En la primera parte del ensayo, su autor dice que entre los años 1889 y 1891, cuando se realizaban los preparativos para la tercera reelección de Díaz, se registraron varias huelgas importantes, entre las que resaltó una organizada en la Escuela de Minería, ya que con ella empezó la agitación de “la plebe intelectual” –figura atribuida al ministro de Educación, Justo Sierra– que años más tarde habría de conquistar a la emergente burguesía porfiriana. En el paro, liderado por los hermanos Flores Magón, participaron 300 estudiantes que durante 14 días combatieron con la gendarmería y el ejército federal, y quienes fueron a parar al Valle Nacional y Yucatán. La segunda parte del ensayo culmina con un par de párrafos en los que en febrero de 1911 el dictador Díaz es descrito azorado, balbuciente y con la quijada completamente caída mientras Victoriano Huerta, su lugarteniente militar y mejor general, le informa que el ministro de Hacienda, José Ives Limantour, había entregado su gobierno a los revolucionarios.
“¡De modo que la fuerte mandíbula de don Porfirio, que parecía, como todo él, una parte de la geografía política del país, fue la causa, rota y doliente, del derrumbe de la dictadura! La conferencia evocada por Sentíes parece un grabado de Posadas. El viejo dictador, vendado, sordo, quejoso, no oye lo que se le dice; le gritan y no entiende. ¿Caballos? ¿Villa? ¿Zapata? ¿Panchito? Acaso ya se iba cayendo desde la piel el alma…al subir por la escalerilla del Ipiringa alguien, contenido por la escolta militar, lo vio llorar: ¡Lágrimas de cocodrilo!, le gritó. Gimió Porfirio Díaz. Su mandíbula estaba rota”… García Cantú escribió una docena de libros, la mayoría de investigación histórica, como fue el caso de El socialismo en el México del Siglo XIX (1970), Las invasiones norteamericanas de Estados Unidos en México (1971) y Utopías mexicanas (1978).