La cinta española Los santos inocentes (1984) está basada en la novela homónima del escritor español Miguel Delibes. Esta obra cinematográfica se apega en un alto porcentaje a la novela que la inspiró. Dirigida por Mario Camus (quien perteneció a la llamada camada del “nuevo cine español”, integrada por Carlos Saura, Basilio Martín Patino, José Luis Borau, Julio Diamante, Miguel Picazo y Manuel Summers), director que obtuvo una mención especial en el Festival de cine de Cannes, precisamente por Los santos inocentes. En los años 80 del siglo pasado, el “nuevo cine español” creaba cintas con temáticas sociales que era impensable abordar, y mucho menos expresar de forma crítica durante la dictadura de Francisco Franco.
Los santos inocentes es una obra que denuncia la opresión que sufren los sirvientes de los hacendados españoles (ni la novela ni la cinta ubican con exactitud la región de España en la que se desenvuelve la historia, lo cual no es ninguna casualidad, pues la intención del escritor y del cineasta es darle un cariz de universalidad a la historia). En la hacienda viven Paco (Alfredo Landa) y Régula (Terele Pávez), un matrimonio de sirvientes que tiene tres hijos: Quirce (Juan Sánchez), Nieves (Belén Ballesteros) y Charito (Susana Sánchez); esta última es la más pequeña, pero sufre una enfermedad por la que no posee capacidad cognitiva y siempre está postrada. Como sirvientes campesinos, Paco y Régula tienen que soportar todo tipo de humillaciones y desempeñar dócilmente su trabajo, dado su atraso social y su miseria, que son muy grandes. La cinta capta muy bien esa intención de Miguel Delibes de presentarnos de forma elocuente y nítida la contraposición entre la vida sencilla, austera y llena de necesidades de los campesinos, pero al mismo tiempo, una vida sin hipocresías, vicios ni acciones infames; mientras los dueños de la hacienda viven en el parasitismo, la holgazanería y obteniendo sus privilegios a fuerza de exprimir el trabajo de los peones y los sirvientes. Los pudientes de la historia son retratados como insensibles, profundamente egoístas y capaces de cometer traiciones, sin escrúpulo alguno, como es el caso del señorito Iván (Juan Diego), dueño de la hacienda, quien comete adulterio con la esposa de Don Pedro (Agustín González), administrador de la hacienda, a pesar de estar a punto de casarse con la señorita Miriam (Maribel Martín).
A la casa de Paco y Régula llega Azarías (Paco Rabal), hermano de ésta; es un hombre que trabajaba en otra hacienda, pero que fue despedido, dado que de forma frecuente se orinaba sobre sus manos (para evitar, según él, que “se le agrietasen”). Azarías tiene deficiencias psíquicas; es como un niño encerrado en un cuerpo de adulto, y aunque es el más inocente de los personajes, dada su situación mental, tiene la facilidad de relacionarse con las distintas aves que hay en el campo, incluso siempre lleva al hombro a un ave a la que llama Milana bonita.
El señorito Iván es un fanático de la cacería de aves, y siempre utiliza los servicios de Paco como “secretario” de cacería; éste le sirve para treparse a los árboles para poner y manipular señuelos que atraen a las aves. Pero un día Paco cae de un árbol y se lastima. Iván lo obliga a trabajar como “secretario” a pesar de tener enyesada la pierna. Paco se lastima aún más. Iván se ve impelido a emplear como ayudante a Azarías; ante la frustración de no poder cazar, le dispara a la Milana bonita, provocando un gran resentimiento en Azarías, quien toma una dura venganza sobre Iván. La cinta Los santos inocentes exhibe la dicotomía fatal del orden social explotador: la inevitable contraposición de los opresores y los oprimidos. Y también, en forma de metáfora literaria y cinematográfica, nos indica que llegado su momento, ante los atropellos y opresión, los santos inocentes dejan de serlo.