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¡Qué vivan los estudiantes!
La imagen dio la vuelta al país entero: jóvenes estudiantes del CCH Azcapotzalco que habían acudido a la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
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La imagen dio la vuelta al país entero: jóvenes estudiantes del CCH Azcapotzalco que habían acudido a la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para protestar por la falta de seguridad en su campus fueron golpeados por unos porros, a unos cuantos metros de la máxima casa de estudios del país, sin que la vigilancia los protegiera y ante la complacencia de las autoridades, quienes mantuvieron las puertas cerradas. Se sabe por la prensa que la agresión fue planeada y que los “porros” están relacionados con un grupo político.

La indignación y la solidaridad surgieron en prácticamente todos los planteles de la UNAM, así como en otras universidades del país. Pero al pasar de los días y con la expulsión de 25 porros, el movimiento se diluyó rápidamente. Como en política nada es casual, se especula que en realidad se trató de un operativo destinado a negociar parte del control de la UNAM.

Sin embargo, el conflicto estudiantil cobró relevancia debido a su cercanía con una de las fechas más emblemáticas para muchos estudiantes: el 2 de octubre. Esto nos lleva a algunas reflexiones, pues a 50 años del Movimiento del 68, las condiciones en el mundo han cambiado. Si los estudiantes del 68 vieron un mundo con efervescencia total en pueblos progresistas, hoy solo presencian la violencia guerrerista y pueblos devastados. En retrospectiva, los ciudadanos en general han visto en México pocos avances en libertades y progreso. Algunos pueden argumentar que derivado de la agresión del 68, hoy tenemos un país más democrático y como prueba máxima de su aserto citan la llegada de la supuesta izquierda a la Presidencia.

No se quiere aceptar que todo estuvo orquestado por los dueños del dinero para que así sucediera, porque así conviene a sus intereses y que la mentada democratización ha sido en realidad uno de los desvíos más grandes de la clase trabajadora para que ésta no se organice y luche por el poder político. Las buenas intenciones de los estudiantes del 68 se vieron torcidas por líderes aventureros y oportunistas que condujeron al movimiento a una lucha estéril y a la represión, la cárcel y la muerte. No se precisan cifras; algunos hablan de 20, 100 o 500 estudiantes que pagaron con su vida, aparte de los miles de heridos y encarcelados. El Estado se quitó la careta mostrando su fuerza  y su fiereza. Si el plan era dar una lección ejemplar para acallar cualquier voz disidente, se logró con gran éxito, porque a 50 años de la represión brutal, los movimientos estudiantiles tomaron caminos inmediatistas,  cayeron en el conformismo y se vieron reducidos a hacer “revoluciones” de papel.

Encabezar un movimiento estudiantil que logre reivindicaciones y reciba el apoyo popular no es sencillo. Los estudiantes aprendieron la lección, pero también el Estado  aprendió a buscar nuevos mecanismos de control, que van desde entrenar grupos de choque (los porros de la UNAM son ejemplo de ello) hasta coartar las libertades estudiantiles en los centros universitarios donde no se permite hablar de política y mucho menos de organización estudiantil. Los maestros, salvo progresistas y honrosas excepciones, se prestan a reprimir académicamente y el personal administrativo hace sentir el peso de las normas y procedimientos contra cualquier intento de cambio. O bien, se corrompe a los estudiantes sobresalientes, ofreciéndoles premios académicos, puestos de trabajo, privilegios, comidas, drogas y borracheras. Con ello, el espíritu juvenil, rebelde por naturaleza, pronto se adormece.

Las promesas mediáticas y la realidad económica dejan pasmada a la juventud, a pesar de que en su vida cotidiana se enfrente a un cúmulo de problemas y sea víctima de los síntomas de descomposición del modelo económico –violencia, ausencia de oportunidades para estudiar, pobreza y desempleo– que no logra entender. Y para exigir mejores condiciones para estudiar y realizarse, debe pertrecharse con los argumentos y la confianza que necesita. Por eso es indispensable entender cómo funciona la sociedad, comprender el papel que juegan los estudiantes y su obligación moral en la conducción de los campesinos y los obreros, quienes crean la riqueza que otros disfrutan mientras ellos se consumen en el infierno. Con mucha razón, Violeta Parra los comparaba con “pajarillos libertarios igual que los elementos”. La lucha estudiantil es bienvenida a la hora que sea.


Escrito por Redacción


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