En este análisis político, económico y sociológico su autora revela cómo la oligarquía estadounidense –integrada por las 500 empresas más grandes y poderosas Estados Unidos (EE. UU.)– ha logrado mantener su hegemonía cultural sobre más de 300 millones de personas mediante la aplicación de una hábil estrategia de promoción del cristianismo; de la creencia de que su país es el “pueblo elegido de Dios”; que la economía de libre mercado es la mejor, que la ciencia miente; que Dios arreglará el deterioro ecológico; que los pobres lo son por elección propia; que los medios de comunicación deben evitar la creación del pensamiento crítico y que el terrorismo y el comunismo amenazan la existencia de su nación.
Hasta 2007 en el diseño de este plan, cuyo discurso genérico es antinómico a fin de que parezca “progresista”, habían participado dos mil científicos, unas 20 fundaciones “altruistas”, numerosos lobbies (grupos de presión o cabildeo), universidades e iglesias evangélicas. Y su eficiencia quedó demostrada, según Susan George (Akron, Ohio 1934), en la década de los 60-70 cuando el 75-80 por ciento de la población de EE. UU. brindó su apoyo político-electoral a los “neoconservadores” republicanos de Ronald Reagan y los torys de Margaret Thatcher para que impusieran el modelo económico “neoliberal” en EE. UU., Inglaterra y gran parte del orbe.
Este respaldo, detalla la investigadora, propició que multimillonarios semianalfabetos como George Bush, padre e hijo, accedieran a la Casa Blanca en los años 70 y 90; que la distribución de la riqueza se hiciera aún más inequitativa y que en 2005, por ejemplo, un ejecutivo empresarial estadounidense tuviera un ingreso promedio equivalente al de siete mil trabajadores medios y de 23 mil 443 trabajadores de salario mínimo, a diferencia de la proporción que había existido en 1968, cuando el ingreso de un funcionario gerencial era equivalente al de 127 trabajadores medios y 239 trabajadores de salario mínimo.
Además, en 2001, el uno por ciento más rico acopiaba el 33 por ciento de los ingresos; el 19 por ciento de la población captaba el 51 por ciento y el 80 por ciento el restante 16 por ciento. Entre 1973 y 2005, el ingreso del cinco por ciento más rico en EE. UU. aumentó el 50 por ciento; en 1990, la revista Forbes ubicó en su lista de los empresarios más ricos del mundo a 40 gringos, a quienes lideraba William Gates, con 84 mil millones de dólares; ese mismo año, los 30 mil más ricos tuvieron ingresos similares al de 250 millones de personas; las 500 empresas más grandes tenían a su servicio al 25 por ciento de los legisladores del Congreso…
Entre 2001 y 2004, los salarios laborales cayeron el 6.5 por ciento; entre 1987 y 2007, la tasa de sindicalización disminuyó del 14.6 al 7.4 por ciento y uno de cada cinco trabajadores que intentó formar un sindicato perdió su empleo; la inversión en educación básica fue de ocho mil 601 dólares por niño; y en las cárceles del país más rico del planeta había dos millones de presos, cifra equivalente a 713 de cada 100 mil habitantes, cifra no igualada por ningún otro país en el mundo.