No puede haber crimen más infame, más inhumano, que el asesinato de niños. Hoy la humanidad entera está horrorizada por el asesinato de cerca de cinco mil niños palestinos, víctimas de los bombardeos del ejército sionista de Israel que, a diario desde hace más de cinco semanas, viene realizando en la Franja de Gaza. Las imágenes de niños mutilados, quemados, destrozados por esos bestiales bombardeos se han difundido en todo el mundo a través de las redes sociales, por lo que el Estado de Israel y sus amos imperialistas –principalmente Estados Unidos– han sido plenamente exhibidos como los más despiadados carniceros que en aras de defender su hegemonía económica, política y militar han instrumentado este abominable genocidio. La difusión de las cotidianas masacres de palestinos, han despertado una oleada de indignación mundial, por lo que en muchos países se han hecho gigantescas manifestaciones de completo rechazo al sionismo y para exigir que se detenga la carnicería humana.
La respuesta del Estado judío y de sus patrocinadores ha sido ignorar esas protestas mundiales; siguen los bombardeos a la población civil palestina, sigue la limpieza étnica, sigue el objetivo de desalojar a la población palestina. Ahora ya se sabe que, frente a la costa de la Franja de Gaza, se ubica un importante yacimiento de gas natural. Ahora va quedando claro que el supuesto ataque terrorista de Hamás fue una maniobra urdida por el imperialismo yanqui y su perro guardián para provocar el genocidio y el desplazamiento de más de dos millones de palestinos. Una vez más las voraces aves de rapiña quieren tener importantes recursos energéticos a su disposición (sobre todo porque Europa necesita ese gas, dado que ahora han perdido el gas ruso que era barato y abundante, hasta hace poco).
El chico es una obra maestra del cine mundial. Es el primer largometraje de Charles Chaplin, el gran genio, hasta hoy insuperado, del cine. Hoy quiero comentar este filme lleno de inmenso amor hacia la niñez como un homenaje a esos niños palestinos que están siendo asesinados por la élite del sionismo, que no siente ningún remordimiento por ese gigantesco infanticidio.
El chico es una película filmada en 1921 y ahí, Chaplin nos muestra que el arte cinematográfico puede ser un poderoso vehículo para la “humanización” de millones de seres humanos. El vagabundo Charlot, con sus viejos zapatones, su pantalón un tanto abombado, su saco raído y su inconfundible bombín, se encuentra un día en un callejón arrabalero a un bebé recién nacido, abandonado por su madre (Edna Purviance) en un automóvil de una familia adinerada, el cual es robado. Cuando los maleantes que hurtaron el automóvil se dan cuenta, por el llanto del bebé, de que estaba en el asiento trasero, lo abandonan. Charlot lo recoge e intenta deshacerse del pequeñín; sin embargo, termina por darse cuenta de la condición de abandono del bebé al descubrir una nota que dejó su desventurada madre entre la ropa de éste. Charlot decide criarlo.
Ya a la edad de cinco años, el pequeño John (Jackie Coogan) le ayuda a su padre adoptivo a obtener el sustento diario, dado que Charlot se dedica a vender y colocar vidrios en las casas. John hace la tarea de romper cristales para que su padre obtenga trabajo. Cuando John enferma, el médico que lo atiende se da cuenta de que Charlot no es el padre y lo denuncia ante las autoridades encargadas de los niños huérfanos, los cuales deben ser entregados a una institución que cuida de esos niños. Desde su estreno, El chico tuvo una inmensa aceptación del púbico cinéfilo y concurrente de las salas de exhibición de aquella época –comienzos de la tercera década del Siglo XX–, dado que en esta cinta el genio de Chaplin supo combinar magistralmente una trama cómica con el drama. Esa característica del cine de Chaplin la seguiría aplicando en las siguientes películas como Luces de la Ciudad, La Quimera del oro, Tiempos modernos y El gran dictador.
Aquí un poco del filme, que se puede encontrar completo en la plataforma youtube.