Hace más de una semana las autoridades mexicanas informaron sobre el hallazgo de una refinería clandestina en Coatzacoalcos, Veracruz, misma que procesaba al menos entre 16 mil 667 y 33 mil 33 barriles diarios de crudo por día, lo que equivale a una producción anual de hasta un millón de litros de combustible.
Este complejo clandestino, más allá de sorprender por su gran operación desde la ilegalidad, puso en evidencia que incluso fuera de la ley es posible montar una infraestructura funcional y eficiente. En contraste, la Refinería Olmeca de Pemex, que ha consumido más de 20 mil millones de dólares del erario, no ha logrado operar de forma integral ni alcanzar su máxima capacidad productiva.
La refinería Olmeca, ubicada en Dos Bocas, Tabasco, se inauguró por primera vez en julio de 2022 y fue presentada como uno de los proyectos emblemáticos del expresidente Andrés Manuel López Obrador. El complejo fue inicialmente diseñado para procesar 340 mil barriles de crudo al día; sin embargo, al cierre de mayo se reveló que únicamente produjo 114 mil toneles diarios, es decir, solo alcanzó el 32.8 por ciento de su capacidad.
Ante este panorama, expertos como Gonzalo Monroy, socio de la consultora GMEC, estiman que el complejo podría llegar al 50 por ciento de su capacidad al final de este año. No obstante, este nivel no se traduce directamente en productos terminados, como gasolinas y otros derivados. Los datos disponibles hasta mayo revelan que la refinería entregó 106 mil 700 barriles diarios de combustibles, entre los que se incluyen gasolina regular, diésel de bajo azufre y coque.
El coque es un residuo sólido del proceso de refinación, similar al carbón, que se utiliza principalmente como combustible industrial o en la fabricación de acero, pero con un menor valor comercial y un alto impacto ambiental. Su presencia en la producción sugiere que buena parte de lo entregado por Dos Bocas no es útil para el abasto energético cotidiano del país.
De promesa a problema
La actual situación del complejo de Dos Bocas se debe a problemas desde el inicio de su construcción, toda vez que la licitación fue declarada desierta; en aquel momento, Bechtel-Techint, WorleyParsons-Jacobs, Technip y KBR, empresas invitadas a competir por el proyecto, consideraron inviable construir una refinería de esa magnitud en el plazo y con el presupuesto planteado por el gobierno federal.
Con la negativa de la iniciativa privada, la administración de AMLO se vio obligada a encargar el proyecto a la Secretaría de Energía, que entonces lideraba Rocío Nahle. Así, la dependencia decidió dividir el encargo en seis licitaciones adjudicadas a diferentes contratistas, lo que propició que en la actualidad Dos Bocas enfrente problemas para operar plenamente.
Para Arturo Carranza, especialista en el sector energético, el separar la construcción por bloques “es la causa principal de que Dos Bocas no opere en su totalidad”, ya que “se requiere integrar todas las partes y es ahí donde persisten los problemas”.
En junio pasado, con Claudia Sheinbaum al frente del gobierno, se prometió que la refinería ya operaba al 100 por ciento de su capacidad. No obstante, los especialistas del sector señalan que ocurre lo contrario.
La consultora GMEC dijo que será hasta el cuarto trimestre de 2026 cuando se logre realizar una prueba integral en todo el complejo, mientras que Carranza indicó que, en general, el proyecto está mal ejecutado, y enfatizó que “su fragilidad actual compromete seriamente la promesa de autosuficiencia de combustibles”.
En la primera inauguración de Dos Bocas en 2022, el complejo ya arrastraba un gasto de 16 mil 800 millones de dólares. En la actualidad, acumula un sobrecosto superior a 21 mil millones de dólares, según reportes financieros de Petróleos Mexicanos (Pemex).