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¿Puede alguien dar una visión apologética del alcoholismo? La pregunta no es ociosa, dado que al revisar la historia de la sociedad humana podemos ver que el uso del alcohol –y de otras drogas– se remonta a los mismos orígenes de la civilización; los motivos del consumo de drogas han sido históricamente de distinta índole (religiosa, ritual, medicinal, para la distracción, etc.). Por ejemplo, se ha podido establecer por investigaciones serias que ya hace cinco mil años, en la civilización asiria, los hombres consumían algunas sustancias opiáceas. Fue en las primeras grandes civilizaciones como Egipto y Mesopotamia en donde el alcohol tuvo un consumo muy extendido (probablemente la fermentación de miel fue la primera forma de alcohol que se consumió en aquellos remotos tiempos).
Pero el consumo del alcohol en exceso y por periodos largos en la vida de un ser humano es considerado por la medicina moderna como una enfermedad muy difícil de curar, por no decir incurable. Las consecuencias sociales de esta enfermedad son devastadoras. Según datos que proporcionan distintos organismos internacionales, el alcohol en exceso es la causa de que mueran casi 3.5 millones de personas al año, siendo ese consumo un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos. También es factor que incide en una disminución en la expectativa de vida de millones de personas y provoca la incapacidad laboral a temprana edad en millones de seres humanos.
Y en el terreno histórico social es muy conocida la opinión de Federico Engels –dada en su célebre ensayo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre–, sobre el papel que ha jugado el alcohol en la conquista y aniquilación de los pueblos originarios de América por parte de los invasores europeos que llegaron a este continente a finales del Siglo XV; esta visión científica sigue vigente hoy, cuando las oligarquías capitalistas utilizan el alcohol y otras drogas (incluidas las modernas, como las redes sociales y otras de origen tecnológico) para ejercer su dominación mental, ideológica y política.
A propósito del alcoholismo, hoy reseño y comento la cinta Otra ronda (2020) del director danés Thomas Vinterberg, quien narra la vida de cuatro profesores de nivel preparatoria que experimentan el consumo dosificado de alcohol para poder mejorar su desempeño docente y su vida matrimonial. Los cuatro profesores son: Martin (Mads Mikkelsen), Tomy (Thomas Bo Larsen), Peter (Lars Ranthe) y Nicolaj (Magnus Millang).
El protagonista principal de esta historia es Martin y es el primero en consumir bajas cantidades de alcohol ante las constantes quejas de sus alumnos por la pésima forma de impartir sus clases; en una cena para festejar el cumpleaños número 40 de Nicolaj, el grupo de profesores discute sobre la teoría del psiquiatra Finn Skarderud, que sostiene que mantener un 0.05 de contenido de alcohol en la sangre permite a las personas estar más relajadas, pero sobre todo más creativas y eficaces.
Martin tiene fuertes problemas con su esposa y su vida se ha vuelto casi una pesadilla, lo cual lo tiene deprimido. Experimenta el consumo controlado de alcohol en bajas cantidades. Su vida cambia, pues a partir de ese consumo moderado, sus clases se vuelven amenas y muy activas, lo cual es percibido con agrado por los estudiantes. Al darse cuenta del éxito de Martin, los demás profesores deciden experimentar el uso controlado de alcohol. El cuarteto de profesores se da cuenta que ha dejado atrás su vida monótona y aburrida y decide aumentar la dosis de alcohol, pero el asunto se sale de control el día que deciden emborracharse hasta perder la conciencia.
Intentan dejar de beber alcohol por un tiempo, pero Tomy se ha vuelto alcohólico y, en un día de borrachera, decide ir a remar al mar con su perro, como resultado, el profesor muere ahogado. Martin se ha separado de su esposa, pues ella le ha confesado que le ha sido infiel.
Al final de esta historia, después del funeral de Tomy, los tres amigos deciden ir a cenar. Martin recibe un mensaje de su esposa en el que ella le dice que lo extraña mucho. Martin recobra su ánimo y, en la graduación de sus alumnos, ejecuta un baile de su juventud, de forma por demás inspirada.
Escrito por Cousteau
COLUMNISTA