Si alguien hubiera olvidado la identificación de Israel con el imperialismo norteamericano, su incondicionalidad y obediencia, con la última votación efectuada el dos de noviembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas seguramente le quedará muy clara la sumisión del gobierno israelí a los intereses del gobierno de Estados Unidos (EE. UU.) y entenderá el porqué de ésta: el gobierno yanqui no condenó su declaración de guerra de exterminio contra el pueblo palestino, anunciada en octubre por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu; comprenderá también por qué sigue votando por la continuación del bloqueo contra Cuba, que la mayoría de los países ha condenado desde hace mucho. Aunque sea evidente que a la mayoría le asiste la razón, en este asunto el agradecido gobierno israelí no podría votar de manera contraria a los intereses de su benefactor.

La ONU votó en contra del exterminio de palestinos, recomendó el cese al fuego y una solución pacífica al viejo conflicto entre ambas naciones; pero Israel continúa con la masacre mientras EE. UU. permanece indiferente. En reciprocidad, la representación de Israel votó por la continuidad del bloqueo económico contra Cuba. Se deben el uno al otro, no los une la razón, la justicia o la democracia, los une el mismo interés: el dominio del mundo entero.

Israel y EE. UU. persisten en sus respectivas políticas a pesar de todos los argumentos de 187 naciones; la mayoría de los países ha votado 30 veces por la suspensión del inhumano bloqueo contra un pueblo y otra vez lo hizo; pero en 2023, una vez más, el gobierno yanqui y su cómplice desacatan la decisión democrática en la ONU; EE. UU. está acostumbrado a imponer su voluntad por la fuerza, con su poderío económico y militar. Israel obedeció incondicionalmente a su creador y benefactor votando por la continuación del genocida bloqueo igual que EE. UU. lo apoyó en su acción de exterminio de los palestinos.

La identificación es clara, pero no es lo mismo el gobierno de Israel que el pueblo de Israel; como no es lo mismo el pueblo de EE. UU. que el gobierno imperialista yanqui. En ambos países se escuchan las voces que condenan el genocidio, la agresión armada y económica contra Palestina y Cuba; al interior de Israel crece el número de ciudadanos contrarios al gobierno de Netanyahu; y en EE. UU. hay ciudadanos que exigen al gobierno de Joseph Biden el fin del bloqueo contra La Isla y que se deje de apoyar a los sionistas. ¿Hasta cuándo podrá contener la fuerza imperial que la razón se imponga? Aún no se sabe, pero en la historia siempre han sabido abrirse paso la verdad y la justicia.