El mercado laboral ha empeorado no sólo porque ahora es más problemático conseguir un trabajo digno con un salario decoroso, sino porque anualmente surgen generaciones que intensifican y dificultan la competencia entre los trabajadores y porque hay jóvenes mejor preparados que aceptan las malas condiciones laborales (incluidos el pago del salario mínimo y  jornadas mayores a las ocho horas diarias), con lo que propician que los empleadores, solapados por los gobiernos,  se aprovechen de esta situación para explotarlos mejor y aumentar sus ganancias.

¿A poco es creíble que, en su sano juicio y con un trabajo bien remunerado, un hombre emigraría o se enrolaría en el crimen organizado? Si las cosas han llegado a este extremo en México es porque la clase empresarial, en contubernio con los gobernantes de todos los partidos, ha provocado que los trabajadores vivan con temor a perder su empleo y se resignen a permanecer exprimidos por la clase patronal que, ante esta situación, sólo “se da golpes de pecho”. 

En el recuento laboral que se hizo el pasado primero de mayo durante la celebración del Día Internacional del Trabajo, no hubo mucho que festejar en México. La precarización del trabajo está incrementándose; el aumento imparable del comercio informal y la migración señalan invariablemente que la clase burguesa y su gobierno actual no son capaces ni muestran intención de emplear a toda a la Población Económicamente Activa (PEA); y que los mexicanos deben resolver sus problemas de supervivencia por sí mismos, sea con un puesto sobre ruedas o yéndose a Estados Unidos (EE. UU.). 

El trabajo formal, el que ofertan las grandes y medianas empresas, solamente satisface el 20 por ciento de las demandas de la PEA, mientras el 80 por ciento restante lo cubren las pequeñas empresas y el ambulantaje. En las familias que sobreviven con su desempeño laboral en estas áreas económicas, participan prácticamente todos sus integrantes, incluidos los menores de edad, porque sus ingresos individuales son ínfimos; de otro modo no podrían alimentarse, pues un solo salario no alcanza. 

La enorme demanda de empleo existente hoy en el país permite a los patrones pagar salarios bajísimos, someter a los trabajadores a condiciones laborales fuera de la legislación vigente y reemplazarlos en cualquier momento; además de que la mayoría no está en condiciones de organizarse para hacer valer sus derechos laborales, establecidos en la Carta Magna y la Ley Federal del Trabajo. ¡Y todo esto ocurre en un periodo histórico donde en México gobierna un partido que presume ser el más democrático, justo e igualitario del mundo!¡Pamplinas!

No hay peor desgracia para un individuo socialmente sano que quedarse sin trabajo o no encontrar uno. En esta situación, el hombre vive como un león enjaulado: en la incertidumbre, la impotencia y como un saltimbanqui que va de empresa a empresa, siempre con la esperanza de hallar algo mejor; pero nada encuentra y cuando por fin le llega algo, su mejor edad ha pasado y lo ha dejado fuera del mercado laboral porque ya es un viejo del que poco puede extraerse, una pieza inservible para el sistema productivo capitalista. 

Lo peor de todo es que el futuro cercano no pinta bien; En México no hay crecimiento económico; los precios de los alimentos y otros bienes básicos se incrementan cada día; y a los aranceles adicionales impuestos por el gobierno estadounidense se suman las nuevas restricciones que éste ha decidido aplicar para evitar la migración laboral.

Los mexicanos pobres deben recordar hoy lo que hace siglo y medio previó Carlos Marx: los trabajadores nada tienen que perder si deciden luchar por la creación de un mundo mejor.