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Nació el seis de enero de 1883 en la aldea libanesa de Bisharri, en el seno de una humilde familia maronita. Fue un poeta, pintor, novelista y ensayista conocido como el poeta del exilio. A los 11 años emigró con parte de su familia a Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades para trabajar y vivir. Se estableció con su familia en Boston, Massachusetts y con el tiempo aprendió el inglés, lengua que haría famosas sus novelas, aunque no olvidó el árabe, que perfeccionó tras su regreso a Líbano en 1898. Al regreso a su país natal, destacó por su habilidad en el dibujo y nació en él la idea de escribir un libro, El profeta, que con el tiempo sería su obra cumbre. Volvió a Boston y publicó en árabe obras que ponen de manifiesto su peculiar estilo. Viajó a París y aprendió el francés, además de envolverse en el ambiente cultural y artístico de la época. En 1910 volvió a Boston y fundó una agrupación político-social que se proponía luchar contra la tiranía y la opresión en Oriente. En 1912 se trasladó a Nueva York donde publicó el libro Alas rotas, al mismo tiempo que fundó la revista libanesa Al-Manarah junto a Youssef Howayek e inició una serie de viajes por Europa para enriquecer su bagaje cultural. Trabajó en la revista Alsaih, que congregaría a la agrupación literaria más importante de toda la literatura del mahyar, la Liga Literaria fundada el cuatro de abril de 1920 y en la que destacan otros poetas árabes; en este periodo alcanzó la fama mundial mientras trabajaba en la creación de El profeta, que finalmente se publicó en 1923, con éxito total e imágenes de su propia autoría. Murió el 10 de abril de 1931 en Nueva York, a los 48 años de edad.
El país oculto
Largos años hemos vivido
en un valle habitado por sombras,
acompañados de penas y dolores.
Legiones de desesperanzas
y desesperaciones nos acosaban
como bandadas de cuervos y lechuzas.
Hemos bebido la angustia
de las aguas de los arroyos
y comido el veneno
de la vida inmadura.
Hemos tomado la paciencia por vestimenta,
que pronto se incendió;
quedamos vestidos de ceniza
que luego se convirtió
en duras piedras y punzantes espinas.
¡Oh país que estás oculto
desde un tiempo inmemorial!
¿Cómo llegar a ti y por cuál camino?
¿Qué desierto te separa, qué montañas
y qué muros, y dónde hallar un guía
hacia ti?
¿Eres, acaso, un espejismo?
¿Eres, acaso, una esperanza
de la cual pedimos lo imposible?
¿Eres, acaso, un sueño que
en horas del despertar
se disipó fugazmente?
¿Eres, acaso, una nube
que flotaba en horas
del atardecer,
antes de hundirse en el mar
de las tinieblas?
¡País de la idea!
Cuna de los que adoran
y aman a Dios
y a la sublime Belleza.
Tú no estás en el Oriente,
ni en el Occidente,
ni en el Sur de la Tierra,
ni en el Norte, ni en el espacio,
ni debajo de los mares,
ni de las llanuras
ni en las montañas.
Tú estás en todo Espíritu,
Luz y Fuego,
y en mi pecho,
un corazón que vibra.
Nuestros enemigos
Vosotros que queréis enemistarnos,
con nosotros, sin más causa
que nuestros sueños,
sabed, que éstos son vino pero sin copas.
¿Cómo podremos brindarlo,
de este modo, así,
a los que nos censuran?
Nuestro Sueño es silencio:
su flujo es la tinta de nuestras plumas.
Por tanto, censurad, burlaos, maldecid
llenad nuestra vida con blasfemias;
perseguidnos, apedreadnos,
crucificadnos.
Nuestro Espíritu es pura esencia
que jamás podréis mancillar.
Somos un astro que marcha
y nunca retrocede;
ya sea en las tinieblas,
ya sea en la luz.
Si no nos tomáis como hendidura
en el espacio,
no podréis remendarla
con vuestras maldiciones.
Mi silencio es un canto
Mi silencio es un canto,
mi hambre es hartura.
En mi sed hay agua dulce
de manantial.
En mi embriaguez, hay borrachera;
en mis congojas, hay festín;
en mi ausencia, hay presencia;
en lo manifiesto, hay ocultación.
¡Cuántas veces me quejaba de mis penas,
cuando ellas eran mi gran placer!
¡Cuántas veces yo lloraba,
cuando mis labios ostentaban sonrisas!
Las veces que pedía un amigo,
lo tenía a mi lado.
Cuando deseaba una cosa,
sin pensar, la tenía en mi poder.
Solía la noche esparcir mis sueños
que el Alba acudía a reunir.
Al mirar mi cuerpo en el espejo
de mi mente,
lo encontraba un espíritu recogido
por el pensamiento.
En mí está quien me creó y alargó mi vida;
en mí están la muerte y la tumba;
en mí están la resurrección y la vida.
Si yo no estuviera vivo, no sería un mortal,
con los anhelos del alma,
la tumba no me hubiera buscado.
Y cuando pregunté un día
a mi alma: ¿qué hará el tiempo
de nosotros, al juntar
nuestros anhelos?, me respondió:
yo soy el Tiempo.
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Escrito por Redacción