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De acuerdo con los indicadores que mensualmente reporta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el consumo privado en México repuntó, en junio, 5.52 por ciento respecto a mayo de 2020, después de una serie de caídas continuas. Para situar en perspectiva este dato, es conveniente recordar que la disminución general del consumo en los hogares durante el confinamiento de la pandemia ha sido de mayor profundidad que la provocada por la crisis de 2008-2009, razón por la que dicho repunte no representa una efectiva ni rápida recuperación, pues los niveles de consumo son parecidos a los que hubo en 2011.
Desde una visión cortoplacista, puede decirse que, efectivamente, la caída en el consumo de los hogares se debe a los efectos del Covid-19 y también, por supuesto, a que más del 50 por ciento de los trabajadores se hallan en el sector informal; a que muchos de éstos fueron despedidos fácilmente y que se quedaron sin ningún ingreso o ahorro que les permitiera sobrellevar la cuarentena. A este extenso y grave problema se sumó el hecho de que los apoyos gubernamentales a las pequeñas y medianas empresas fueron a todas luces insuficientes, y un importante número de ellas quebraron. Los resultados son contundentes: 12 millones de mexicanos se agregaron a las filas de la pobreza y la extrema pobreza (Coneval) y la explotación de los trabajadores se incrementó con el aumento de sus jornadas laborales (Inegi).
A los mexicanos estos males no nos son ajenos y solo representan la agudización de los males crónicos. Desde que el modelo neoliberal se introdujo en el país a mediados de la década de 1980, el Estado dejó de asumir su responsabilidad en el impacto de la sobreexplotación laboral en la calidad de vida de los habitantes, en la disminución de las inversiones públicas destinadas a la atención de la salud y la seguridad social, cuyas instituciones se fueron desmantelando. El salario perdió su capacidad de compra en más del 70 por ciento, y la participación de los salarios en el ingreso pasó de ocupar el 35.2 por ciento en 1982 al 27 por ciento en 2014. La extrema desigualdad es el reflejo más lacerante de este modelo.
Quienes ahora gobiernan la nación conocen el origen de los males y por esa razón lograron captar la mayoría de votos en las elecciones de 2018. Incluso, el actual titular del Poder Ejecutivo federal decretó ya el fin del neoliberalismo (“se acabó la pesadilla del modelo neoliberal”) y todos sus secretarios de gobierno se declaran enemigos acérrimos del modelo. Pero a la fecha actual, la administración federal no ha implementado medidas contracíclicas para enfrentar la inédita crisis económica que exacerba los males crónicos del país mediante el estímulo del mercado interno y la creación de empleos.
La política económica para estimular la demanda sigue siendo la misma del periodo neoliberal (corregida y aumentada) y si no se cambia el rumbo, no podemos esperar que los resultados cambien. En el proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación de 2021 (PEF 2021) las transferencias monetarias –las cuales configuran la política social del gobierno morenista y de la que se congratula porque está haciendo “algo por el pueblo”– son el único estímulo, pero sus montos individuales y el número global de sus beneficiarios (menos de 25 millones de personas) son insuficientes para eliminar la pobreza que la pandemia acrecentó exponencialmente en el semestre pasado.
Hace poco, Graciela Márquez Colín, secretaria de Economía, entrevistada por el portal Pie de página, dijo lo siguiente: “Coneval midió que con la crisis del 95 disminuyó la estatura de los mexicanos. Para que eso pase, se necesita que la gente pase hambre. Que las madres, las mujeres embarazadas, pasen hambre. Entonces, pensemos en cuál es la alternativa. Una disminución de tallas es una tragedia”. Pero la crisis de hace 24 años fue solo una probadita respecto a la hambruna que hoy está alcanzando medidas extremas, frente a las que el sedicente gobierno de “izquierda” se ha negado a actuar. La demagogia del gobierno, que lo mismo se burla del pueblo que lo lisonjea ofreciéndose como su esperanza, se convertirá finalmente en cólera desbordada si no cambia el rumbo de su política económica.
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Escrito por Gladis Eunice Mejía
Maestra en Economía por la UNAM.