La deuda pública de México y su tendencia a aumentar es un fenómeno antiguo, pero es notable su aceleramiento en la década en que surgió el gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T). El endeudamiento del país al término del gobierno de Felipe Calderón era de 11.5 billones de pesos; al finalizar el sexenio de Enrique Peña Nieto, era de 14.2; y al término de la administración de AMLO había alcanzado 17.4 billones.

La deuda pública es de gran utilidad económica; esto se demuestra cuando se compensa la disparidad entre los gastos y los ingresos del gobierno: al no contar con suficientes ingresos por déficit en la recaudación fiscal o por deficiencias en el mercado internacional, la deuda pública es una tabla de salvación; la deuda contraída también sirve para cumplir compromisos financieros, por ejemplo, para pagar la contratación de grandes obras con empresas privadas que podrían parar la construcción o suspender actividades; usando la deuda pública no se interrumpen obras como trenes, refinerías y aeropuertos.

La utilidad política de la deuda pública también es significativa: permite prometer muchos beneficios a la población, como apoyos sociales, criticar a gobiernos anteriores que han contraído fuertes deudas, así como prometer –y hasta jurar– no repetir tales estropicios. La deuda pública sirvió, entonces, para ganar votos y puestos públicos.

Pero para la mayoría de la población, la deuda pública resulta perjudicial cuando no se utiliza para impulsar el desarrollo económico y social del país, cuando se deja de proporcionar servicios, apoyos sociales y no se construye infraestructura en beneficio de toda la sociedad que, de este modo, paga las consecuencias de una errónea política de endeudamiento.

Todo lo anterior se puede observar en el incontenible crecimiento de la deuda pública de México, especialmente durante el gobierno de la 4T. Una de las banderas de este gobierno fue no contraer más deuda pública y no repetir tan ofensivas acciones. Con promesas tan laudables, la 4T llegó al poder del país y ahí se encuentra hasta el momento. Y las metas de abatir la deuda pública, hacer más grande la recaudación presupuestaria y restarle peso a la deuda con respecto a la economía nacional, es decir, con el porcentaje que representa en el Producto Interno Bruto, siguen sin alcanzarse.

La promesa de AMLO de no contraer deuda no se cumplió jamás; y las metas de la presente administración no se están alcanzando: la deuda ha llegado a ser el doble de los ingresos del gobierno. Analistas nacionales y organismos internacionales como el FMI pronostican que la deuda se elevará fuertemente durante el presente sexenio; frente a todas estas opiniones se yergue el optimismo oficial que descalifica pronósticos y estimaciones; pero las opiniones de los expertos enarbolan hechos y la 4T, como siempre, habla solamente de ilusiones, buenos deseos y promesas.