La soberanía energética prometida durante el “primer piso” de la “Cuarta Transformación” no fue alcanzada, todo quedó en promesas; tampoco las enmiendas a la reforma energética ni la política de hidrocarburos movieron al país hacia la soberanía. En los meses que lleva gobernando Claudia Sheinbaum, no parecen haberse aplicado todas las medidas posibles.
Las dos empresas energéticas administradas por el gobierno mexicano se encuentran hoy en graves problemas financieros y de operación: Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo y la CFE ha resultado incapaz de proveer energía eléctrica suficiente a los mexicanos, como lo demuestran los recientes apagones en importantes ciudades del país. Lo anterior significa que la prometida soberanía energética está hoy más lejos que al inicio del primer sexenio morenista; expertos indican incluso que, de continuar la misma política, podría sobrevenir un colapso de la red eléctrica mexicana.
La “contrarreforma” energética de AMLO, que otorgó exclusividad a Pemex para la extracción de petróleo y gas natural, tampoco resultó en un mejor funcionamiento de la paraestatal, que ahora es objeto de desconfianza de los inversionistas, situación que se refleja en la falta de fondos para nuevos proyectos de exploración, extracción y producción. Además, Pemex acusa ya un agudo rezago tecnológico que dificulta, presumiblemente a propósito, la transición hacia energías limpias que permitan sustituir los combustibles fósiles, además de aumentar los costos operativos de esta “empresa productiva del Estado”.
Esta semana, nuestro Reporte Especial recoge la opinión de expertos sobre la situación que se observa en el sector energético del país; éstos señalan que, al no generar suficientes ingresos, las empresas energéticas estatales consumen recursos públicos que se desvían de otros renglones, como la inversión en infraestructura y servicios, en perjuicio de la sociedad en su conjunto. Por ello señalan la urgente necesidad de que el Gobierno Federal preste especial atención a estas dos empresas estatales para mejorar su administración y superar sus deficiencias técnicas y operativas, evitando que sigan drenando recursos públicos y contribuyan a cumplir los objetivos de desarrollo del sexenio.
Agregan los entrevistados que, si bien es imposible que un país alcance la soberanía energética absoluta, puesto que siempre se intercambian productos con el exterior, en los últimos sexenios, la posibilidad de que México produzca los combustibles y la electricidad suficientes para su consumo interno se han ido alejando cada vez más.