Después de un mes repleto de celebraciones en el que la población adorna sus casas, hace regalos, convive y festeja, podemos preguntarnos: ¿cuál es el costo ambiental de las fiestas navideñas y de fin de año? La gran cantidad de luces aumenta el gasto energético y provoca contaminación lumínica que puede afectar a la biodiversidad; los cohetes y el sonido provocan contaminación por ruido y el aumento en el consumo conlleva un crecimiento de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) generados por la población. Es en este último problema en el que nos enfocaremos en esta ocasión.

Los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) son definidos por la SEMARNAT como los residuos generados en las casas habitación que resultan de la eliminación de los materiales que utilizan en sus actividades domésticas, de los productos que consumen y de sus envases, embalajes o empaques; los residuos que provienen de cualquier otra actividad dentro de establecimientos o en la vía pública que genere residuos con características domiciliarias, y los resultantes de la limpieza de las vías y lugares públicos. La generación de estos residuos conocidos comúnmente como basura se acrecienta en alrededor del 30 por ciento en los meses de diciembre y enero. El manejo de los RSU de por sí es un grave problema ambiental que causa contaminación de agua, suelo y aire durante el proceso de su descomposición, por lo que se convierte en un problema mayor en esta temporada.

Según el artículo 137 de la Ley de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEyPA) y el artículo 10 de la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR), son los municipios los que tienen bajo su responsabilidad la recolección, almacenamiento, transporte, alojamiento, reúso, tratamiento y disposición de los RSU. Sin embargo, los municipios no tienen la capacidad para realizar el manejo de forma adecuada. Según el Censo Nacional de Gobiernos Municipales y Demarcaciones Territoriales de la Ciudad de México 2021, existían entonces 156 municipios sin servicios de recolección de RSU en los que la preferencia de las personas para deshacerse de su basura era quemarla o tirarla en un depósito a cielo abierto, lo que evidentemente conduce a una mayor contaminación ambiental. Los municipios que cuentan con servicios de recolección destinan los RSU a rellenos sanitarios, sitios controlados o vertederos a cielo abierto, que, aunque son un intento por manejarlos, no son la alternativa más sostenible. En los vertederos no se controla el flujo de lixiviados ni la emisión de gases a la atmósfera; y los rellenos sanitarios emiten grandes cantidades de metano (un potente gas de efecto invernadero). Además, México sólo cuenta con 260 rellenos sanitarios en todo el país, según la SEMARNAT (2017). Lo que es, a todas luces, insuficiente.

El problema frente al manejo de los RSU no es algo que tengan que resolver los individuos, ni los municipios, es un problema que alcanza dimensiones nacionales y que el Gobierno Federal tiene que priorizar; existen otras alternativas de manejo, como son el tratamiento térmico o biológico, que incluso puede ayudar a generar energía y evitar que la mayor parte de los residuos llegue a una disposición final; pero para esto se tiene que generar un plan nacional que implique a todos lo niveles de gobierno y a la comunidad.