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Las Espartaqueadas culturales y deportivas que organiza el Movimiento Antorchista Nacional cada año (alternándose, un año cultural y otro deportivo) en Tecomatlán, Puebla, han sido un invaluable foro para decenas de miles de artistas y deportistas no profesionales, dado que en ese evento despliegan su talento, su calidad artística, sus destrezas y conocimientos en las distintas disciplinas en las que compiten. El prestigio de las Espartaqueadas es tan grande, que son muchos los directores de grupos artísticos o entrenadores de equipos deportivos que, de forma sincera, sin mediar ningún interés monetario o motivación ajena al deseo de lograr que cultura y deporte sean los vehículos insustituibles para elevar el espíritu de la miles de niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, expresan su reconocimiento a la organización que cada año logra convocar a lo mejor de la cultura y el deporte no profesional en la mayor fiesta que realiza el pueblo trabajador. Este año se realizó la Espartaqueada de forma virtual, con la participación de más de dos mil artistas.
Pero, ¿por qué se llama Espartaqueada? La razón es muy sencilla, pero muy importante a la vez. El evento anual se denomina así en honor a Espartaco, aquel esclavo tracio que se rebeló contra la explotación más brutal e infame que ha conocido la humanidad en su historia: la esclavitud. Son numerosas las obras literarias y cinematográficas que han abordado la historia de Espartaco. Sin embargo, no todas las narraciones sobre este héroe de las clases trabajadoras explotadas de todos los tiempos tienen objetividad, pues la vida y los hechos trascendentes de Espartaco son distorsionados, la mayor parte de las veces con el propósito de convertirlo, de héroe ejemplar para la humanidad desheredada, en un bandido sanguinario e inescrupuloso que se sublevó, en el mejor de los casos, para ser una marioneta de intereses económicos y políticos de ciertas capas de los potentados de la época; y en el peor de los casos, un caudillo que obraba no para liberar a los esclavos de su condición de parias a los que se les exprime su vida para enriquecer a las clases opresoras, sino para obtener su propio beneficio y el de su caterva de asesinos facinerosos.
Hay, para fortuna nuestra, obras cinematográficas que reivindican la esencia justiciera genuinamente libertaria del mítico héroe que vivió en el Siglo I a. C., y no creo equivocarme al señalar que la cinta más famosa y con un contenido que hoy todavía es denostado por las clases explotadoras, dado que nos plantea de forma clara y profunda el hondo significado de la epopeya de este héroe es Espartaco (1960), del afamado realizador norteamericano Stanley Kubrick. Este filme fue censurado inmediatamente a su estreno por el macartismo, que en aquellos años todavía tomaba medidas en contra de lo que consideraba “peligroso”, “inmoral”, etc., en cualquier manifestación artística. La censura sobre Espartaco por el macartismo obligó a los productores del filme a quitarle más de 20 minutos; el pretexto fue que algunas escenas muestran al general Craso (Lawrence Olivier) dándose un baño y tratando de seducir a su esclavo Antoninus (Tony Curtis). Al preguntarle Craso a su esclavo si le "gustaban las ostras o los caracoles", y respondiéndose a sí mismo, Craso dice “A mí me gustan tanto los caracoles como las ostras”. La intolerancia del macartismo se cebaba en la cinta por permitirse presentar a un hombre muy importante del mundo antiguo con preferencias homosexuales (no es de dudarse que algunos personajes de “altos vuelos” dentro de la casta de hombres encumbrados de la política del imperio yanqui de la década de los 60 se sintiera aludido, y así se explica el prurito del sistema político gringo).
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA