las masas populares, ha servido más para el control social y la corrupción de éstas. Ya tendremos tiempo para evaluar el antes y el después de los nuevos programas asistenciales, pero en lo inmediato los números cuentan: ¿Cuántos nuevos jóvenes serán becados? ¿Cuántos ancianos más recibirán los apoyos? ¿Cuántas madres solteras serán beneficiadas? El punto clave está en saber si con dichos programas la pobreza se reducirá, aunque sea un poco.
Por lo pronto, los problemas socioeconómicos con cifras crudas y mayor urgencia por paliar o resolver en el mediano plazo carecen de una estrategia claramente definida por parte del gobierno entrante. Tal es el caso, por ejemplo, del trabajo informal, que absorbe al 60 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) y de la existencia de otros millones de mexicanos deseosos de contar con un ingreso seguro, producto de su labor honrada y formal. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reporta que la cifra de los desempleados se eleva exponencialmente cada año.
El pueblo tiene amplias expectativas con respecto a la disminución del precio de la gasolina, pero seguirá la misma tendencia, al igual que los productos de primera necesidad. Si bien no habrá nuevos impuestos, nada se dice de quitar la dura carga tributaria que recae sobre las mayorías y que ya de por sí es insoportable. Aunque el salario mínimo subió a más de 100 pesos, esta alza tendrá poco impacto en el poder de compra de los ciudadanos. De ahí que el Banco de México (Banxico) pierda el tiempo tratando de estabilizar la economía subiendo la tasa de interés.
El desencanto es lo único que crecerá, pues la economía permanecerá estancada y las variables macroeconómicas estarán en un punto crítico. Y el pan y el circo al que recurre una y otra vez el gobierno de poco servirán, porque en algo tiene razón el Presidente: las masas populares van aprendiendo y cada vez le costará más trabajo que éstas se traguen sus cuentos.
Cierran avenida Izazaga; comerciantes exigen a Ebrad que los deje trabajar
Congreso de la CDMX recibe el PEF 2025; habrá aumentos a las 16 alcaldías
Por derroche, en Guanajuato suspenden Fideicomiso
No desparece en el Congreso de la CDMX la moción suspensiva
Aumentarán impuestos para gasolina, refresco y cigarros; IEPS
Policías se enfrentan a comerciantes en villa navideña
Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA