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El humanismo de Máximo Avilés Blonda
Su exquisita sensibilidad se manifiesta, por ejemplo, en su "Elegía por la muerte de un ave", en la que desarrolla una alegoría sobre el derecho de los hombres a vivir en libertad y armonía.
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Máximo Avilés Blonda (Santo Domingo, 1931-1988) fue un poeta y dramaturgo dominicano, licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Derecho por la Universidad de Santo Domingo, en la que posteriormente impartió clases de Historia Dominicana y Literatura. Fue quien dio nombre a la Generación de 1948, un grupo de jóvenes poetas de su país congregados en torno al periódico El Caribe, donde Doña María Ugarte –primera mujer en ejercer el periodismo en la República Dominicana– había abierto una sección para promover sus talentos.

En el Diccionario de la literatura dominicana: biográfico y terminológico, Franklin Gutiérrez plantea que la “Generación del 1948 (...) se caracterizó por la creación de una poesía testimonial, esencialmente política, la cual recrea la historia. Es poesía para buscar y redescubrir el paisaje nacional. Esta poesía canta al hombre y a su destino transmutado en las dimensiones humanas y universales”.

A la profunda religiosidad de Avilés se une su formación clásica, humanista, que abreva en la poesía universal y especialmente en la de la generación del 27 español. Su exquisita sensibilidad se manifiesta en los motivos más inesperados, con fuerza y profundidad, como en su Elegía por la muerte de un ave en la que, con el pretexto de llorar la muerte en cautiverio de un animal indefenso, desarrolla una alegoría sobre el derecho de los hombres a vivir en libertad y en armonía; el ave, entonces, representa a un hombre muerto en prisión.

¿Qué enlutada substancia, qué polvo

cubrió al mundo cuando cesó tu canto

[tembloroso?

¡Oh, mensajero fiel de otras auroras!

¡Oh, ángel perseguido por la música!

Silbador de la estrella.

Prisionero.

Cantador de la libertad que no tenías

que comenzaba al borde de tu reja

y nunca terminaba.

¡Tan pequeño es el mundo sin tu canto!

¡Tan lejano el amor sin el roce de tu ala!

¡Tan húmedo el alpiste sin tu pico!

¡Tan terrible el vacío que dejaste

que apenas cabe en él una palabra!

Tú debiste morir en una rama verde

o cantando en el hombro de una estatua.

No debiste morir en este instante,

puro cantor de ríos,

que escapaste del plomo y de la flecha

y quedaste entre rejas,

prisionero

para mirar con tus vivaces ojos

la música de un mundo que no sueña.

No debiste morir en este espacio,

en donde estamos muertos.

Solos.

Como a varias generaciones de poetas e intelectuales dominicanos, a Máximo Avilés le tocó vivir –y condenar– la prolongada, sanguinaria y genocida dictadura fascista de Rafael Leonidas Trujillo Molina, delincuente en sus orígenes y encumbrado al poder presidencial a través de un golpe militar, quien gobernara de 1930 a 1961 bajo la protección de Estados Unidos; a Trujillo se atribuyen más de 50 mil asesinatos políticos; fue admirador de Hitler y amigo de Francisco Franco, junto a quien hoy está enterrado porque su país ha negado la repatriación de sus restos; su nombre fue impuesto a calles, universidades, poblaciones y premios; en 1957 ordenó la publicación de Homenaje de los poetas al generalísimo, libro en el que se canta su “gloria” y sus “hazañas” y en el que sobre todo a través del miedo, se obligó a un gran número de poetas a ensalzar al dictador, llamándole “Benefactor” y “Padre de la Patria Nueva”. En ese ignominioso ejemplo de la sumisión del arte a los fines más aviesos de los gobiernos, figura el soneto A Trujillo, atribuido a Avilés Blonda, escrito en clave sarcástica y absolutamente fuera de su estilo, rasgo que puede observarse en numerosos poemas de tan despreciable antología. 


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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