Por otro lado, el pueblo estaría en su derecho de cambiar sus leyes, pero esto ha de hacerse con base en la legalidad, para que así, el ser humano no caiga en poder del ser humano, sino que siempre obedezca a la racionalidad, que está intrínseca en lo legal. Para que las leyes sean justas, es decir, que no estén a expensas de un tirano, o de alguna camarilla de tiranos, deberán estar más allá de los hombres y de las mujeres, más allá de todo el pueblo. Fue así como se estableció la ciudadanía en la Ilustración, en donde se dedujo que las personas obedecerían a la ley obedeciéndose a sí mismas, y esto las convertiría en seres libres.
Así, en la Ilustración se planteaba que no existiera ya una obediencia a un duque, rey, sacerdote o Dios; obedecer a la ley implica, en este caso, obedecerse a uno mismo. Fue esto lo que caracterizó a la Modernidad y de lo cual estamos todavía muy lejos, pese a que en determinado momento pareció que el advenimiento de la razón y de las leyes estaba en su esplendor; Hegel incluso planteó que finalmente la razón gobernaba el mundo como lo concibió alguna vez Anaxágoras.
Ocurrida la Revolución Francesa parecía que realmente la razón comenzaba a gobernar el mundo. Sin embargo, al tiempo que comenzó a forjarse el proyecto de ciudadanía de la Modernidad, sobrevino el proyecto de la sociedad capitalista. Así, mientras la Ilustración intentaba forjar una ciudadanía, por el patio trasero de la historia fue surgiendo el proletariado, a decir de la reconocida historiadora francesa Florence Gauthier.
Las leyes ciudadanas, entonces, no fueron planteadas originalmente para servir al capital; quienes defendían a éste las utilizaron oportunamente en su favor, es decir, las esclavizaron. Y al día de hoy, las leyes y la población están sometidas al dominio del capital. Bajo las leyes del mercado, la población entera está sometida, y en lugar de ciudadanía lo que hay es gente explotada: proletariado. La explotación de las mayorías es una condición sine qua non para el capitalismo; solamente al eliminar la explotación y las injusticias de este sistema cualquier persona podría no depender de la voluntad del capital, es decir, que podría no depender de la necesidad de trabajar para subsistir, podría darse autonomía a sí mismo, en otras palabras, ser ciudadano.
Los medios de vida, como vivienda, agua potable, servicios de salud, educación y alimentos son necesarios para que un ser humano se forje como ciudadano en el sentido de la Ilustración, puesto que para llegar a ser un ciudadano responsable que pueda desarrollarse íntegramente y después independizarse, es preciso que no esté sometido a la necesidad de esclavizarse en el modo de producción capitalista. El proyecto humanista de la Modernidad podría ser alcanzado si de esta sociedad explotada surge su sepulturero natural: un proletariado autoconsciente que la enfrente y supere.