La quiebra de Pemex, afirman especialistas, será el legado de la 4T en 2024, lo que parece conducirnos en un sentido completamente opuesto a la soberanía energética anunciada; así lo indican su política energética, sus megainversiones y la deuda externa contraída por el gobierno mexicano para pagarlas.
Parece que, hasta los últimos días de su administración, el gobierno morenista tendrá que oír el reclamo de que se cumplan las grandes promesas contraídas por AMLO ante el pueblo de México desde su campaña electoral y al inicio de su gobierno; solemnes promesas que probablemente permanecerán sin cumplirse después de la entrega de la 4T al gobierno que la suceda en 2024.
Durante los primeros cinco años de este sexenio, especialistas en las distintas ramas de actividad económica y social han seguido con atención el tratamiento de los grandes problemas y el cumplimiento de las promesas presidenciales; en el repaso de las mismas constatan que ninguna se ha cumplido al 100 por ciento y que en todas se ha avanzado muy poco.
Pobreza, desigualdad, injusta distribución de la riqueza social, corrupción, dependencia alimentaria y energética y paupérrimo sistema de salud pública resultaron ser gigantes con pies de plomo que no es posible vencer con pequeñas patadas; si alguien de la 4T llegó a pensar que alguno de estos problemas podía resolverse fácilmente y en el plazo de un sexenio, calculó mal, a la ligera, sin la mínima noción de la problemática que enfrentarían al ponerse al mando del país.
Ninguno de los graves problemas que se erradicarían en este sexenio han desaparecido; todos ellos gritarían ¡presente!, si algún gobernante se paseara por las calles y les pasara lista. el gobierno de AMLO sigue “combatiendo” la corrupción administrativa –la madre de todos los males del país, según él–, es decir, no la ha podido erradicar, aunque el Presidente afirme frecuentemente que, a diferencia de los gobiernos anteriores, en este sexenio tal plaga ha desaparecido.