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“¡Que viva Bolivia!, ¡que viva nuestro proceso de cambio!, ¡que viva la revolución democrática cultural!, ¡que vivan nuestros movimientos sociales!, ¡que vivan nuestros profesionales!, ¡patria o muerte!, ¡patria o muerte!”, así concluyó Evo Morales el mensaje que dirigió a la multitud reunida en el municipio de Chimoré, el pasado 17 de mayo. Fue el primer acto que el presidente de Bolivia encabezó en su campaña política para obtener su cuarto mandato como timonel de la sociedad boliviana. Durante cinco meses, los candidatos a la Presidencia de Bolivia intentarán ganarse la simpatía de la población en las elecciones generales del 20 de octubre. Evo no llega en su mejor forma a esta campaña, pues algunos sectores que otrora apoyaron al líder indígena hoy rechazan su continuidad en el cargo.
Las primeras señales del desgaste aparecieron en 2016, cuando el oficialismo perdió el referéndum que pretendía habilitar a Evo para contender por su cuarto periodo presidencial. Dado que la Constitución promulgada en 2009 solo permite que el presidente se reelija una vez de forma consecutiva, el Movimiento al Socialismo (MAS), partido en el poder, buscó hacer los cambios necesarios para postular nuevamente a Evo. Cuestionados sobre el tema, el 51 por ciento de los bolivianos dijo que no estaba de acuerdo en reformar el artículo 168 constitucional, mientras que el 49 por ciento respondió afirmativamente. Aunque en la pregunta no se citó abiertamente a Evo, fue claro que se trató de abrirle las puertas legales para que volviera a participar. Las fuerzas sociales aglutinadas en torno al líder cocalero sufrieron una derrota, pero encontraron la forma de superar el trance.
Ante la imposibilidad de reformar la Constitución, los evistas apelaron al Tribunal Constitucional, que luego de analizar durante varios meses la demanda finalmente dictaminó que Evo podía contender por un nuevo periodo presidencial, pues negarle esa posibilidad implicaría la violación a sus derechos humanos. Fue así como a partir de diciembre de 2018 Morales quedó habilitado para participar en el proceso electoral del que saldrá el presidente de Bolivia para el periodo 2020-2025. Con todo, el pequeño revés sufrido por el oficialismo en el referéndum expresa la necesidad de realizar algunos cambios en el interior de las fuerzas progresistas gobernantes.
¿Qué está ocurriendo? Nadie puede negar, ni siquiera sus más rabiosos opositores, el éxito de Evo en lo que se refiere al crecimiento económico. Durante los 14 años gobernados por el MAS, la economía boliviana ha tenido un crecimiento anual superior al cuatro por ciento –la economía mexicana en ese mismo periodo creció en promedio el 1.8 por ciento en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) y 2.4 por ciento en el de Enrique Peña– y dicha tasa ha sido celebrada por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). A pesar del contexto económico adverso, que afectó a todas las economías latinoamericanas, Bolivia ha sostenido un crecimiento ejemplar. Pero el equipo de Evo no solo ha sabido generar riqueza, sino que la ha distribuido entre los grupos que más la necesitan. Así, por ejemplo, la pobreza extrema pasó del 38 por ciento en 2006 al 18 por ciento en 2018.
Al gobierno de Evo no se le puede acusar de incompetente o de tener en crisis a su pueblo. Sin embargo, se vuelve imperativo que el proceso boliviano encuentre nuevos liderazgos que aglutinen a las fuerzas sociales y políticas progresistas. Es muy probable que Evo triunfe una vez más en las urnas el próximo 20 de octubre, porque la oposición no tiene argumentos para atacar la gestión del líder indígena, además de que está muy fragmentada.
De todas formas, Evo y su grupo no deberían ignorar las voces de los bolivianos que ya no los apoyan: los últimos sondeos en revelado que el principal argumento de los opositores a Evo es “su deseo de mantenerse en el poder”. Es tiempo de que los revolucionarios de Bolivia respondan entonces a la pregunta: después de Evo, ¿quién?
Escrito por Ehécatl Lázaro
Columnista de politica nacional