Después de más de un sexenio de Morena en el poder político, el tiempo ha demostrado que sus acciones no difieren sustancialmente de las mostradas por administraciones anteriores. Existe el riesgo de que, ante la falta de resultados, el pueblo mexicano no busque o construya una nueva izquierda más comprometida y capaz, sino que se vuelque hacia la derecha, que se beneficiaría del descontento popular y que prometería soluciones, recordando a aquellos en quienes confió anteriormente.
No obstante, cabe preguntarse, ¿cuál es la diferencia radical, distintiva y prominente, entre los partidos de derecha y de izquierda en México? Realmente, si nos referimos a partidos políticos, no son entidades que se aíslen una de otra por sus diferencias; de hecho, en diversas ocasiones hemos visto cómo convergen políticos de derecha, de izquierda y de “centro”, de acuerdo con su posible beneficio. De manera que, por ejemplo, el PAN se viste de morado, con banderas feministas y se autodenomina pro-aborto –alineaciones atribuidas normalmente a la izquierda– y, por otro lado, desde Morena se reprime a movimientos populares o se hacen pronunciamientos en contra del aborto. De manera que la ventaja política es la causa del mensaje de su publicidad o declaraciones en medios. Es común el discurso contra la derecha para obtener beneficios, así como el discurso del falso salvador que busca penetrar en la conciencia de la masa, aprovechándose de su enojo y rebeldía, prometiéndole servir a su causa. A eso se le ha llamado comúnmente politiquería, y Lenin lo llamó oportunismo.
Dado que el objetivo de los partidos políticos actuales es satisfacer sus necesidades inmediatas, sus ambiciones personales, sin establecer una estrategia a largo plazo que transforme radicalmente la sociedad, su análisis prevalece en el nivel de sus deseos: en la superficie. Sus reflexiones, pues, no tienen un gran alcance porque eso no hace falta, lo único que requieren es colmar sus ambiciones. Eso es notable cuando escuchamos las declaraciones de servidores públicos llenas de ignorancia; parece que no hay un esfuerzo mínimo para cultivarse y comprender a fondo la problemática que atraviesa el país y su relación con el mundo. Y, ante propuestas políticas relevantes en la historia, que incluso por cultura general deberían conocerse, como el marxismo, la respuesta es hostil. El expresidente López Obrador dijo en más de una ocasión que la comprensión de Marx es innecesaria porque su teoría está superada (argumento que, incluso si fuera verdadero, es insuficiente), especialmente por la hipótesis obradorista de que la corrupción es la causa de los males del pueblo mexicano, que se remediaría a través de su economía moral, distinguida por su falta de cientificidad y porque a todas luces no ha dado resultados beneficiosos, considerando que sus estatutos continúan estableciéndose por el “segundo piso” de la 4T.
No obstante, para comprender las crisis actuales de la sociedad capitalista, desde el terreno académico se está volviendo a Marx y a Lenin más allá de los límites nacionales. Eso se ve, por ejemplo, en las renovadas ediciones de biografías de Marx y las revisiones a su obra, como las realizadas por Michael Heinrich y Clara Ramas; así como las recuperaciones editoriales y también biográficas de Lenin, a cargo de, por ejemplo, Tariq Ali. Además, en 2024, con motivo del centenario de la muerte del líder bolchevique, se hizo una notable celebración a través de editoriales y revistas académicas y de divulgación, pasando por algunas como Jacobin y The New Left Review, así como la realización de coloquios al respecto en universidades de América Latina y centros académicos en el extranjero. Al parecer, se trata de una latente necesidad de comprender y restaurar el mundo, lo que implica reflexionar sobre los planteamientos revolucionarios más agudos, pero que han querido ser obviados por parte de políticos “de izquierda”.
Ojalá que las reediciones y relecturas de los grandes revolucionarios bastaran para erradicar el oportunismo y las injusticias; sin embargo, es necesaria e indispensable una acción colectiva que construya un partido político que realmente trabaje en favor de los desposeídos, que sí analice los problemas más profundamente, más allá de sus intereses individuales.
Un intento notorio de la sociedad mexicana para transformar su situación ha sido cambiar, a través del voto, al partido político en el poder; sin embargo, ninguno de los nuevos gobiernos ha logrado saldar la deuda reclamada a la clase política. La situación mexicana actual, llena de falsos profetas y del olvido del marxismo-leninismo, nos insta a reflexionar sobre nuestra realidad y a tomar medidas al respecto: a organizarnos y luchar por la construcción de un México mejor.