La propuesta del gobierno morenista de incrementar en 20 por ciento la cuota del salario mínimo de 2024 se discutirá a finales de noviembre y, de concretarse, como ocurrió con la de este año, su monto se acercaría a los 250 pesos. En este hecho funda su discurso para atraer las simpatías de algunos sectores de la clase trabajadora y también, curiosamente, de la parte patronal; porque de alguna forma diseña esta estrategia política para que, al final, los aumentos queden en el papel y los grandes empresarios se beneficien con más horas de trabajo y con una mayor alza en el precio en sus productos.
Es decir, finalmente, el costo de los aumentos salariales es pagado por los trabajadores; y los burgueses bribones son los únicos beneficiados debido a la aplicación laxa o el incumplimiento de las leyes laborales. Pero además de que los incrementos al salario mínimo son nulos o benefician más a los grandes empresarios, debemos recordar que, en el país, el 96 por ciento de los negocios son mini y pequeños, y que tales incrementos los pone al borde de la extinción porque sus ganancias son menores. Estas empresas emplean al 80 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), la mayoría son de autoempleados, informales y la expresión típica del capitalismo subdesarrollado prevaleciente en México.
Pero hay otra consecuencia negativa de la supuestamente “exitosa” política salarial del gobierno morenista: que, entre 2021 y 2022, la población con ingresos menores a dos salarios mínimos, o que no reciben ninguno, aumentó de 68.5 por ciento a 72 por ciento hasta sumar 42 millones 549 mil 799 personas, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) consultó en ese periodo. Estas cifras nos plantean la difícil situación económica por la que la clase trabajadora está pasando hoy debido al bajo desarrollo de la estructura productiva, la consecuente precariedad laboral y a que la administración federal (igual o peor de ineficiente que sus predecesoras más inmediatas y remotas) se ha limitado a la demagogia barata y no ha resuelto los graves problemas que genera el subdesarrollo económico de México. Pero, aceptando sin conceder que el salario mínimo ha beneficiado a la clase trabajadora, cabe preguntar: ¿por qué entonces no se ajusta también la tasa de incremento de los trabajadores calificados y está permitiéndose que éstos se empobrezcan con respecto a los primeros?... Sí, estamos ante un juego perverso en el que se difunde a los cuatro vientos incrementos al salario mínimo sin prever sus efectos en otras áreas de la economía, y un juego que muestra el pragmatismo cínico de los programas asistencialistas, cuyas entregas personalizadas de dinero en efectivo se emiten para comprar conciencias y votos, pero no para sacar de la pobreza a los mexicanos vulnerables.
Por ello es vigente la predicción marxista de que los únicos con poder para mejorar su suerte son los trabajadores mismos, porque ellos son los únicos interesados en llevar comida a la mesa de sus hogares y los primeros en saber que nadie más correrá para mitigar el hambre de sus familiares. Por ello creer en las “chamanerías” del gobierno de la llamada “Cuarta Transformación” equivale a creer en los Santos Reyes.