Además de teórico de la política, el autor de este tratado fue funcionario público, diplomático y amplio conocedor del oficio guerrero cuando se hallaba en pleno desarrollo el Renacimiento, uno de los periodos de mayor esplendor cultural de Europa. Maquiavelo (Florencia, Italia, 1469-1527) fue exponente de este movimiento y del republicanismo, aunque en buena parte de su obra –22 libros de ensayo filosófico, poesía y una comedia (La Mandrágora)– invoca la “razón de Estado” como incuestionable principio de gobierno, en el que según algunos analistas asoma el famoso postulado de “el fin justifica los medios”. 

En este  tratado, Maquiavelo no se limita a explicar en voz del general Fabrizio los objetivos, la organización, las corporaciones, las armas y los mandos de un ejército, sino también a recordar que la guerra fue primero una práctica de latrocinio, luego un instrumento de conquista y defensa de comunidades con identidad social propia y que cuando éstas alcanzaron un nivel de integración nacional más alto la definieron como un arma para defender sus territorios con “ignominia o con gloria” porque la patria está por “encima de lo justo o injusto, lo piadoso o cruel o lo laudable o vergonzoso”. 

En algo así como una conferencia magistral, Fabrizio informa a cuatro jóvenes (Cósimo, Luigi, Zanabi y Battista) que en Europa –Grecia, Roma, Esclavonia (Eslovenia), Oriente Medio (Persia) y África (Egipto) las prácticas militares eran provisionales porque después de los conflictos armados sus actores regresaban a sus actividades artesanales, comerciales y rurales. Fabrizio también comparte con sus interlocutores conocimientos y secretos técnicos del arte militar y de las formas como sus mandos y jefes de Estado deben actuar.  Algunos de sus dichos son los siguientes: 

La naturaleza produce menos valientes que la educación y el ejercicio… Las repúblicas generan más hombres de talla que las monarquías porque en aquéllas normalmente se reconoce el mérito y en éstas no… Las guerras empobrecen tanto a los vencedores como a los vencidos; unos por la pérdida de sus propiedades y otros por el derroche de éstas y dinero… En la guerra vale más la disciplina que el ímpetu... Las cosas nuevas y repentinas sorprenden demasiado a los combatientes… Jamás hay que llevar las tropas al combate sin comprobar su moral, si están bien organizadas y que no tienen miedo… 

El hambre del enemigo es un arma que puede resultar fatal para el ejército propio y tampoco es bueno empujarlo a situaciones desesperadas… Es preferible rendir al enemigo por hambre que por las armas… Jamás hay que pensar que el enemigo no sabe lo que hace… Nunca hay que decir lo que se va a hacer al día siguiente… Siempre hay que procurar dividir las fuerzas del enemigo… Nunca hay que fiarse de lo que el enemigo haga continuamente, porque puede tratarse de un engaño o una trampa… Lo que favorece al enemigo perjudica a nuestro ejército y viceversa. 

En el libro de Maquiavelo se invoca a varios de los más famosos militares del pasado en Eurasia, entre ellos Alejandro Magno, Pompeyo, Julio César, Ciro, Artajerjes, Escipión; así como a la península española como Iberia y a Francia como Galia… Del arte de la guerra fue publicado en 1520; El príncipe, el tratado político por el que más se le conoce en el mundo, fue escrito en 1513 pero publicado póstumamente en 1531 debido a su ocultamiento por cuenta de la oligarquía de la familia Médicis; y  Discursos sobre la primera década de Tito Livio en 1517.