En 1990 se impulsó la educación tecnológica en el país con la creación de decenas de centros educativos especializados y, en 2014, se integró el Tecnológico Nacional de México (TNM), organismo que agrupa a 254 instituciones, de las cuales 122 son descentralizadas y el resto federales. Todas siguen al pie de la letra los planes de estudio y lineamientos del Tecnológico Nacional de México; pero entre ellos existen enormes diferencias sobre los recursos financieros, infraestructura y operación, a pesar de que tienen las mismas obligaciones. Los tecnológicos descentralizados, por ejemplo, nacieron “castrados” de democracia y derechos laborales, y es inaudito que, a 35 años de su creación, los docentes no cuenten con una plaza y sean recontratados para seis meses o máximo un año. A esta incertidumbre de la mayoría de los profesores se suma la amenaza de que, en cualquier momento, pueden ser despedidos a capricho de las autoridades directivas, sin algún recurso legal u organización que los defienda.
Los directores de estos centros educativos únicamente responden a los intereses del Gobierno Federal en turno; las condiciones de trabajo se agravan; y ahora, precisamente cuando tenemos uno de los “gobiernos más democráticos” y la crisis económica se halla al borde de la recesión, la política de austeridad “republicana” tiene a pan y agua a los maestros de los tecnológicos descentralizados. Por ello, no causa ningún asombro que los maestros se insubordinen con mayor frecuencia, y tomen los planteles educativos para denunciar las arbitrariedades a lo largo del país. El origen de los problemas de los docentes descentralizados radica en los bajos salarios, pues ganan menos que los docentes de los tecnológicos federales, y mucho menos que los de las universidades autónomas; además de que deben soportar las peores condiciones laborales porque no tienen nada con qué ampararse.
Para contrarrestar sus bajos ingresos, los maestros reciben un apoyo del programa de “estímulo docente”; pero sólo algunos acceden a él porque la cobertura de los requisitos es tan rigurosa que basta con que se equivoquen en una letra, un número o en alguno de los documentos para invalidar al solicitante. En la Clave Única del Registro de Población (CURP), por ejemplo, no puede haber un error de este tipo; igualmente ocurre en la asignación de las materias, para las que además se piden más documentos; cuyo número y emisión casi siempre depende de las autoridades para controlar a los maestros y evitar que luchen por sus derechos laborales. La convocaría regularmente sale en abril, pero hasta ahora no se ha emitido y está dejando a los maestros sin la esperanza de mejorar su salario. El Tecnológico Nacional no ha dado ninguna explicación, pero en “radio pasillo”, se rumora que se debe a la falta de recursos, habemus austeridad.
Pero resulta contradictorio el anuncio en torno a que se ampliará la cobertura educativa para el próximo ciclo escolar y que, de acuerdo con el Plan México, los tecnológicos deben contribuir al desarrollo del aparato productivo para consolidar el mercado interno ante el enorme problema provocado por la guerra mundial de aranceles. Estas medidas están muy bien; pero cómo no hacerles justicia salarial a los maestros de los descentralizados, cuyo esfuerzo creador contribuye a salir del bache donde el país ha caído. No se pueden pedir peras al olmo, y a los maestros olvidados y marginados no se les puede exigir la impartición de clases de primera cuando se les trata como trabajadores de cuarta. No cuidar la educación tecnológica representa un error que condena el desarrollo nacional al fracaso. Ojalá se atiendan oportunamente las peticiones de los docentes de los tecnológicos.