Tanto el resfriado como la gripe son infecciones causadas por virus estacionales que se desenvuelven mejor a bajas temperaturas. Estos virus pertenecen a los grupos de los rinovirus, coronavirus e influenzavirus. Para todos ellos, la temperatura es un factor esencial de supervivencia, estos patógenos prefieren vivir entre los 33 y 35 ºC, temperatura que corresponde con la que encontramos en las fosas nasales y en las vías respiratorias superiores, justo el lugar donde atacan. Además, su distribución es universal y atacan a niños y adultos.

Congestión nasal, dolor de cabeza, estornudos, fiebre baja, escalofríos… son algunos de los síntomas más comunes del resfriado y la gripe y, aunque todos hemos pasado alguna vez por este malestar, no todo el mundo presenta la misma inmunidad o defensas. La población más afectada son los más pequeños y los mayores. Los primeros, debido a que su sistema inmunitario está menos desarrollado. Los últimos, precisamente por lo contrario: sus defensas están debilitadas por el paso del tiempo.

El resfriado es una infección viral leve y común. Como la mayoría de las infecciones virales respiratorias, se da mucho más en la temporada fría. Uno de los factores que influye en esto es que, en los meses de invierno, pasamos mucho más tiempo en espacios cerrados, con lo que es más probable que compartamos aire y microbios con otras personas, lo que aumenta notablemente las posibilidades de infección. Además, cuando hace frío, encendemos la calefacción, lo que provoca que el ambiente se reseque, y, por consiguiente, que disminuyan las capas de mucosa en las vías respiratorias. Aunque la mucosidad es siempre molesta, una capa de esta sustancia hidratada protege las vías respiratorias, ya que sirven de barrera contra los microorganismos. Por el contrario, la ausencia de mucosidad también implica la desaparición de esa protección, lo que facilita la entrada de cualquier tipo de patógenos por vía nasal.

Aunado a esto, también existen causas endógenas, es decir, causadas por nuestro propio sistema inmunitario. En 2015, un equipo de inmunólogos de la Universidad Yale (EUA), encontró pruebas de que los virus del resfriado se reproducen mejor cuando baja la temperatura, además, la respuesta inmune de nuestro cuerpo disminuye su eficacia a temperaturas por debajo de los 37°C. Es importante tomar en cuenta que al inhalar el aire frío del exterior las temperaturas de la nariz disminuyen y baja la temperatura corporal general.

Así, las bajas temperaturas son el aliado perfecto para la proliferación de virus respiratorios como los del resfriado. Pero, ¿qué podemos hacer para combatirlos? Aunque ciertos remedios pueden servir de ayuda, será nuestro propio organismo el encargado de deshacerse de estos virus.

La primera línea de defensa la forman una barrera de células inmunitarias: fagocitos, neutrófilos, monocitos, macrófagos. Éstas se encargan de identificar y destruir las células infectadas. Posteriormente, el sistema inmunitario adquirido completará esta función con la producción de anticuerpos que combatirán los patógenos.

El mejor remedio para el resfriado es dejar que nuestro sistema inmunitario actúe por su cuenta, de ahí la importancia de mantener un buen estado general de salud. Por otro lado, si ya estamos resfriados, es recomendable beber más líquidos para mantener la hidratación del cuerpo. Finalmente, para prevenir contagios, podemos seguir la experiencia que nos dejó la pandemia: usar la mascarilla en espacios cerrados, mantener distancia de seguridad, tener un buen aseo de manos y ventilar los espacios cerrados.