La teoría del imperialismo (y la lucha contra el mismo) es uno de los pilares fundamentales del marxismo. Desde Lenin hasta nuestros días ha sido clave para explicar las desigualdades abismales entre países y para rastrear las causas profundas de las guerras y conflictos entre Estados nacionales. Sin embargo, los autores clásicos del imperialismo (Hobson, Hilferding, Bujarin, Lenin, Rosa Luxemburgo) trabajaron con datos sumamente fragmentarios, lo que les impidió desarrollar de forma más concreta algunos de sus desarrollos teóricos. Estos ocurrieron en medio de la tormenta que representó la gestación y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. 

En ese sentido, el trabajo reciente de los economistas Gastón Nievas y Thomas Piketty representa un avance de primer orden. Se trata de un artículo titulado Intercambio desigual y relaciones Norte-Sur: evidencia a partir del comercio global y la balanza de pagos mundial, 1800–2025, publicado por el World Inequality Lab. La contribución central de esta investigación es la construcción de una base de datos global del comercio internacional y de la balanza de pagos mundial entre 1800 y 2025. Esta herramienta es de enorme valor para todos los investigadores que busquen comprender las estructuras del sistema capitalista mundial, su historia, sus jerarquías y contradicciones. Esto hace posible estudiar de forma sistemática los flujos comerciales, las transferencias unilaterales, los ingresos del capital y la acumulación de riqueza internacional con una cobertura verdaderamente global y a lo largo de más de dos siglos. 

Esta base empírica permite volver sobre los debates teóricos clásicos con una nueva profundidad. En las teorías del imperialismo desarrolladas por Lenin, Hilferding o Bujarin, la exportación de capital ocupa un lugar central: es decir, el envío e inversión de capital –bajo la forma de préstamos, compra de empresas o infraestructura– en otros países o colonias con el fin de obtener ganancias. Esta exportación permite a los capitalistas de una nación apropiarse y controlar parte del capital que opera en otras regiones del mundo, consolidando así una forma internacional de propiedad y dominio económico. 

Ahora bien, aunque estos autores identificaron correctamente la centralidad del fenómeno, no exploraron de manera sistemática la relación entre exportación de mercancías y exportación de capitales. Desde una perspectiva contable, para que un país pueda exportar capital debe tener superávit en su cuenta corriente: es decir, debe exportar más de lo que importa o recibir ingresos externos netos que le permitan acumular moneda internacional. Lo que Nievas y Piketty demuestran es que, durante el periodo del imperialismo clásico, las potencias europeas no financiaban su exportación de capital mediante superávits comerciales, sino a través del saqueo colonial. A pesar de mantener déficits comerciales con la periferia –es decir, importar más de lo que exportaban–, lograban acumular enormes recursos mediante tributos, impuestos y transferencias forzadas desde las colonias. Estos flujos, que en las cuentas nacionales aparecen como “transferencias unilaterales”, eran en realidad el producto de la dominación política y militar, y funcionaban como la fuente de recursos que luego se convertían en capital exportado. Y este capital exportado, a su vez, representaba un creciente control económico sobre la economía de las colonias y semicolonias: un ciclo que reforzaba el dominio político directo de unos pocos sobre prácticamente todo Asia y África. 

El análisis y estudio del imperialismo, claramente, se extiende hasta nuestros días. Con la descolonización del Siglo XX, desaparecieron o perdieron importancia los mecanismos directos de expoliación, pero se consolidó la hegemonía de Estados Unidos y el dólar como moneda de reserva mundial. En este contexto, la desigualdad entre países no sólo persiste, sino que se renueva mediante mecanismos más sofisticados: tasas de retorno más favorables para las inversiones de los países ricos, precios deprimidos para los productos del Sur global, y reglas comerciales y monetarias que perpetúan el desarrollo desigual. 

Este tipo de investigaciones son fundamentales para desmitificar las narrativas dominantes y aportar herramientas para una comprensión científica de la desigualdad global. En un mundo cada vez más convulsionado, con conflictos bélicos en marcha o en potencia, el estudio de las estructuras económicas del imperialismo, pasadas y presentes, y su difusión a todas las masas trabajadoras, es una tarea urgente.