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Los otros datos que, de forma por demás burda, niega el Presidente, a pesar de que los órganos de su gobierno tienen la obligación de proporcionarlos, mostraron que, en el primer trimestre del año, no hubo crecimiento económico. Este resultado, aun cuando haya buenas previsiones, evidencia que no podremos crecer lo requerido para superar la debacle económica del 8.5 por ciento en 2020. El Presidente no está de buenas; aunque sus mentiras en las conferencias mañaneras tengan como finalidad convencer a los mexicanos de que todo es felicidad y bonanza en su gobierno, la falta de crecimiento se resiente en los hogares; no hay fuentes de empleo y el incontrolable y generalizado incremento en los precios de los productos básicos lo desmienten.
De poco ha servido que los funcionarios públicos se queden afónicos gritando que la pandemia está controlada y que el semáforo epidemiológico esté en verde, ya que con ninguna de estas señales mediocres han logrado que la economía funcione y avance; mientras, las muertes por Covid-19 aumentan; el día en que se revelen las verdaderas cifras, los mexicanos nos quedaremos pasmados. En este escenario llegamos nuevamente a la edición 2021 del mentado Buen Fin: ¡el fin de semana más barato del año!; cuya duración, por tercera ocasión, ha ampliado el gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) para que sus supuestos “enemigos de clase”, los empresarios, tengan mejores ganancias. El Buen Fin 2021 comenzó el 10 y terminará el 16 de noviembre; y el gobierno espera con ello que la economía se recupere milagrosamente.
Pero antes de creer en la campaña publicitaria con que el gobierno y los empresarios buscan “pescar” al mayor número posible de consumidores incautos, hay que considerar los siguientes asegunes: El primero, conocido desde hace mucho tiempo, es que entre más rápido las empresas ponen sus mercancías –necesarias o no– en manos de los consumidores, más rápido concretan sus ganancias; ya que, como la misma Ley de Sociedades Mercantiles estipula, su característica principal es el afán de lucro. Es decir, los empresarios nunca regalan sus productos, ni los venden a precios justo y mucho menos por debajo de sus costos de producción.
Todo lo contrario y, como siempre, tratan de maximizar sus ganancias; para lograrlo, buscan todo tipo de argucias y triquiñuelas que van desde pagar salarios miserables a sus trabajadores, comprar materias primas a precios regalados, usar insumos de baja calidad, mentir sobre los atributos de sus productos o servicios y coludirse con los gobiernos en turno para que los consumidores gasten el poco dinero que reciben cada fin de año.
Es en este escenario donde las empresas anuncian que venden más barato; pero en realidad solo reetiquetan los precios en el mejor de los casos; o si efectivamente los precios son más bajos, ello se debe a que estas mercancías ya no se consumen y proceden de sus inventarios, con lo que también salen ganando. Sus defensores de oficio plantean que estas empresas tienen “responsabilidad social”; esto no es cierto. Todo es producto de la publicidad, ya que a los empresarios les importa poco la sociedad y solo tienen intereses.
El segundo “asegún” es que la economía mexicana no se recuperará con esta acción; porque el consumo del “Buen Fin” no es duradero, estable y equilibrado; es solo un espejismo muy parecido a las compras de pánico. Una vez que haya pasado, nos espera la cruda realidad: los ingresos de las familias son bajos y siguen disminuyendo a tal grado que lo que hoy se consume, se sacrifica para mañana. Las familias viven endeudadas con las tiendas de “abonos chiquititos” y éstas son las empresas que precisamente ahora se deshacen de sus mercancías de inventario, o reetiquetadas, las dan a crédito para endeudar a un mayor número de compradores, quitándoles sus magros ingresos de fin de año.
Es necesario que la gente no descubra las trampas mercadológicas, que no gaste lo que no tiene. Un Buen Fin sería que exijamos que el gobierno se ponga a trabajar y que dé resultados, que para eso se le paga.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA