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El nacionalismo de los países débiles es, en razón de su defensa territorial e identitaria, antiimperialista. Grandes obras de arte de todo el Siglo XX nacieron de la imperiosa necesidad de reforzar el sentimiento de amor a la patria y blindar ideológicamente a la población contra las amenazas intervencionistas de las naciones más poderosas. Es, pues imprescindible que las generaciones más jóvenes no olviden nunca que la invasión estadounidense de 1846 a 1848, arrebató a la República Mexicana más de la mitad de su territorio y, con él, enormes extensiones de tierras con vocación agropecuaria, minera, de extracción petrolera, así como puertos estratégicos que aumentaron las ventajas del vecino del norte y prepararon su dominio sobre el mundo entero.
La ceremonia en que se conmemora cada año el inicio de la Guerra de Independencia, hoy desvirtuada por ambiciones tiránicas, comúnmente opaca otra efeméride: la defensa del Castillo de Chapultepec, heroica en toda la extensión de la palabra, dada la superioridad numérica y de capacidad de fuego de los atacantes. Cada año, diversos medios reviven el debate en torno a si la hazaña gloriosa de Los Niños Héroes es o no un invento que, repetido hasta la saciedad, termina por naturalizarse en el imaginario colectivo. Mito o no, los detalles de su defensa del último bastión de la capital de la República han alimentado los ideales de soberanía de muchas generaciones y son aún un símbolo de la defensa irreductible contra el invasor. Por ello, los chistoretes irreverentes que circulan cada año, tienen el peligroso (y difícilmente detectable) objetivo de destruir uno de los símbolos mas enraizados de la resistencia mexicana ante la invasión norteamericana son parte de toda una campaña ideológica para que abandonemos el nacionalismo como sana defensa de los pueblos oprimidos; si la conciencia colectiva necesita de símbolos que la inciten a la acción, destruir esos símbolos busca dejar a las masas en la orfandad ideológica.
Si burlarse de los héroes nacionales desde la chabacanería del poder ya es preocupante, deconstruir la admiración hacia los poetas patrióticos nacionales, cambiándoles el nombre (aunque sea por un dudoso lapsus linguae), y luego darle foro al dislate para divertir a bajo costo a las masas, abre el portillo a la ideología imperialista y es, por definición, una expresión del neoliberalismo, que alienta en las entrañas del actual régimen, aunque éste lo niegue. Simplificar puerilmente la aportación de poetas y héroes patrios es un intento más de esfumar su importancia e inutilizar su obra como alimento espiritual de la lucha presente.
Volver a la poesía nacionalista de Amado Nervo (1870-1919) es hoy más necesario que nunca; y no solo en ocasión de las Fiestas Patrias, sino permanentemente, para recordar el ideal expresado en el famoso estribillo de Los niños mártires de Chapultepec (1909):
Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.
Y ahora, que Estados Unidos amenaza con intervenir si no se le entrega el agua en la frontera; y el Gobierno Federal prefiere enviar a las fuerzas armadas a sofocar la legítima protesta de los agricultores que defienden la presa La Boquilla, mellar el filo del nacionalismo mexicano es un caro servicio al imperio más allá de toda sospecha de ingenuidad. Por ello, ¡qué ilustrativos, qué vigentes son los versos que el poeta nayarita publicara en 1919 en El Arquero divino:
¡Ay infeliz México mío!
Mientras con raro desvarío
vas de una en otra convulsión,
del lado opuesto de tu río
te está mirando, hostil y frío,
el ojo claro del sajón.
¡Cese tu lucha fratricida!
¡Da tregua al ímpetu suicida!
¿Surges apenas a la vida
y loco quieres ya morir?
¡Torna a la digna paz distante
que ennobleció tu ayer radiante,
y abre un camino de diamante
en el obscuro porvenir!
El 14 de septiembre de 2016, entrevistado por Milenio, el poeta y crítico literario Luis Miguel Aguilar Camín clasificó este poema dentro de la “poesía patriosare” de Amado Nervo, en alusión a la estrofa antiimperialista del Himno Nacional Mexicano: Mas si osare un extraño enemigo/ Profanar con su planta tu suelo… Y si ésta etiqueta puede aplicarse a la poesía patriótica mexicana de toda una época, yo digo que en el momento actual necesitamos más de esa poesía antiimperialista; que venga más nacionalismo sano como el de Amado Nervo:
Es cruel.... mas, entonces, ¿por qué ahora
muestra galas el Bosque y luce aliños?
¿Por qué canta el clarín con voz sonora?
¿Por qué nadie está triste, nadie llora
delante del recuerdo de esos niños?
Porque más que la vida, bien pequeño;
porque más que la gloria, que es un sueño;
porque más que el amor, vale, de fijo,
la divina oblación, y en una losa
este bello epitafio: “Aquí reposa;
dio su sangre a la Patria: ¡Era un buen hijo!”
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.