En poco menos de un año se celebrará el torneo de futbol más importante del mundo, la XXIII Copa del Mundo de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), para la que México, Canadá y Estados Unidos (EE. UU.) serán sedes. Cientos de jugadores se entrenan para representar a sus países y defender su camiseta; el espectáculo iniciará con un partido inaugural el 11 de junio y el juego para definir al campeón se realizará el 19 de julio; en esta ocasión participarán 48 selecciones (16 más que en Qatar 2022) y se disputarán 104 partidos (40 más). El número de grupos aumentará de ocho a 12 y se añadirá una ronda eliminatoria adicional de dieciseisavos de final para incorporar al mayor número de participantes.
A pesar de que el torneo se efectuará en tres países distintos, es falso que el Mundial promueva la unidad y fraternidad entre las naciones, aunque la propaganda de la FIFA se esfuerce por difundir esta mentira.
El torneo se disputará en 16 sedes: 11 en EE. UU., tres en México y dos en Canadá; con esta distribución se aclara que uno de los objetivos principales consiste en reunir la mayor cantidad de ingresos posibles entre la población de mayores ingresos.
En EE. UU., el deporte nacional y más popular pertenece al beisbol, después el americano y el baloncesto; mientras, el futbol soccer se ha popularizado en los últimos años, sobre todo como resultado de la migración de millones de latinoamericanos: el óptimo mercado objetivo de la FIFA. Si la intención real fuera la unificación de los pueblos del mundo, se otorgaría acceso a todo el público y los precios de ingreso a las justas serían accesibles y México seguramente tendría una considerable cantidad de sedes, considerando su tradición futbolera. El deporte nacional de nuestro país corresponde a la charrería, sin embargo, los juegos más populares se inclinan hacia el futbol, ya que para las masas resulta fácil practicarlo.
Otro objetivo establecido por la FIFA favorece a los intereses económicos y geopolíticos del imperialismo hegemónico estadounidense. Como si los grandes magnates del entretenimiento, los gigantes tecnológicos y el capital financiero, que controlan a EE. UU., buscaran revitalizar a un sistema económico agonizante y enviar un mensaje de fuerza y pujanza al mundo.
En 2024, EE. UU. tenía una deuda pública de 36.5 billones de dólares equivalente al 119 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB); ahora debe mucho dinero a China en forma de deuda pública. Según datos recientes difundidos por la revista Forbes, la deuda asciende a aproximadamente 768 mil 300 millones de dólares; esta cifra representa una parte considerable de la deuda total estadounidense.
Como puede verse, no es casualidad que le hayan otorgado la sede del Mundial de Futbol, como tampoco lo es la política represiva contra los migrantes, el financiamiento de guerras y la invasión a Irán; se evidencia que, con esta política, los magnates dueños de los gigantescos oligopolios pretenden controlar la economía estadounidense, pues quieren salvarse del descenso y rescatar su hegemonía mundial.
Así, el Mundial de Clubes desarrollado actualmente en EE. UU. no es casual; y la asignación de las sedes para la Copa del Mundo tampoco, tiene objetivos precisos como invertir en las empresas norteamericanas y distraer al mundo y, particularmente, a los habitantes de este país, debido a las atrocidades cometidas por el imperialismo estadounidense en otras partes del mundo. La FIFA y sus más altos representantes entorpecen el desarrollo del deporte verdadero, promueven valores contrarios al interés de la humanidad y son organismos serviles a los intereses de unas cuantas potencias.
Si fueran congruente con sus actitudes supuestamente antibelicistas, la FIFA cancelaría el Mundial o lo cambiaría de sede en congruencia con los castigos impuestos a Rusia, acusada “de invadir a Ucrania”, a pesar de que su operación militar fue precisamente en defensa de la población rusa masacrada por el régimen ucraniano en la región fronteriza de Donbás con Rusia, pues por su parte, EE. UU. acaba de bombardear a Irán, una nación en Medio Oriente que no representa ninguna amenaza a la población, y el gobierno estadounidense pretende impedir la entrada de la selección iraní a su territorio, a pesar de que obtuvieron legítimamente su clasificación.
No cabe duda que los intereses económicos y geopolíticos se resienten en el deporte y los deportistas del mundo debemos tomar partido a favor de la supervivencia humana, la convivencia fraterna y pacífica de las naciones y contra toda pretensión de dominio de una nación sobre el resto del planeta.